Revista Cultura y Ocio
El 19 y 20 de abril del presente año se realizó en San Pedro Sula el Recital Nacional de Poesía “Clementina Suárez”, con el auspicio de una variopinta selección de patrocinadores y bajo la coordinación visible de los poetas sampedranos Jorge Martínez y Gustavo Campos.En un país como el nuestro, aquejado por una indolencia generalizada respecto del tema cultura, déficit que alcanza niveles alarmantes en cuanto a la literatura en particular, debemos coincidir en que la organización de este recital ha sido, sin lugar a dudas, una empresa loable, por lo que nuestras primeras palabras son de felicitación para sus creadores, quienes realizaron un esfuerzo encomiable. Sin embargo, ya desde el acto de inauguración se empezaron a manifestar los elementos del desastre. Faltos de auxilio económico, tan necesario en un evento de tal magnitud, los organizadores debieron transar con políticos vernáculos y sus tristes marionetas, a quienes cedieron el protagonismo permitiéndoles que degradaran un acto que originalmente estaba destinado a honrar a nuestra tradición poética. Para empezar, la asistencia al Salón Consistorial de la Municipalidad de San Pedro Sula fue paupérrima (ver foto). Y para la gran mayoría de los treinta y cuatro asistentes fue un verdadero suplicio escuchar las falsas promesas del ministro de Cultura, ofreciendo una versión hondureña de la borgeana Biblioteca de Babel: “quiero que los escritores escriban, porque en nuestra editorial publicaremos todos los libros que produzcan”; para después solicitar “un gran aplauso” (sic) para el buen Jorge, que enfundado en su traje de ocasión y rigurosa corbata intentaba desaparecer detrás del asta de la bandera. Los discursos de la contraparte municipal, pletóricos de vaguedades y lugares comunes, fueron el lamentable colofón de un acto chusco, que culminó con la humillación final, la invitación al lujoso brindis dispuesto a la par de la Marimba Usula: una docena y media de vasos de cartón llenos hasta el borde con los refrescos a punto de vencer donados por una embotelladora local para saciar la sed de los poetas de Honduras.Además, hay otro par de observaciones que no pueden obviarse, por una regla elemental de sinceridad y objetividad. Es imposible dejar de señalar que la atención a la convocatoria fue pobre, poco representativa, sobre todo en lo que respecta a poetas con mayor trayectoria y obra incuestionable (mujeres y hombres); en su lugar llegaron un par de aprendices, diletantes de tomo y lomo, “turistas literarios” que sustituyen el estudio y la creación seria y responsable por la pose histriónica y la verborrea inútil. En las lecturas colectivas, su triste condición de tartufos se reivindicó con inusual relevancia y los comentarios del público no se hicieron esperar, pese a que Jorge Martínez, apreciado amigo que a veces incurre en grandilocuencias estériles, haya afirmado en su blog que se dieron “perfectas ejecuciones poéticas”, aunque bien podría tratarse de una ironía magistral para aludir a jerigonzas apenas susurradas, tristes supercherías, murmullos casi inaudibles. Ya entrada la noche, en la Maison Maya el ambiente fue mucho más agradable y distendido, lejos de las estrecheces de la ingrata mañana consistorial. Aunque existe un mundo de distancia entre las posibilidades económicas de la comuna sampedrana y las de nuestro amigo José Carlos, lo cierto es que las atenciones de éste para los poetas fueron generosas y sinceras, superando con creces la infame tacañería de la mañana, por lo que el grupo de poetas invitados pudo disfrutar de un reconfortante y aromático cierre de jornada.Sobre los recitales en la UPN, Casa de la Cultura de El Progreso y la UNAH-VS, además de las lecturas por Radio UNO y las grabaciones de las voces de los poetas Pompeyo del Valle, Francisco Aquino y José Adán Castelar, hay que destacar que fueron ejemplo de solidaridad que debe mantenerse. Castelar, Aquino y del Valle también ofrecieron una lectura vespertina en la UNAH-VS, donde medio centenar de profesores y estudiantes pudieron escuchar de viva voz los poemas que construyeron el imaginario de una generación marcada por el compromiso político y una honda preocupación estética. Para concluir, es obligatorio llamar la atención sobre el hecho de que los organizadores han anunciado que tiene entre manos realizar en esta “zona de confluencias” un evento poético de carácter internacional. La empresa, en teoría, es meritoria. Pero es indudable que están obligados a reflexionar sobre los errores cometidos en este ensayo de recital, de lo contrario, si reinciden en seguir la misma línea organizativa, acabarán tropezando de manera estrepitosa.