Ocho años han pasado ya del inicio de la guerra siria, un conflicto que aún no ha terminado, aunque parezca haber pasado ya por su pico de mayor intensidad. En 2011, cuando aún no se podía anticipar el alcance que llegarían a tener las revueltas, y como respuesta a la represión ejercida por el Gobierno de Bashar al Asad, muchos diplomáticos fueron abandonando el país. En Damasco las embajadas se fueron vaciando progresivamente, y muchos Estados de la zona con intereses en Siria aprovecharon para apoyar al bando que más les convenía en una guerra civil que también empezó a tener mucho de guerra regional.
Para ampliar: “La guerra en tierra de otros”, Trajan Shipley en El Orden Mundial, 2017
Finalmente, la Liga Árabe decidió en noviembre de 2011 suspender a Siria del seno de la organización, alegando el incumplimiento del plan de paz que el Gobierno de Asad había aceptado “sin reservas”. La salida de la organización panarabista aislaba a Siria ya no solo internacionalmente, sino también regionalmente. La única esperanza que le quedaba a Asad para no acabar siendo depuesto —como Mubarak en Egipto y Ben Ali en Túnez— o, en el peor de los casos, asesinado —como Abdalá Salé e...
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