Revista Sociedad

El rebaño de los anónimos

Publicado el 30 diciembre 2013 por Abel Ros

La falta de confianza en la compra de los noveles, es la que envuelve a la literatura del XXI en un catálogo de libros monopolizados por los autores de siempre


El rebaño de los anónimos
i el año pasado fue "La vida iba en serio" de Jorge Javier, uno de los libros más vendidos de la temporada; éste: “Ambiciones y reflexiones" de Belén Esteban, va por el mismo camino de convertirse en el "Best Seller" del 2013. Digo esto porque, a día de hoy, la obra de la "princesa del pueblo" lleva vendidos más de 100.000 ejemplares tras la séptima edición, editada por Espasa. Mientras hay escritores, noveles y no tan noveles, que abandonan el oficio de escribir porque no les proporciona los medios necesarios para subsistir, otros, sin embargo, por el simple hecho de ser "famosos", o mejor dicho, por "salir en la tele", venden hasta – y perdonen por la expresión- "una mierda pinchada en un palo", siempre y cuando ésta lleve en su etiqueta esculpidas las siglas del elegido. No digo, y me gustaría que quede claro, que Belén; Jorge Javier; y todos los que se sientan en el plató de "Sálvame", no sepan escribir. No, simplemente que su visibilidad social es el factor que determina la fuerza de sus ventas.

Esta fórmula: "visibilidad igual a ventas", es extrapolable a todos los ámbitos de la cultura. Sin ir más lejos, en la industria del cine ocurre algo parecido. Las grandes producciones suelen ir acompañadas de multimillonarias campañas mediáticas. Son, precisamente, las inversiones en la promoción del producto, las que hacen que la "pareja" que espera en la cola de la taquilla opte por visionar la "película de moda" en lugar de "la otra", que por su "invisibilidad social" pasa desapercibida para sus ojos soberanos. Así las cosas, la cultura se convierte en una mercancía más al servicio del "ordeno y mando" de los mercados. Ante esta lógica, desgraciadamente real, la mayoría de los grandes editores y productores miran con lupa las autorías de los manuscritos y maquetas que, día tras día, les llegan a sus manos. Las miran, les decía, para saber si su autoría procede de alguien "popular" o simplemente se trata de uno más del "rebaño de los anónimos".  Entre cientos y cientos de manuscritos, el texto de Belén siempre será visto por los ojos del dinero con mayor entusiasmo que la última joya de la literatura, escrita por un tal " José Antonio".

Desde que comenzó la crisis, los libros se han convertido en un artículo de lujo. Si tenemos en cuenta que España es uno de los países que menos prensa lee de toda la Unión Europea, no debemos extrañarnos que en tiempos de "vacas flacas" el consumidor del ahora, se lo piense dos veces antes de comprar el ejemplar de un "desconocido". Es, precisamente, esta falta de confianza en la compra de "los noveles", la que envuelve a la literatura del XXI en un catálogo de libros monopolizados por los autores de siempre. Los escritores noveles, o dicho de otro modo, los menos conocidos -entre los que me incluyo – andan – andamos – como hormigas en la jungla de los leones. Sin ir más lejos, estas navidades han abundando los libros de "renombre": "El dilema" de Zapatero; “Nadie es más que nadie" de Miguel Ángel Revilla; "El francotirador paciente" de Reverte; "El tiempo entre costuras" de María Dueñas; "El compromiso del poder" de José María Aznar; entre otros. Son, como ustedes habrán comprobado, libros de autor, o dicho en palabras del editor: "libros que se venden solos". Libros, decía bien, que no necesitan pasar por los rodajes del "boca – oído" para ser vendidos. Son las siglas y fotos de sus solapas, las que sirven de credenciales para que la demanda lectora, los compre sin necesidad de ser recomendados.

Llegados a este punto es fácil comprender por qué: mientras Belén vende 100.000 ejemplares, otros – los invisibles- , no se comen "ni un torrao" – , valga la expresión, en las baldas del Fnac. Desde la Crítica debemos reflexionar para que el mundo de los libros no se convierta en un oligopolio más al servicio del "famoseo". Para ello, para que los intereses de la intelectualidad no se vean cortocircuitados por los intereses del capital, es necesario que el pueblo – el cliente soberano – sepa distinguir entre el "libro-mercancía" y “los otros", los libros ocultos en los rincones polvorientos de muchas librerías. Para ello, para que el consumidor tenga esa capacidad para discernir entre "lo bueno" y "lo malo" debe desarrollar una capacidad crítica que le permita, a través de los contrastes, tener independencia para comprar sin las influencias de la publicidad. Solamente así, salvando al intelecto de la "toxicidad mediática" conseguiremos despertar de su letargo al "rebaño de los anónimos". Un rebaño de millones de renglones escritos por plumas sin padrinos y endémicas de igualdad. Es, queridos lectores y lectoras, el cierre social de la cultura, el que encierra a la intelectualidad en una celda de barrotes y candados vigilados por la frivolidad.

Artículos relacionados:
Sin filosofía


Volver a la Portada de Logo Paperblog