Con el trasfondo de la publicación de “La civilización del espectáculo”, el libro de Mario Vargas Llosa, el novelista y periodista español Juan Cruz Ruiz efectuó un interesante reportaje, publicado hace unos días por “Ñ”. Seleccionamos los párrafos más interesantes de esta charla, para el presente post.
No sé si has visto en The New Yorker una carta de Philip Roth, una carta abierta a Wikipedia. Cuenta que él descubrió cómo Wikipedia describía su novela La mancha humana de manera totalmente equivocada porque decía que estaba inspirada en la vida de un crítico de The New York Times. Y él explica en su artículo que no es así, que apenas vio a ese señor una vez, que no sabía nada de su vida personal y que la novela estaba basada en un íntimo amigo suyo al que le ocurrió todo aquello. Wikipedia le contestó que todo autor tiene derecho a hablar sobre su libro pero que mientras no hubiera otras fuentes secundarias que corroboraran lo que él decía, iban a mantener lo que ya habían publicado. Por tanto, Philip Roth ha quedado totalmente disociado de poder opinar sobre su libro porque Wikipedia llega a millones de millones de personas y da una versión de él mismo que está en contradicción flagrante con lo que él cree ser, pero no tiene el peso suficiente como para poder contrarrestar esa especie de fuerza torrencial que es la tecnología. Es un síntoma interesantísimo de cómo hoy en día puedes ser despojado de tu identidad y quedar en la impotencia más absoluta frente a eso.
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Hemos llegado a una situación en la que uno puede ser despojado de su identidad y le puede ser impuesta otra absolutamente distinta a través de una tecnología completamente amoral. Por una parte se utiliza de manera formidable para aumentar la comunicación y para combatir las censuras, pero por otra es utilizada por pillos, por gente amoral que la convierten en un arma destructiva terrible.
Creo que este es un problema cultural, no es un problema de pura delincuencia o criminalidad, hay detrás una cultura que no sólo permite estos fraudes sino que de alguna manera los alienta y los atiza porque son formas extremas, y por supuesto depravadas, de diversión, de entretenimiento.
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Me parece absolutamente trágico porque el periodismo ha sido una de las manifestaciones culturales más importantes para la formación de una sociedad y si lo que finalmente lee el gran público es la prensa amarilla, lo escandaloso, la prensa chismográfica, ¿cuál es el futuro de una sociedad formada con ese tipo de alimentos “intelectuales”? Es inquietante.
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…no creo que sea cierto que el soporte no tenga un efecto sobre el contenido. En un momento de transición sí, cuando estás trasvasando los contenidos del papel a la pantalla, puedes pasar contenidos que tengan el mismo rigor, la misma profundidad que tenían en el papel. Pero cuando las pantallas y las tabletas hayan derrotado directamente al libro y se escriba directamente para las pantallas, creo que el contenido va a experimentar el mismo proceso que han experimentado los contenidos de la televisión, se van a simplificar y a banalizar para alcanzar al mayor público posible y ganar el mercado, simplemente.
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Esta es una cultura que crea espectadores más que lectores. No creo que la imagen y la palabra sean la misma cosa, no creo que tengan la misma función. La imagen entretiene mucho, es a veces mucho más intensa que la palabra, pero muchísimo más efímera y no estimula el esfuerzo intelectual para nada, al contrario. Mientras que la palabra, como tienes que traducirla y convertirla en conceptos y articular los conceptos dentro de un argumento, tienes un trabajo intelectual que te hace participar de la creatividad de cualquier objeto literario o artístico.
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Creo que la imagen tiende a crear públicos muchísimo más conformistas y pasivos y ese es para mí uno de los aspectos inquietantes de la nueva orientación que tiene la cultura en nuestro tiempo.
Es verdad que es una cultura más democrática, como dicen sus defensores, y llega a un público muchísimo más amplio, sin ninguna duda, pero precisamente llega porque exige muchísimo menos esfuerzo intelectual. Al mismo tiempo, en lugar de alentarlo, aleja el espíritu crítico y tiende a crear espectadores. La sola definición de la palabra significa una cierta aquiescencia conformista.
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El papel no es sólo el papel, el papel para mí es fundamentalmente palabras que se convierten en conceptos, razones, argumentos y reflexiones, fuente primordial del conocimiento y de la evolución de una sociedad hacia formas cada vez más participativas y democráticas. La cultura del puro entretenimiento y espectáculo no crea ese tipo de ciudadanos, nos retrotrae un poco a la época del pan y circo, el gran instrumento que han tenido todas las dictaduras a lo largo de la historia para tener aplacada y domesticada a la sociedad. Curiosamente la tecnología está creando unos instrumentos que en un mundo moderno pueden permitir crear otra vez sociedades completamente conformistas.
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Ese desprecio que hay hacia la política es peligrosísimo. Puedes decir que anda muy mal, que hay mucha corrupción, sí, todo esto es cierto pero empezar a despreciarla es acercarse al ideal de toda sociedad autoritaria. Todos los sistemas autoritarios o totalitarios lo que quieren es que la sociedad se adocene, sea obediente, esté entregada a sus ocupaciones profesionales, técnicas y no se ocupe de la política, que la deje a los políticos, a quienes tienen el poder. Esa es la negación y desaparición de la democracia.
La democracia no sólo puede desaparecer por golpes de estado pretorianos, puede desaparecer también por indiferencia y desprecio a la política y a los políticos. Convertir a la política en una actividad despreciable es fantástico, es resignarse a dejar el poder en manos de los vivos, los pillos y los audaces. La creación de lo que es la democracia, que es la participación, tener unos representantes a los que puedes fiscalizar a través de la crítica, de las elecciones, o sancionarlos y premiarlos a través de tu voto se puede depravar extraordinariamente con ese desprecio a la política que hoy se está extendiendo de manera impresionante.
Todas las encuestas dicen que hay un desprecio por la política, que la política es algo cada vez menos respetable y la verdad es que está siendo así porque atrae cada vez menos a la gente de mayor talento. Los jóvenes más brillantes generalmente no se orientan hacia la política, se orientan hacia la economía, la empresa, hacia profesiones donde pueden tener mayor éxito económico y la política va quedando en manos de gente menos talentosa, menos preparada, más mediocre y a veces también menos honesta. Es un fenómeno peligrosísimo y todo es un problema cultural básicamente, ni siquiera es un problema de tecnología.
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La demagogia ha existido siempre pero lo importante es que tuviera como contrapartida un sector, a veces muy amplio, de la sociedad impregnada de una cultura que la defendía contra la demagogia y que permitía que la razón se impusiera siempre sobre la pasión. Pero es un fenómeno cultural, si la cultura se desploma porque se convierte en una forma más de entretenimiento, se banaliza, se simplifica y se frivoliza, la demagogia puede llegar a reemplazar enteramente a la democracia… Hay ahí un peligro de decadencia.
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Los bárbaros ahora somos nosotros, eso es lo terrible. El bárbaro que todos llevamos dentro, como decía Bataille: “El ser humano es una jaula de ángeles y de demonios”. A veces prevalecen los ángeles pero ahora, claramente, prevalecen los demonios.
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¡Esperemos que sea una profecía equivocada! Lo importante es estar convencido de que la historia no está escrita, que puede cambiar y que depende enteramente de nosotros. Si llegamos a ser conscientes de que ese proceso puede ser trágico para la humanidad, reaccionamos y cambiamos la orientación, es perfectamente posible. Lo que no veo son muchos síntomas de querer rectificar esa orientación sino al contrario, hay una especie de abandono del espíritu crítico, ese espíritu crítico tan importante para que la cultura tome otro sesgo, empiece a renovarse a sí misma, a rejuvenecer y a cobrar otro tipo de ímpetu.
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…al final, lo que mejor te permite enfrentar ese tipo de desafíos es la cultura, te da unas armas para enfrentarte a ellos de una manera más creativa. Creo que enfrentar la crisis con el caos o la anarquía no resuelve los problemas.
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…esto no ha sido premeditado por nadie, ha habido una evolución que nos ha ido empujando en una dirección en la que estamos sacrificando las mejores conquistas de la humanidad, la libertad, la democracia, la creación de un individuo más o menos soberano que puede elegir su propio destino… Todas estas son las grandes conquistas de la cultura y fundamentalmente de la occidental, no hay que tener complejos y decirlo.
De pronto todo esto está siendo amenazado desde dentro por fenómenos que tienen que ver curiosamente con el progreso, el gran progreso tecnológico que ha traído beneficios admirables, pero al mismo tiempo con el desplome de cosas muy importantes que sujetaban, que eran una especie de armazón invisible del progreso de la sociedad. Lo puedes llamar de distintas maneras pero básicamente creo que son valores, jerarquías, órdenes de prelación que tienen que ver con la conducta y con ciertas actitudes de respeto que han empezado a descalabrarse de una manera casi insensible hasta que de pronto nos hemos encontrado con que ya están ahí.
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…esa es la gran función de la cultura, divierte también, por supuesto, cómo no va a divertir leer un buen libro, ir a ver una exposición o un concierto, pero es que la función de largo alcance de la cultura era darte respuestas frente a esas grandes incógnitas de las que está hecha la vida, y para darte por lo menos una preocupación respecto a esa problemática, lo que ya es una manera de buscar soluciones a la misma.
Leer buena literatura, escuchar buena música, ser sensible a las artes plásticas, significaba que tu horizonte crecía de una manera muy notable, que entendías muchísimo mejor las imperfecciones humanas, las mediocridades, las visiones pequeñas o los prejuicios. La cultura te daba esa visión enriquecedora de la existencia, mejoraba muchísimo tu relación con los demás y hacía que rompieras ese estrecho caparazón de la ignorancia. Si la cultura se convierte en pura diversión, en puro entretenimiento, la función que tenía no la llena nada porque puedes tener una tecnología avanzadísima que te permite hablar con Nueva Guinea y enterarte al mismo tiempo de lo que pasa en las Antípodas, pero al final no te arma, te entretiene pero es pasajero, efímero.
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Escuchas una sinfonía de Mahler o escuchas a Bach tocado por Glenn Gould y descubres lo que es la belleza y también lo que es feo. Son diferencias muy importantes que mejoran extraordinariamente tu vida. Si eres capaz de percibir la belleza y detectar más rápidamente la fealdad, educas la sensibilidad de forma extraordinaria y te sirve para todo, para las relaciones humanas, para que a la hora de enamorarte vivas el amor de una manera mucho más intensa, más rica, más profunda que hace que ese amor sea menos superficial y no sólo algo puramente subordinado al momento del instante.
La cultura abarca todo, abarca enteramente la vida en sus expresiones mínimas y en las más complejas, no es una forma de llenar el ocio, no, es algo que tiene efecto directo y muy profundo en todas las cosas importantes de la vida humana. Creo que era muy claro en el pasado. Aunque todo el mundo no podía acceder a la cultura, desgraciadamente, y llegaba a minorías, esas minorías por lo menos eran muy conscientes de la importancia que tenía.
Esto es lo que se está perdiendo y creo que muchas de las crisis espantosas que estamos viviendo, que nos dejan totalmente aturdidos y desconcertados, vienen de esa carencia, de ese vacío que resulta de convertir la cultura en un entretenimiento pasajero.
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…en las artes plásticas es donde el embauque es más flagrante, donde vividores completamente amorales se convierten de pronto en las figuras icónicas de la época. Ahí es clarísimo el fraude, el embuste y el extraordinario papanatismo al que hemos llegado.
Pero no es un fenómeno que se pueda concentrar en las artes plásticas, se da prácticamente en todos los ámbitos, en el de la reflexión de la filosofía, que pasa de una oscuridad que quiere parecer profundidad y no es más que una trampa, es una oscuridad puramente formal que lo que disimula es un gran vacío. Esos embustes en este mundo son perfectamente posibles porque son aceptables, se ha estimulado por el tipo de cultura que tenemos.
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…en el mundo de la cultura la gente parece estar diciendo: ¡Engáñeme! Y ahí tienes a los estructuralistas que te responden y te engañan (risas). Si el engaño se vuelve una necesidad, habrá gente que creará el engaño como producto cultural.
“Mario Vargas Llosa: ‘Los bárbaros ahora somos nosotros’”
Reportaje de JUAN CRUZ RUIZ a MARIO VARGAS LLOSA
(ñ, 30.11.12)