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No es muy sorprendente el hecho de que Aristóteles en la actualidad, siga siendo una figura de mucho peso dentro de los bastos personajes históricos que se conocen popularmente, pues, sus aportes dentro de los diferentes campos de estudio en los que incursionó (física, metafísica, política y etc.) siguen siendo relevantes y son objeto de investigación. En la edad media, para occidente era aún más enigmática la figura de Aristóteles. No se tenía el gusto de conocer los textos de este filosofo por un descuido de los textos clásicos, sin embargo, sus ideas y saberes fueron revolucionarios para la iglesia católica y sus pensadores en cuanto se tuvo acceso a ellos.
Aristóteles. Comentadores Árabes del pensamiento aristotélico:
Es aquí donde el pensamiento aristotélico de occidente tiene su origen. Se sabe que hubo una influencia que ejerció Aristóteles en muchos pensadores del mundo árabe. Por mucho tiempo, los califas (príncipe sucesor de Mahoma) tuvieron la labor de traer a sus tierras a sabios sirios para ayudar con la traducción de las obras helénicas. Muchas de las obras eran traducidas del griego, al sirio, después del sirio al árabe, prestándose a malinterpretaciones y a todo lo que supone un texto no traducido desde el idioma original al deseado. Incluso, hubo textos apócrifos que fueron asociados a Aristóteles, poniéndolo como autor de las obras.
Entre los califatos, uno de los más conocidos por su ubicación territorial (España), fue el Taifa de Toledo, que cayó en el año 1805 a manos de los españoles, donde bajo las órdenes de arzobispo Raymundo, se fundó una escuela de traductores. Es ahí, cuando el pensamiento aristotélico se vuelve un objeto de estudio para los católicos occidentales. Se puede decir, que la filosofía árabe, con fuertes bases aristotélicas, ayudó a sentar las bases de una futura filosofía moderna en Europa.
Introducción del pensamiento aristotélico y su censura.
Gradualmente, el interés por el pensamiento aristotélico iba en aumento, en parte, gracias a las traducciones de Domingo Gundisalvo, Gerardo de Cremona, entre otros. Pero así como había aspectos que simpatizaban con el pensamiento religioso, había muchos otros que chocaban con muchas de las ideas preestablecidas del agustinianismo, un entorno ideal para el integrismo católico.
Algunos franciscanos modificaron detalles en el pensamiento agustiniano, colando en él, pequeñas migajas de la filosofía de Aristóteles, teniendo a San Buenaventura, que nunca repudió a Aristóteles como hicieron otros.
San Alberto Magno:
Se puede decir, que el dominico alemán, San Alberto Magno, fue la primera persona que sin prejuicio alguno, decidió estudiar a Aristóteles a pesar de todo el rechazo que la figura del estagirita tenía en ese entonces. Fue un personaje muy importante, aparte de ser el descubridor de Santo Tomás de Aquino, el máximo representante de la escolástica junto con él obviamente también era un reconocido erudito en diversos temas y también fue uno precursores de la ciencia renacentista.
Santo Tomás de Aquino, su figura y su censura:
Pero el más grande representante de la escolástica y del pensamiento aristotélico en el mundo occidental católico, sin duda fue Santo Tomás de Aquino. A su manera, intentó hacer racional a la religión, con ayuda de la filosofía grecolatina, como muchos de sus compañeros escolásticos, enfocándose en Aristóteles como ya antes se mencionó.
Tomó de él las armas necesarias para explicar sus ideas, de hecho, su filosofía está fuertemente arraigada al pensamiento aristotélico y es quien termina de hacer el trabajo de San Alberto Magno, la labor de introducir a Aristóteles en la escolástica. Al igual que su maestro, a Aquino se le han atribuido características de un erudito y crítico. Trató de racionalizar lo divino con ayuda del pensamiento aristotélico, también, llegó a formular argumentos para demostrar la existencia de Dios. Algo similar a lo que hizo Averroes al querer relacionar el pensamiento aristotélico con el islam.
Después de su muerte en 1274, se volvería a censurar el aristotelismo, prohibiendo a comentadores del tema, como por ejemplo a Averroes y también a Aquino formándose un movimiento “anti-tomista”. Estas acciones enfurecieron al anciano San Alberto Magno, acciones que no pararon hasta la canonización del santo en 1323 por el papa Juan XXII, incluso aún después de esto había cierto estigma por la filosofía de Santo Tomás, no fue hasta el siglo XV cuando por fin las enseñanzas de Aquino pudieron ver la luz en las escuelas y un siglo después en las universidades.
Impacto del pensamiento aristotélico:
El pensamiento aristotélico fue para la edad media, un ir y venir entre aceptación y rechazo, principalmente por la tradición agustiniana de carácter platónica, que era más agradable para la visión occidental y católica. El mundo de las ideas embonaba mejor que la realidad terrenal de Aristóteles.
Sin embargo, el aristotelismo supo colarse en la filosofía de la edad media gracias a personajes como San Alberto Magno y Santo Tomás de Aquino, sin desmeritar a los comentadores árabes del pensamiento de Aristóteles como Averroes, que fue inspiración para muchos de los estudiosos del pensamiento aristotélico; una filosofía que no conocía la coalición entre la razón y la fe. No por nada, su imagen ha estado en el vaticano junto con la de otros filósofos, inclusive Averroes, en la pintura “La escuela de Atenas”, pintada por Rafael.
Sus aportes no solo llegaron a la filosofía medieval, también hay una esencia del pensamiento aristotélico en la política de la edad media, en el tramo de tiempo de 1250 a 1450. Con Santo Tomás, el pensamiento aristotélico siguió perdurando durante siglos, tal vez Aristóteles no fue la persona canonizada bajo la iglesia, pero Aquino, quien fue en vida uno de los estudiosos del aristotelismo sí, y con ello hay un fuerte vínculo entre el catolicismo y el aristotelismo. Hace no tanto, con el Papa León XIII, se dio el renacer de un tomismo modernizado y durante principios del siglo XX, se fue gestando un neoescolasticismo que aún llevaba en su esencia el tomismo y el pensamiento aristotélico.
Autor: Jesús Dolores Villanueva Hernández para revistadehistoria.es
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Bibliografía
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