Sallis ya escribió una buena novela con Drive, una novela diferente, con una cadencia, unos silencios y un ritmo que eran una seña de identidad (tanto de la novela, como del propio Sallis)
Pero imaginad que, unos años después, un Sallis más maduro, más experimentado, más vivido, escribe una segunda parte de esa novela tan extraña que era Drive.
El resultado es diez veces mejor.
¨Tomamos las decisiones a partir de lo poco que entendemos de nosotros mismos, que es lo que nos mantiene en nuestro sitio. Luego contenemos la respiración, esperando que los cielos se abran en cualquier momento.¨
Las novelas cortas tienen algo que me fascina, si están bien escritas, son absolutamente maravillosas. La capacidad de concentrar en apenas cien o ciento cincuenta páginas una buena historia; una historia, una trama, con peso, bien construida, es algo que no se da muy a menudo. Si es verdad que en la época dorada del Pulp, la tendencia era esa, pero también las novelas eran mucho más simples. Hablo de la época moderna, donde Sallis es un auténtico Maestro de la novela corta, concisa, cortante y oscura.
Driver, ese enigmático, tranquilo y experto conductor, ha dejado atrás su antigua vida de asesino y cómplice de atracos. Vive lejos de todo aquello, retirado, al margen, con una nueva vida, un nuevo negocio, de coches, por supuesto, y sale con Elsa, su nuevo amor, uno de sus pilares, alguien a quien aferrarse.
Pero claro, uno no puede dejar atrás un reguero de sangre, de cadáveres, por muy malvados que fueran esos tíos, no puedes dejar atrás un montón de mala gente enfadada, muy enfadada y con mucho poder, y seguir como si no hubiera pasado nada. Ni aunque te escondas, ni aunque te mimetices, ni aunque te hagas invisible. Te acabaran encontrando, y te lo harán pagar.
Sallis le ha dado a ésta novela un punto más de oscuridad que a su antecesora, un punto más de desdicha, que hacen que a la novela la envuelva un halo de desarraigo, de vacío, de tristeza. Es así como tiene que ser, ya que la vida de Driver es así; de constante huida, de constante alerta, una vida de moteles y de casas prestadas, de identidades falsas, de cafeterías de carretera. Pero Sallis no ha escrito una novela trepidante, al contrario, ha seguido con esa cadencia que es su sello de identidad, con esa tranquilidad y esa pausa, con esa armonía que a muchos nos ha seducido desde la primera vez que lo leímos, con esa manera sencilla de contar las cosas como si no las contara.
Leer a Sallis es como deslizarse por la nieve a toda velocidad con el culo pegado a una bolsa de basura; es tremendamente fácil y placentero, te hace feliz y además se te pone cara de idiota.
Otra de las cosas que hace de este libro una pequeña maravilla es como Sallis introduce en la novela los Muscle Cars. Ya en la primera parte nos dejó una pequeña pincelada, pero en esta segunda, desde que Driver se agencia un Ford Fairlane y lo arregla a su gusto, no paramos de disfrutar de pequeñas imágenes de esos coches clásicos y potentes. Tenemos la suerte de que Driver pasa muchas partes de la novela en un lugar un tanto singular donde tiene un pequeño garaje donde arregla un Fairlane y no está solo su garaje, si no que todo es un pequeño complejo lleno de garajes…
El regreso de Driver es una pequeña exquisitez, como encontrar una Penthouse entre las revistas del corazón en la consulta del dentista. Es un libro oscuro, sí, pero no es trágico, ni efectista, no hay sorpresas al pasar la página, ni ojos desorbitados a mitad de párrafo. El regreso de Driver es más de entornar los ojos, es más de medias sonrisas, de asentimientos silenciosos, de silencios.
Es más de disfrutar conduciendo si saber a dónde se va, que de conducir deprisa para llegar a nuestro destino.
El regreso de Driver
James Sallis
RBA Serie Negra 2013
140 páginas.