Revista Cultura y Ocio
Hacía años que no me acercaba a los thrillers policíacos de conspiraciones en las que se implique la CIA, el FBI, el MI6 y toda la retahíla de abreviaturas tras las que se esconden millones de dólares en impuestos, inútiles en escritorios y maldades en subterfugios. Casi desde mi juventud, allá por el siglo pasado, cuando leí de una tirada todas las aventuras de Jack Ryan, las novelas de Robert Ludlum o del magnífico Frederick Forsyth, que no me atrevía con una novela de ese estilo.
Por supuesto siempre hay alguna excepción, como El Afgano, del propio Forsyth, y que me decepcionó, así como también he leído casi todo lo que ha escrito John Le Carré tras haber leído, en esa misma época pasada, El espía que surgió del frío, El honorable colegial o La casa Rusia, pero creo que este género más de espías y juegos de inteligencia con poca acción no se puede comparar con los thrillers del estilo de El caso Bourne, por ejemplo, y que es a lo que juega la señora Blanca Miosi con su novela El Rastreador.
Ya he aclarado en otras entradas de novelas de la autora que a ambos nos une una bonita amistad, un hecho además que se va acrecentando a medida que avanzamos en el tiempo, y que creo que no nublará mi juicio al momento de escribir estas impresiones, pero que quiero aclarar antes de proseguir con El Rastreador.
Decía al principio del artículo que hacía años que no leía nada igual, es un género que lo dejé como semi aparcado en mi juventud y al que no había vuelto desde entonces, como si fuera algo superado tras la caída del cabello, y de otras cosas, y al que no había sentido la necesidad de adentrarme más allá de lo ya conocido. De hecho, con la cantidad ingente de películas que se producen por la industria norteamericana sobre este género, ya tenía suficiente. Y por eso es que me siento feliz, entre otras cosas, porque las letras de la señora Miosi me han arrancado de golpe veinticinco años de la mochila y me han vuelto a tener encerrado en una trama de súper agentes, SEALS, la CIA, la Casa Blanca, el presidente de los Estados Unidos, malos malísimos y toda la camama de la que se rodea cualquier thriller en un escenario oficial estadounidense.
El Rastreador es una novela de acción, basada en un cuarteto extraño y original sobre el que se teje toda la trama, como si la autora hubiera trazado las líneas que delimitan un rombo y las usara como líneas fronterizas, permeables por espacios, pero seguras a la larga. Este cuarteto principal está formado por dos hermanos (uno de ellos el protagonista principal), el amigo íntimo con el que el protagonista ha compartido miles de aventuras y, como no podía ser de otra forma, una mujer. La verdad es que este planteamiento un tanto minimalista ayuda al lector a no perderse, a mantenerse también dentro de las líneas que ha trazado la autora, dibujando con bastante perfección a los personajes principales, sus motivaciones, sus anhelos, sus habilidades y los hechos que han marcado sus vidas, pero por la misma fórmula, el resto de personajes que visten la novela carecen un poco de esta profundidad.
Tampoco tengo la sensación de que la autora quisiera crear una novela al estilo de Ulises, de James Joyce (pesadísimo), sino más bien una historia ágil, rápida, que atrape al lector y le robe horas de sueño sin remisión, y doy fe que lo consigue. De hecho, creo que voy a enviar a la autora una factura para que se haga cargo de las horas que me ha robado con su Kevin Stooskopf.
Nombraba también al principio de la reseña la novela de Forsyth, El afgano, y no en vano porque El rastreador me ha recordado por momentos a esa novela. Dudo de si la autora haya leído esta novela, o no, pero yo he encontrado algunas características similares entre ambas, aunque en mi opinión existe una gran diferencia entre ellas, y es que El afgano no me gustó y El rastreador me enganchó a las pocas páginas, tan pronto como se abandonaron los primeros clichés que me trajeron a la mente la película Comando, de Arnold Schwarzenegger, y que me hicieron sufrir un poco.
Otro aspecto que me veo obligado a comentar es la capacidad camaleónica de la autora peruana, como diría un español, igual vale para un cosido que para un remendado, y es que no hay palo que toque esta escritora que no lo haga con acierto. He leído de ella thriller actual, novela histórica, novela biográfica, novela medio rosa, y en cada una de ellas aparece una Blanca Miosi diferente. Ella misma acostumbra a decir que aún no ha escrito su gran novela, y quizá tenga razón, porque El rastreador la lanzará a la fama mundial más allá de su La búsqueda o los “Manuscritos”, estoy convencido de eso, pero también lo estoy de que esa capacidad de escritura con la que fue premiada, y que ella ha trabajado duro, todavía da para mucho más.
Para los amantes del género de novela de acción, os prometo que El rastreador es una joya que quizá veamos algún día (no muy lejano, espero) en la gran pantalla.
Felicidades, Blanca.
Resumen de la novela (por la autora)
El rastreador se mueve entre la pasión por un amor imposible y el apego al deber en un escenario conflictivo en el que luchan dos religiones, dos pensamientos y formas diferentes de ver el mundo. Acción, intriga, odio y amor son los ingredientes que acompañarán al lector desde el principio al final.
Kevin Stooskopf, un ex miembro de las fuerzas especiales norteamericanas. Habla árabe, pashtún, inglés y francés. Su apariencia facilita su adaptación, según Charles Day, la mano derecha de Jonh Brennan, es el único capaz de llevar a cabo la misión. Lo convierten en terrorista y es encarcelado en Belmarsh, puesto en libertad y lanzado a la aventura.