AMOS OZ: Al menos una vez por semana vienen entrevistadores de un montón de países. Y siempre llega el momento de hacerme la misma pregunta, exactamente la misma: “¿Cuál es el papel de la literatura?”. Hay diversas variantes: el papel de la literatura en la sociedad, el papel de la literatura en la política, en la conciencia judía, en el conflicto palestino-israelí. Y yo les digo: “Cambiad de pregunta”. En vez de preguntarme por el papel de la literatura, preguntadme por el regalo de la literatura. Y ellos lo hacen, por educación, pero no les resulta cómodo. No están contentos, ellos querrían que yo les diera un pez gordo que poder poner de titular, les gustaría oírme decir que la literatura es un látigo con el que hay que fustigar a los políticos o que la literatura es la punta de lanza de la revolución. No sé lo que les gustaría. En vez de todo eso, yo digo: El regalo de la literatura. Yo les digo: El regalo de la literatura es doble. Primero coges un libro, una novela, un relato, y lo vas leyendo y, en la página veinticuatro, la respiración se te acelera: pero si ese soy yo, ¿Cómo podía saber eso la escritora? Ella no me conoce. Y no está hablando simplemente de mí, está hablando de mis secretos, y no se los he contado a nadie. Ese es un tipo de regalo. El segundo es el regalo contrario: lees una página tras otra y, al llegar a la ochenta y cuatro, completamente atónito, dices: guau, ese jamás podría ser yo. Aunque me diesen un millón de dólares, no haría algo así. De ningún modo sería capaz de hacerlo así. Esas dos experiencia, “ese exactamente soy yo” y “ese de ningún modo soy yo” (y a veces: “menos mal que no soy yo”), están entre los grandes placeres de la lectura, porque tú, la lectora, estás invitada a revisar tus propios límites. Incluidos los territorios lejanos, en provincias que visitas muy de vez en cuando, o puede que nunca. Pero en el relato de pronto lo reconoces y dices: Sí, yo tengo una región remota así; no he estado allí desde hace años, pero es mía, es parte de mí. O al contrario, dices: No, eso está completamente fuera de mis límites. Mis pies jamás lo pisarán. Lo primero es un placer y lo segundo también. Y también existe un tercer placer, cuando, durante la lectura, tus límites comienzan a expandirse. Es como si las paredes se abriesen y se te mostrase un paisaje que jamás habías visto. O un paisaje que te daba miedo ver.
SHIRA HADAD: Hemos vuelto a los límites con los que empezamos.
AMOS OZ: Exacto. Es el placer del descubrimiento. ¿El descubrimiento de qué? De lo extraño y de lo conocido. Creo que esos dos descubrimientos son regalos. No te voy a decir que siempre sean un placer. El descubrimiento de uno mismo con frecuencia es lo contrario de un placer. El descubrimiento de un extraño a veces tampoco es nada fácil. Pero es un regalo. Todo se expande de repente. Ese es, desde mi punto de vista, el regalo de la literatura. Y, para mí, el placer como narrador de historias es darte un regalo como lectora.
SHIRA HADAD: Tal vez sea el regalo del arte, no solo de la literatura.
AMOS OZ: La buena literatura está más cerca de la pintura y de la música que de la historia, la sociología, el judaísmo, el sionismo, la tradición de la comunidad oriental y occidental o lo que sea. Puede que te haya dicho alguna vez que, en mi opinión, la literatura es, en realidad, prima hermana del chismorreo, de la avidez humana por saber qué ocurre tras las persianas cerradas de los demás, cuáles son sus secretos. Lo que pasa es que la literatura no saluda por la calle a ese primo suyo, porque se avergüenza del parentesco que los une. La diferencia entre esos primos es que el chismorreo nos cuenta lo que en el fondo ya sabíamos, es decir, que todos en el fondo somos lo mismo y que nadie es el no va más. Mientras que la literatura nos cuenta a veces algo que no sabíamos, y resulta que, de pronto, le llega una luz que proporciona a esa cosa conocida el arrebatador sabor de la novedad, de la primera vez en la vida. El chismorreo es el ansia que todos tenemos de mirar por la ventana de los vecinos para ver si allí están más o menos como nosotros o no. Por el contrario, la literatura nos invita a veces no solo a mirar por la ventana de los vecinos, sino también a ver por un instante cómo es el mundo entero cuando miramos desde la ventana de los vecinos. E incluso cómo somos tú y yo cuando nos miran a través de la ventana de los vecinos.
Amos Oz
¿De qué está hecha una manzana?
Conversaciones con Shira Hadad
Editorial: Siruela
Traducción: Raquel García Lozano
Foto: Amos Oz