Mientras escribo estas líneas me pongo a pensar de improviso en algunos que tenían la misma profesión que yo. Hoy ha acudido a mi mente el recuerdo de un escritor alemán, Friedo Lampe.
Me habían llamado la atención su nombre y el título de uno de sus libros, Al borde de la noche, traducido al francés hace más de veinte años y del que descubrí, en esa época, un ejemplar en una librería de los Campos Elíseos. No sabía nada de aquel escritor, pero antes de abrir el libro adivinaba su tono y su atmósfera, como si lo hubiera leído en otra vida.
Friedo Lampe. Al borde de la noche. El nombre y el título me recordaban esas ventanas iluminadas de las que no podemos apartar la mirada. Nos decimos que detrás de ellas alguien a quien hemos olvidado espera nuestro regreso desde hace años, o bien que ya no hay nadie. Salvo una lámpara que se ha quedado encendida en el piso vacío.
Friedo Lampe había nacido en Bremen en 1899, el mismo año que Ernst Bruder. Había estudiado en la Universidad de Heidelberg. Había trabajado en Hamburgo como bibliotecario y comenzado allí su primera novela, Al borde de la noche. Luego estuvo empleado en una editorial de Berlín. La política le era indiferente. Lo que le interesaba era describir el crepúsculo cayendo sobre el puerto de Bremen, la luz blanca y lila de las lámparas de arco, los marineros, los luchadores de catch, las orquestas, el campanilleo del tranvía, los puentes del ferrocarril, la sirena del vapor, y todas las personas que se buscan en la noche… Su novela apareció en octubre de 1933, cuando Hitler ya estaba instalado en el poder. Al borde de la noche fue retirada de las librerías y destruida, y su autor declarado “sospechoso”. Sin embargo no era judío. ¿Qué podía reprochársele? Simplemente, la gracia y la melancolía de su libro. Su única ambición -declaraba en una carta- había sido “hacer sensibles ciertas horas de la noche, entre las ocho y las doce, en las inmediaciones del puerto; pienso en el barrio de Bremen en el que pasé mi juventud. Veía desfilar breves escenas como en una película, entrelazando vidas. Todo era ligero y fluido, ligado de modo muy leve, pictórico, lírico, con mucho ambiente”.
Al final de la guerra, durante el avance de las tropas soviéticas, vivía en las afueras de Berlín. El 2 de mayo de 1945, en la calle, dos soldados rusos le pidieron la documentación y luego lo arrastraron hasta un jardín. Y allí lo mataron, sin pararse a jugar al bueno y al malo. Los vecinos lo enterraron en un lugar cercano, a la sombra de un abedul, e hicieron llegar a la policía lo que quedaba de él: sus papeles y su sombrero.
Patrick Modiano
Dora Bruder
Foto: Friedo Lampe
Créditos: unbekannt