Revista Cultura y Ocio
Grabado de Gustavo Doré
Pasajes apócrifos de El Quijote
No sé, avisado lector, si esto que aquí traigo es obra de algún desaprensivo que quiere mancillar el buen nombre de don Miguel de Cervantes. Tal vez sea idea malsana de un aprovechado que pretende medrar a expensas de su fama o quizá tan solo cosa del diablo que viene a tentarnos, pero no hace mucho llegaron a mis manos estos breves textos que pretenden hacerse pasar por ciertos. Y tal como llegaron a mí, los transcribo:
1
Consejos de don Quijote a Sancho
—Amigo Sancho: no te fíes ni de tu sombra, que vendrán aduladores a regalarte el oído para obtener un beneficio para ellos o causar un mal a su prójimo, que hay mucho aprovechado e hijo de Belcebú capaz de vender su honra por un plato de lentejas, que los tiempos son lo que son, y a río revuelto ganancia de pescadores.
”No eches chorizo ni guisantes al arroz cuando hagas paella, que una cosa es la variedad en el gusto y otra la tropelía, el batiburrillo y el desaliño en el guisar, que no todo vale en el arte de la cocina. Y antes daríame yo treinta azotes que consentir comerme ese engendro, ese atropello para las papilas gustativas propias o ajenas.
”No te dejes tentar ni por riquezas ni por lisonjas, que cuando des con tus huesos en la tierra no podrás llevártelas al otro mundo. Que todos acabaremos en el mismo sitio. Y serás recordado por lo que hiciste no por lo que tuviste.
”Desconfía de los que inventan cosas que nunca dijimos ni tú ni yo: “ladran, Sancho, señal que cabalgamos”; “cosas veredes, Sancho, que farán fablar las piedras”; “con la iglesia hemos topado”; etc, que hay mucho bulo circulando por la corte y mucho mentiroso que vive del engaño y algunos medran a la sombra de las mentiras y de la credulidad ajena, haciendo profesión de sus embustes.
”Lávate los pies con frecuencia, que quien viene a recibir consejo no debe ser castigado con efluvios apestosos ajenos que no sean la amabilidad y el buen criterio. Lávate a menudo también las manos que quien te la estrecha no sabes donde las tuvo metidas antes, que hay mucho guarro que se las mea o que no conoce higiene tras ordeñar sus vacas, que lo mismo les da tocar ubres que teta de su esposa. Que hasta el rey, por mucha corona que lleve, está obligado a mantener las manos limpias, amén de conservar la decencia, el buen ejemplo y la honorabilidad. Y no es de buen cristiano repartir pan al necesitado con las manos sucias.
(Continuará)