Después de unas degluciones pensativas, es decir, la forma que tienen los viejos de razonar con la boca, la lengua paseando ideas de encía en encía.
Y la lengua prosiguiendo su trabajo en la bolsita de los labios, y siguen haciendo para si mismos deducciones de saliva.
El mentón se alarga, se acorta, los parpados como bolsillos gastados, exhibiendo el forro, los ojos.
Si lloran no son lagrimas de ahora, son aguas antiguas, disgustos y alegrías que quedaron olvidados y vuelven a la superficie en un sentimiento enrarecido. La lengua rumiante intenta juntarles.
Y la cabeza ausente vagando entre salivas y dientes.