“La esperanza venció al miedo,” dicen felices quienes apoyaron la candidatura de Ollanta Humala, que logró ganar en una de las más reñidas elecciones de las que se tiene memoria en el país. Para un sector de la ciudadanía que votó por el candidato incluso con una serie de dudas, su triunfo significa una muestra de dignidad ciudadana y la constatación de que hay una gran reserva moral en el pueblo aún, que se manifiesta en esta negativa a aceptar la corrupción, la violencia y la falta de ejercicio de derechos que se podría prever en un nuevo gobierno fujimorista. Sin embargo, también el triunfo de Humala generó que se expliciten los más acendrados prejuicios contra un buen sector de la ciudadanía que votó por el candidato.
“Espero que Chile bombardee al Perú,” dice un comentario en un muro en Facebook recogido por el colectivo Vergüenza Democrática al darse la noticia de que Ollanta Humala estaba ganando. “Ojalá se destruya Machu Picchu para que los cusqueños no tengan con qué comer”, “Puneños de m... muéranse de frío,” dicen otros, expresando su rabia hacia los ciudadanos y ciudadanas de estas regiones del sur del país que votaron mayoritariamente por Humala.
La idea de bombardear a quienes se considera inferiores, a los diferentes, a los que en las representaciones mentales hegemónicas son los ignorantes, los sucios, lo abyecto, los “malditos indios” como escribió otra persona en Facebook, ha estado presente en diferentes momentos en nuestra historia. Lo estuvo y de hecho fue implementada en 1964, en el primer período presidencial de Belaúnde cuando el Pueblo Matsés fue bombardeado con napalm por la Fuerza Aérea del Perú con el apoyo de helicópteros de EEUU, como castigo por haber atacado a una comisión que estaba evaluando el trazado de una carretera en la frontera con Brasil en sus territorios.
Luego de la tragedia de Bagua el 5 de junio del 2009, que nos dejó tantas heridas que aún están abiertas, también un periodista local con frases injuriosas llamó a que bombardeen a los indígenas amazónicos movilizados por decretos inconsultos que afectaban su territorio y su vida: “No sé qué espera Alan (García, presidente del Perú) que no prepara a su FAP (Fuerza Armada del Perú) con todo el napalm necesario,” dijo. (1)
No es muy diferente el comentario, también rescatado por Vergüenza Democrática, que hizo en Facebook otra persona luego de conocidos los resultados de la contienda electoral: “Favor eliminar a los peruanos que viven en Huancavelica, Huanuco, Junín, Lambayeque”. El horror a la diferencia se refleja en los marcados deseos de que desaparezcan esos otros que consideramos un peligro para nuestros intereses, como si no tuviéramos ya suficientes desaparecidos producto de una guerra interna que también se nutrió del racismo y la discriminación.
Las descarnadas expresiones racistas en las redes a las que hacemos referencia en estos tiempos de campaña electoral no constituyen en realidad hechos aislados o exabruptos producto de la emoción electoral. Son más bien la manifestación de prejuicios sobre los otros y otras que son compartidos socialmente y que se manifiestan también, cabe señalar, en el discurso de las elites políticas, artísticas y en algunos casos, académicas. Lo pudimos apreciar cuando el presidente habló sobre los indígenas amazónicos y sus luchas, afirmando que “estas personas no son ciudadanos de primera clase”. Antes ya habíamos tenido expresiones de personajes públicos, como Antero Flores-Araoz con su “¿quién quiere consultarle a las llamas o vicuñas?” cuando se hablaba de la necesidad de que la ciudadanía participe en consultas sobre el TLC; Jaime Bayly, que con su profunda soberbia declaró que las personas del ande votarían por Humala en las elecciones anteriores porque no les llegaba oxígeno al cerebro, prejuicio compartido por Pedro Pablo Kuczynski, el candidato de la juventud de los sectores A y B, quien cuando era presidente del consejo de ministros dijo en una conferencia: “Esto de cambiar las reglas, cambiar los contratos, nacionalizar, que es un poco una idea de una parte de los Andes, lugares donde la altura impide que el oxígeno llegue al cerebro, eso es fatal y funesto.” (2)
En una entrevista reciente, el gran pintor Fernando de Szyszlo dijo “no es posible que elijan a voleybolistas o a cantantes de cumbia para llenar el congreso o a señoras con vestidos indígenas, es realmente para ruborizarse”, (3) colocando en el mismo saco una crítica válida sobre algunas candidaturas y su escaso mérito para su postulación como congresistas y la presencia de mujeres que han ganado su representación y, portando sus vestimentas tradicionales, asisten a las sesiones en sus mejores galas, lo cual, demás está decirlo, es su derecho a la par que da cuenta de la diversidad que existe y debería primar como expresión del desarrollo democrático del país. ¿Qué impacto tienen estas representaciones que reproducen los prejuicios frente a los y las indígenas en el resto de la sociedad?
“Son todos unos indios”, “estamos infestados de indios”, dice otro mensaje en un muro, atribuyéndole implícitamente a lo indio la categoría de parásito, de ocioso, del que vive del trabajo de los otros, de ese nosotros que se posiciona como superior, que sí quiere el desarrollo y el crecimiento, a diferencia de los “ignorantes, fronterizos”, los “irracionales”, como se lee también en otro de los mensajes rescatados por Vergüenza Democrática. Quién creyera que los prejuicios que expresan algunos de quienes optan por la candidata Fujimori son muy semejantes a los que tenía su padre en relación a los peruanos en general, como lo expresó en sus declaraciones el 5 de octubre de 1996 al Neue Kronen Zeitung de Viena: “Los peruanos son ociosos e incapaces de gobernarse por sí mismos.” (4)Hay que señalar también que las expresiones cargadas de racismo y discriminación no fueron prerrogativas de quienes estaban a favor de Keiko Fujimori. También ella se vio expuesta a calificativos que aludían a su cuerpo o a sus rasgos físicos, o a su ascendencia japonesa. “China de mierda”, “gorda horrible”, “igual que el maldito japonés de su padre”, “chinos y japoneses son famosos por mafiosos”, “todos los que te apoyan son unos tarados”, son algunos de los comentarios que se hicieron, expresándose por un lado el racismo clásico relacionado con la etnicidad y por otro las nuevas formas de desvalorización de las personas vinculadas a la estética corporal y a los patrones de belleza exigidos.
Por otro lado, las alusiones a que la familia de Ollanta Humala o a que la primera dama sería 100% peruana también tienen visos de xenofobia, al definir a las anteriores primeras damas como extranjeras, con una carga negativa, ya que al no tener el “porcentaje peruano” debido, que no sabemos cómo se logra medir, no tendrían por tanto un compromiso con el país, ni la identidad nacional necesaria para trabajar por sus problemas. Se obvia además que al haber ya adoptado la ciudadanía, como lo hicieron Pilar Nores, esposa de Alan García, o Eliane Karp, esposa de Alejandro Toledo, ya se es parte de la comunidad política. En estas alusiones que extranjerizaban a las primeras damas se incluyó también a la “japonesa” Susana Higuchi, que como bien sabemos nació en el Perú.
Finalmente, es importante reflexionar sobre cómo el racismo, las visiones discriminatorias y la intolerancia que se manifestaron en estos días resulta muy funcional para mantener la condición subalterna de los otros y las otras o para la aplicación de medidas o decretos que posibiliten, en el caso de los pueblos indígenas por ejemplo, ocupar sus territorios, desplazarlos o dejarlos sin sus medios de vida, como bien lo señala Erica Irene Daes: “Si las comunidades indígenas se resisten al desposeimiento, el racismo hace más fácil que los políticos justifiquen la utilización de la violencia para aplastar las protestas.” (5) En ese sentido, hay que tomar muy en cuenta lo que el congresista Guido Lombardi dijo en la presentación de su informe en minoría sobre los trágicos sucesos de Bagua: “Alguien pensó que no era conveniente dejar que ellos se retiraran sin recibir su escarmiento, lo que precipitó un operativo policial que dejó 33 muertos y un desaparecido, y se pretende atribuir solamente al instinto primitivo de quienes llaman despectivamente indígenas.” (6)
Avanzar para superar la dialéctica de la negación del otro (7) que tiene sus profundas raíces en nuestra historia y desarrollar políticas realmente inclusivas, dirigidas a eliminar las taras del racismo y la discriminación, que reproducen y sustentan la desigualdad y las inequidades étnicas, de género, regionales y etáreas que vivimos en la actualidad, es uno de los más grandes retos del nuevo gobierno. Esperemos que lo que estas expresiones de racismo, violencia y discriminación que tanto nos duelen y confrontan sean un parteaguas que nos impulse a todos y todas a comprometernos con el cambio, a trabajar por el reconocimiento y la valoración de los otros y otras, iguales en dignidad y valiosos en su diversidad.
Por Rosa Montalvo Reinoso
La Ciudad de las Diosas
Notas
1. Andrés Bedoya Ugarteche, “¡Pobrecitos Chunchos! Y otras torpezas”, Correo, 13 de junio del 2009. Este artículo le valió a su autor el Premio al artículo más racista otorgado por la organización británica Survival.
2. “Inclusión vs. Racismo” Perú 21, 15 de julio del 2006.http://peru21.pe/impresa/noticia/inclusion-vs-racismo/2006-07-15/5423
3. “Las elecciones según de Szyszlo”, Buenos Días Perú, Panamericana Televisión, 1º de junio del 2011. http://www.youtube.com/watch?v=VSdg4nsHF6o
4. “Fujimoro y sus paisanos”, Semana.com, 2 de diciembre de 1996.http://www.semana.com/mundo/fujimoro-paisanos/30116-3.aspx
5. Documento de trabajo sobre la lucha contra el racismo sufrido por los pueblos indígenas, Doc. ONU A/CONF.189/PC.3/4, 20 de julio de 2001.
6. “Guido Lombardi: algunos desearían que informe sobre Baguazo no existiera”, La República, 9 de julio de 2011. http://www.larepublica.pe/09-06-2011/guido-lombardi-algunos-desearian-qu...
7. Ernesto Ottone, “De cómo estar sin dejar de ser. Notas acerca de competitividad, educación y cultura”,Nueva Sociedad Nro. 146, Noviembre-Diciembre 1996.http://www.nuso.org/upload/articulos/2553_1.pdf