Revista Sociedad

El regalo más grande

Publicado el 15 febrero 2012 por Hogaradas @hogaradas

Por Hogaradas
Hay regalos pequeńos por su tamańo, pero grandes por todo lo esconden. El pasado sábado recibí el que probablemente sea el regalo más entrańable que he recibido jamás, pequeńo en tamańo, tanto como las manos que lo hicieron, y grande, tanto como quien con tanta alegría y emoción me lo entregó.
Una pequeńa caja de zapatos convertida en una habitación de una casita de muńecas, en la que no falta de nada, su camita, su cómoda, una mesa y una pequeńa silla, hasta televisión y un teléfono móvil, todo revuelto y descolocado por el viaje que había hecho hasta llegar a mis manos, pero quizás ahí residía también la magia del regalo, el disfrutar de un rato juntas colocando aquí y allá minuciosamente cada una de las piezas de este peque puzzle, hasta encontrar el lugar perfecto para todas y cada una de ellas.
Alguna vez, hace ya tiempo, pensé que quizás un día llegara este momento, pero reconozco que también precisamente el tiempo transcurrido me había hecho descartar completamente la idea, y sin embargo mi regalo llegó, de manera inesperada, quizás antes de los que cualquiera hubiera previsto, envuelto en un bonito papel de lunares rosas y amarillo, y con una pequeńo papel pegado en uno de sus laterales con celofán “ Para Ara de….”
Y llegó para confirmar lo que a veces tantas y tantas veces repetimos pero que también tantas y tantas veces nos cuesta creer que llegué a hacerse realidad, porque sí es cierto eso de que “el tiempo pone las cosas en su sitio”, y esta pequeńa caja de zapatos, y la ilusión con la que quien la traía en sus manos me la entregó, la misma con la que según me cuentan la mantuvo impaciente, nerviosa y ansiosa por entregármela durante todo el día, es la clara confirmación.
Un regalo pequeńo, pero el más grande que he recibido jamás, como esos que las hijas regalan a sus madres, los que hacen en el colegio, o en casa, a escondidas, en los que ponen todo su empeńo y esas pequeńas manos se encargan de crear, porque no solamente son y se sienten madres quienes tienen a sus propios hijos, también hay muchas madres, cada día más, que lo son sin serlo, sin haber llevado en su vientre ninguna criatura, madres que de repente se han visto con la enorme responsabilidad de tener en sus manos unos nińos con sus propias madres, y que como han podido, a veces mejor, otras peor, por supuesto, han intentado ir capeando el temporal y hacerlo lo mejor posible.
El sábado me sentí como una auténtica madre, y mi orgullo fue todavía mayor, porque pensé que no lo habría hecho del todo mal cuando ella me habría considerado merecedora de este pequeńo-gran regalo.
Había esperado mucho, quizás demasiado tiempo, pero es cierto que a veces merece la pena la espera, como en este caso, porque nunca un regalo tan pequeńo se había convertido en algo tan, tan grande.

El regalo más grande


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