Escritor: John Maxwell Coetzee
Elizabeth Costello, es una escritora australiana de prestigio nacida en 1928; Blanche Costello, es su hermana, y además una misionera médico de relevancia. Ambas ya ancianas. Estamos casi en el año 2.000. Poseen la edad y posición para decir lo que piensan. La misma Elizabeth reconoce: “yo digo lo que pienso. Soy una anciana. Ya no tengo tiempo para decir cosas que no pienso”. Y los lectores empezamos a frotarnos las manos …
Diría que el punto fuerte de este libro es impresionante. Creo que cuestiona si el Renacimiento ha traído lo que se pensaba en sus orígenes, de la mano de su movimiento intelectual: el humanismo.
Creo que este movimiento, tanto visto desde una perspectiva afín al mismo, como por otra no tan afín, queda en este libro desmitificado, en cuanto a su objetivo inicial de dar respuestas al hombre. Para ello, Coetzee ha elegido a estas dos mujeres y hermanas, y me parece que ha sido así deliberadamente: primero porque al ser mujeres puede permitirse ciertas libertades en los argumentos, ya que para él cuando una mujer habla, no duda en utilizar ejemplos para explicar argumentos, aunque puedan resultar crueles, y además dice, que lo hacen de una forma que los hombres casi nunca se atreverían a hacer; y por otro lado, el hecho de que sean hermanas, hace ver cómo esas dos perspectivas, repercuten en la vida de cada una de ellas: la humanista en la que se encuentra más cercana Elizabeth; y la visión de la Iglesia no reformada (aunque secundara a Lutero) en la que se encuentra más cercana Blanche.
Así que por un lado tenemos a Elizabeth Costello que se mueve en este mundo de las Humanidades, aunque sea crítica con lo que hoy se considera humanismo. Es consciente de que las humanidades no ha conseguido dar las respuestas a las “almas llenas de apetitos” que acuden a nosotros, dice. A Elizabeth Costello sólo le interesa una parte de esa herencia, que ella llama la de “los griegos correctos”. Y nosotros, acompañándola por las universidades, en cenas, comidas, encuentros y hasta en algún que otro crucero, rodeados de otros invitados eminentes de todas las diferentes disciplinas que componen las humanidades, como historiadores, psicólogos, teólogos, politólogos, profesores, escritores, filósofos , científicos, etc, vamos a escuchar en primera fila esas conferencias, conversaciones y debates en los que quedan reflejados una variedad ideológica en la representación de las diferentes posturas. Resultan unos debates delicatessen y además desarrollados de una forma tan amena, que convierten este libro en una joyita imprescindible, con mucho de didáctico. Entre muchos temas, está:
El tema de los animales, con muchos temas satélites como el vegetarianismo, el maltrato animal, y muy especialmente la existencia de las granjas industriales, “estamos rodeados de una industria de la degradación, la crueldad y la muerte que iguala cualquier cosa de que fuera capaz el III Reich”. Llega a comparar la postura que nosotros adoptamos ante las granjas industriales, como la de esas gallinas y cerdos hacinados, por poner un ejemplo, con la postura que los alemanes mantuvieron “de mirar hacia otro lado” durante el holocausto judío. Es que Coetzee siempre va buscando amigos. Es genial. Son discusiones de nivel, en las que intenta buscar por ejemplo, un origen filosófico o movimiento histórico que explique la actualidad, y todo ello sin resultar algo de difícil digestión para el lector. Me encanta en especial, cómo cuestiona lo que para Descartes fue la razón universal, citando a Kant que al respecto, dice: "La razón tal vez no constituye el ser del universo sino, simplemente el ser del cerebro humano" y añade Elizabeth Costello, “y aún peor, el ser de una sola tendencia del pensamiento humano”.
Otra cuestión fantástica es sobre la existencia del mal, se dice: ¿se debe de escribir la maldad? ¿No es esa una forma de transmitir ese mal? No hay nada más que ver el mal cuerpo que nos deja. ¿Se puede criticar a estos escritores, como transmisores del mal?, ¿pero no sería más bien, que el que esté criticando esta transmisión del mal, lo que está en realidad es pidiendo a voces ¡por favor, por favor! “¡Déjame mirar a otro lado, déjame mirar a otro lado!” y que el que realmente es capaz de escribirlo y leerlo está mostrando una naturaleza fuerte de carácter en el sentido de que esto no lo tambalea, sino con determinación le hace mirar la maldad de frente y aprender de ella?.
Y como no puede faltar en Coetzee: el asunto del deseo. Dice algo así que cuando con la edad, el deseo le va abandonando a uno, adquirimos una distancia desde la que observamos el mundo, y desde esta distancia nos damos cuenta de que es el azar y este deseo (o apetencia) lo que construye el universo.
De otro lado está Blanche, la parte más radical, que niega el humanismo actual de las universidades, porque para ella el humanismo ha fracasado, ha muerto, y en manos de la misma razón que en el Renacimiento lo hizo posible, al haberse desviado de lo que persiguió en un principio. Y este punto de vista es explicado también y tan bien. Resumiendo, Blanche dice: si el estudio de las Humanidades hoy “se reduce a imaginar simplemente nuestro potencial más oscuro, tengo cosas mejores en que emplear el tiempo. Sí, por otro lado, el estudio de la humanidad ha de ser un estudio de lo que puede ser el hombre renacido, esa es una historia distinta”. Para Elizabeth, hay una parte del Renacimiento que no se puede pasar por alto, “las humanidades nos devolvieron nuestra belleza humana. Eso fue lo que nos enseñaron los griegos correctos”. Para Blanche, esa belleza no aporta nada a la gente normal (creo que se refiere sobre todo a los muy pobres y oprimidos) “no quiere a los griegos. No quieren el reino de formas puras. No quieren estatuas de mármol. Quieren a alguien que sufra como ellos. Como ellos y por ellos. Estas escenas las verás aquí, en Brasil, en Filipinas y hasta en Rusia” Y sigue, y sigue y sigue …
El final es lo que menos me ha gustado, es muy kafkiano, pero aviso que habrá a amantes de este tipo de simbolismos que les encantará, y para los que no tanto, decir que no llega ni a ocupar el 2% del libro. Y es también quizás necesario para aligerar la importancia de todo este universo de las creencias.
Como despedida algunas curiosidades:
Entre los muchos temas intrusos que aparecen, me quedo con el de: el escritor y la inmortalidad, en el sentido de que ¿cuánto pueden durar en nuestra memoria las obras de los escritores, y así sobrevivir estos escritores en sus obras?, porque ¿hasta dónde podemos cargar en la memoria de las generaciones venideras con los autores del pasado?. Algo que por otra parte ya decía Marco Aurelio en su libro de “Meditaciones”, sabía que más tarde o más temprano, al final quedaría olvidado (en su caso, aún no ¿eh?).
Otra curiosidad: Cuando Albert Camus era pequeño, su abuela le pidió que trajera del corral una gallina para la comida.