Revista América Latina

El racismo siempre está ahí.

Publicado el 30 agosto 2014 por Jmartoranoster

Miguel Guaglianone

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Una bomba de tiempo
Los últimos acontecimientos registrados en San Louis, Missouri en el condado de Fergueson han puesto una vez más de manifiesto la perenne y nociva presencia del racismo en la sociedad estadounidense. El asesinato a mansalva del joven afroestadounidense Michael Brown por parte de un oficial de la policía local, quien muriera en plena calle desangrado por el efecto de seis balazos y la humillante exposición de su cadáver durante cuatro horas, provocaron las indignadas protestas de los vecinos del lugar, quienes fueron salvajemente reprimidos por la misma policía vestida con equipo paramilitar y que desde vehículos blindados lanzó gases lacrimógenos, balas de acero revestidas de goma y granadas de mano, y apuntó con armas automáticas a los ciudadanos. Periodistas y manifestantes que protestaban pacíficamente fueron arrestados.
Estas acciones a su vez provocaron nuevas protestas populares, que fueron sucesivamente reprimidas y la cadena de sucesos en creciente violencia llevó al gobernador a llamar a la Guardia Nacional (a la cual las autoridades locales en EEUU solo acuden en caso de emergencia) y a decretar un toque de queda. La ciudad continuó siendo escenario de nuevas manifestaciones de protesta y se convirtió en el foco de atención de los medios corporativos (que al principio,  intentaron invisibilizar los hechos no reportando sobre ellos, tal como lo hiciera la CNN). La negativa durante varios días de la policía a identificar al oficial asesino agregó leña al fuego a la tensión social.
Todo esto se dio en un territorio que tiene una gran mayoría de población negra (alrededor del 62% de sus ciudadanos) y en el que sin embargo sus instituciones de gobierno (Alcaldía, Consejo Municipal, Junta Escolar) están dirigidas por personas caucásicas que allí son minoría. El extremo ejemplo lo presenta la policía, protagonista y causal de los sucesos, entre cuyos cincuenta y tres integrantes, solo hay un latino y dos negros, el resto es de raza blanca.
Esta distribución poblacional muestra a gritos la discriminación racial en un condado cualquiera en un estado del Sur de los Estados Unidos.
La segregación y el racismo
Ambos han sido factores sociales presentes desde el propio nacimiento de la sociedad de los EEUU. Los esclavos introducidos por Inglaterra como mano de obra barata para su colonia en América fueron desde el principio considerados por los europeos como criaturas inferiores, como meras mercancías y tratados con absoluto desprecio desde el punto de vista social. Toda la historia moderna de los Estados Unidos está impregnada por el racismo.
La matriz de opinión generalizada dice que La Guerra de Secesión o Guerra Civil (en inglés American Civil War) el conflicto más significativo en la historia de los Estados Unidos de América, (que se desarrolló entre los años 1861 y 1865) tuvo como causa principal la liberación de los esclavos. Sin embargo aunque la intención de Lincoln de liberarlos ya estaba presente en su campaña como candidato a la presidencia, el principal factor que la desencadenó fue el no reconocimiento de los Estados del Sur a su presidencia y la formación de la Confederación separándose de la Unión con el reconocimiento de un presidente propio autodesignado. Es recién luego de un año y medio de haberse declarado el conflicto (en el cual al principio el Norte llevó la peor parte) que Lincoln tuvo que reconocer que sólo podía cambiar el estado de la guerra dándole a ésta el significado de una lucha contra la esclavitud y así podría obtener apoyo para la Unión tanto en el interior como en el exterior. Así, es en enero de 1863, cuando hace pública la Proclamación de Emancipación, que otorgaba libertad a los esclavos en todo el territorio de los EEUU, incluyendo las áreas aún controladas por la Confederación. La guerra tenía un profundo trasfondo económico, ya que enfrentaba los intereses del industrializado Norte (y de sus nacientes corporaciones) a la economía esclavista y agraria del Sur, que vendía sus productos directamente al exterior y que además contaba con el apoyo de Inglaterra, la ex metrópoli que veía a la pujante nación convertirse en un peligroso competidor.
El fin de la guerra y la liberación formal de los afroamericanos de la esclavitud no trajo la igualdad social, las multitudes negras siguieron siendo discriminadas, maltratadas y sobre todo segregadas en los Estados Unidos y sobre todo en el Sur. Las llamadas “leyes de Jim Crow” fueron aplicadas a nivel de los Estados desde el siglo XIX hasta la década de los 60 del XX como el sistema legal de la segregación, bajo el lema “separados pero iguales” que permitió mantener aisladas a las minorías negras en desventaja educativa, económica y social y seguir imponiendo la supremacía blanca.
Es recién en la década de los 60 cuando se producen avances en la situación de la minoría afroamericana. Las intensas luchas sociales, tanto del movimiento civil moderado encabezado por Martin Luther King que buscaba la integración racial, como de los movimientos más radicales representados por Malcom X y los decididamente revolucionarios como los Panteras Negras liderados por Stockey Carmichel que proponían un nacionalismo negro independiente, van a llevar finalmente a la sociedad de los EEUU a la aprobación en 1964 de la Civil Rights Act of 1964 (Ley de Derechos Civiles de 1964) (Ley del Congreso 88-352, 78 United States Statutes at Large 241, promulgada el 2 de julio 1964) por parte del gobierno de Lyndon Johnson.
Aunque aparentemente esta Ley acababa con las políticas segregacionistas oficiales, no cambió demasiado la situación de las grandes poblaciones negras que ya cargaban no solo con el desprecio y maltrato de la sociedad, sino que desde su reconocimiento como ciudadanos después de la Guerra Civil estaban ubicadas en la parte más baja de la sociedad, desplazados social, cultural y económicamente e integrando las clases más marginadas junto a otras minorías. El propio Ku Klux Klan, cuyas actividades aparentemente serían penadas por la ley, se hizo menos público pero no dejó de ser un factor importante de apoyo al racismo, sobre todo en los Estados sureños.
Posiblemente el establecimiento de esta legislación y el proceso social de “avance democrático” de los años 60 haya servido sobre todo a una minoría (dentro de la minoría afroamericana) para tener la oportunidad de ser cooptada por las clases dirigentes y poder integrarlas. El propio Barak Obama es un ejemplo de esta “negritud permitida” en los altos niveles de la sociedad estadounidense (o en el otro partido político una Condolezza Rice, o un Colin Powell), como muestra de la estrictamente limitada “aceptación” de las minorías en las esferas del poder.
Sin embargo las grandes multitudes negras han seguido siendo parias en los EEUU. Durante el gobierno de George W. Bush, lo sucedido en Nueva Orleans con el huracán Katrina volvió a poner en el tapete (sobre todo a través de los medios) el terrible abandono en que vive la gran población afroamericana. Las multitudes que quedaron abandonadas a su destino en la inundada y desolada ciudad y que no tuvieron la más mínima asistencia Estatal ni Federal, fueron reivindicadas en A Concert for Hurricane Relief, un concierto benéfico emitido por la NBC a nivel nacional, dónde el rapero Kanye West se salió del guion y criticó duramente la actuación del gobierno, llegando a decir que “George Bush no se preocupa por la gente negra.”
El propio inefable presidente llegó a reconocer que lo de Nueva Orleans constituyó el peor momento de su presidencia. También el reverendo Jesse Jackson afirmó en esa oportunidad que el racismo jugó un papel esencial en la lenta respuesta al desastre de las autoridades.
La bomba de tiempo
La situación racial sigue siendo hoy un factor de alta tensión en la sociedad estadounidense. Los actuales sucesos de Fergueson no son más que la punta del iceberg que repentinamente sale a flote. Datos escalofriantes avalan aún más esta situación. La población de los Estados Unidos está estimada hoy en alrededor de los 320.000.000 de habitantes y la minoría afroamericana en los 40.300.000. Los negros representan aproximadamente el 12,6 % del total de la población, sin embargo el dato increíble es que de los más de dos millones y medio de presos que el sistema carcelario de los EEUU tiene, ¡el 60% son afroamericanos! El 12,6% de los ciudadanos norteamericanos negros proporciona el 60% de los presidiarios. Mejor muestra de segregación, de persecución de clase y de racismo no puede darse.
En una sociedad en absoluta crisis como la estadounidense, que además de vivir la desintegración a nivel de los valores sociales y las instituciones, no logra siquiera recuperarse de la situación económica que estallara en 2006, y que está atravesada por grandes variables desestabilizadoras como el desempleo, la crisis de viviendas o el descenso social de grandes números de sus ciudadanos, cualquier foco de tensión puede convertirse en el detonante de grandes explosiones sociales y hasta de una reacción en cadena que produzca una implosión de todo el sistema. En este caso el racismo está mostrando grandes condiciones para ser este detonante, ya que a las protestas cada vez más generalizadas y que en cualquier momento pueden ser violentas, se agrega una reacción exacerbada de las derechas que genera fácilmente la espiral de violencia. La propia omnipotencia represiva de las policías, que ataca a los ciudadanos (sobre todo los más segregados y marginales) como si fueran enemigos de guerra (y estamos hablando de un fenómeno que no se da solo en algunos lugares del Sur, sino que aparece en todos los rincones de los EEUU) constituye un elemento más que refuerza el cuadro de situación explosiva.
En definitiva, la barbarie que campea por el mundo también se refleja en el centro del Imperio, los cuatro jinetes parecen estar sueltos y solo nos queda a quienes creemos en otro tipo de futuro para nuestros descendientes, seguir luchando día a día para generar fuerzas capaces de impedir que la caída de un sistema en decadencia nos arrastre a todos.
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