Nos estamos acercando al gran final de esta soberbia marcha de los 10000 del Soplao y ahora afrontaremos los dos últimos puertos del recorrido tradicional, Ozalba y Carmona. Como del último ya te hablamos otro día ahora vamos a centrarnos en el Collado de Ozalba.
Seis kilómetros a poco más del 5,5 de pendiente media. No parece demasiado temible, ¿verdad? Pero lo cierto es que el Collado de Ozalba engaña en su perfil, y que además llega cuando tus fuerzas están muy tocadas.
Llegamos a Quintanilla, punto de partida de Ozalba después de disfrutar de más de diez kilómetros de cómodo y revirado descenso desde La Hoz. Por lo tanto nuestras piernas deberían estar bien preparadas para lo que las espera.
La características principal de Ozalba es su progresividad. Es un puerto que comienza muy suave para luego ir endureciéndose poco a poco. Los dos primeros kilómetros serán apenas al cuatro por ciento, por lo que podrás aprovechar para volver a retomar el ritmo de ascenso y podrás comprobar si tus piernas se han ido adaptando a la distancia o, por el contrario, estos dos altos se van a convertir en una auténtica pesadilla.
Easy AdSense by Unreal
La carretera de Ozalba está en perfecto estado (como puedes ver es una constante en el recorrido de la Marcha) y va ganando altura a través de curvas y contracurvas en mitad de un paisaje verde de praderías típicas de Cantabria. En invierno no es extraño ver pastar casi en la misma cuneta a mandas de corzos que bajan del bosque buscando brotes frescos. Pero seguramente el día de la marcha, con miles de ciclistas y toda la afición no se animen a dejarse ver.
Carretera revirada y tranquila
Tras estos dos primeros y suaves kilómetros llegamos a los cuatro finales, que ya sitúan su pendiente por encima del seis por ciento de forma constante, y que dejan algunos mordiscos por encima del diez por ciento en las piernas de los participantes. Pero, pese a todo, este puerto es el más amable de la marcha, bastante equilibrado en su recorrido y su pendiente y uno de esos altos, en definitiva, que resulta un placer subir por su paisaje y aparente sencillez. Tan sólo la fatiga puede jugar en nuestra contra en este caso.
La ansiada cima
El descenso es algo más empinado y nos lleva a través de casi seis rapidísimos kilómetros hasta Puentenansa, punto de partida de la collada de Carmona y que te sonará de haber pasado por aquí hace más de cien kilómetros camino de Piedrasluengas. Es en este momento cuando empiezas a jurar y perjurar por el durísimo bucle que has estado haciendo bajo el sol abrasador, o la lluvia fina, y empiezas a pensar que la bici es muy bonita pero que tú por aquí no vuelves. Algo que, por supuesto, olvidarás en cuanto acabes la marcha y busques desesperado un punto donde apuntarte para la del año siguiente.