Revista Cultura y Ocio

El rapto del Santo Grial

Publicado el 10 septiembre 2024 por Rubencastillo
El rapto del Santo Grial

¿Qué es más deseable: suspirar por la consecución de unos objetivos o alcanzar al fin su cumplimiento? Esa interrogación es la que flota en la base de la novela corta El rapto del Santo Grial, con la que Paloma Díaz-Mas se convirtió en 1983 en una de las finalistas de la primera edición del premio Herralde, convocado por el sello Anagrama. La duda, mucho más intensa de lo que podría parecer en su seca formulación, se convierte en materia narrativa en el mundo crepuscular de Camelot, donde unos caballeros de la Mesa Redonda “que ya eran un poco viejos” reciben de los labios del rey Arturo la sorprendente noticia de que el buscadísimo Santo Grial, por el que suspiran desde hace muchos años, ha sido descubierto por “un centenar de tejedoras presas en el castillo de Pésima Aventura, capitaneadas por una tal Blancaniña” (p.10) y que ahora lo custodian en el castillo de Acabarás. Si logran recuperarlo de allí y traerlo hasta las manos de Arturo, la paz y la felicidad reinarán para siempre en Camelot. La noticia, que debería resultar gozosa, tiene un envés amargo, pues todos son íntimamente conscientes (aunque guarden silencio, porque la gallardía los obliga a guardar las formas) de que si culminan con éxito esa misión su mundo quedará abocado al caos: la caballería se tornará inútil, la milicia perderá sentido, incluso la figura del rey devendrá ociosa. En efecto, ¿por qué habrían de ser necesarios la fuerza, la agresividad o el valor guerrero en un mundo que se remansa en el orden, la concordia y la paz muelle? ¿Qué objetivo tendrían, desde entonces, sus vidas?

Manejando lenguaje y fórmulas narrativas que rememoran el aliento medieval (“bien oiréis lo que dijo”, “muy amena estaba la floresta”, “yo no digo mi canción sino al que conmigo va”), la escritora madrileña va dando forma a un relato irónico y muy inteligente, que se lee con sonriente agrado. Y, por favor, que nadie desdeñe la lectura erótica del texto, que es tan evidente como divertida e intensa (especialmente, el capítulo “En el castillo de Acabarás”).

Convincente.


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