Sin embargo, al ratoncito le despertaba mucha curiosidad saber si era verdad lo que su mamá le contaba.
Por eso una noche, oculto y silencioso, el pequeño ratoncito asomó el morro por un agujerito. Se apartó y volvió a asomar el morro por el mismo agujerito. Hasta que finalmente salió de puntillas para no despertar con el más ligero ruido al gran gato negro.A cada paso que daba el ratoncito comenzaba a sentir tanto miedo que decidió dar media vuelta, pero justo en ese instante se topó de frente con los enormes ojos del gran gato negro.El ratoncito soltó un grito seguido de un saltito y cuando intentó huir sintió un zarpazo en su rabito. Con el rabito atrapado en las garras del gran gato negro, el ratoncito pensó que su vida pendía de un hilo, pero logró deslizar su rabito y escapar velozmente. Con ese tremendo susto el ratoncito comprendió lo importante que era obedecer a mamá.
Desde aquel momento cada vez que el ratoncito asomaba el morro por el agujerito se acordaba de que la desobediencia siempre trae consecuencias.
Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra. (Efesios 6:1-3)