El pasado domingo apareció la cabeza de un lobo flotando en la piscina de Infiesto y hoy los bañistas se indignan porque la piscina permanece cerrada por "problemas de mantenimiento". La gente se indigna porque no se pueden bañar, pero no les parece tan grave que a su alrededor, quizás en la toalla de al lado y compartiendo espacio con sus hijos, tengan a un perturbado mental capaz de decapitar a un animal y arrojarlo a una piscina pública con la intención de chantajear a la administración y dar suelta a su sadismo de frenopático.
Y lo más grave es que no es la primera vez que ocurre. En los últimos años han aparecido dos cabezas de lobo colgadas del puente romano de Cangas de Onís, un cadáver en medio de una calle, otros dos cadáveres bajo un coche de la guardería, un cuerpo decapitado dentro de otro coche oficial y varias cabezas más colgadas de señales de tráfico. De todos esos casos nada más se supo, las investigaciones que ya "estaban muy avanzadas" se disolvieron como un azucarillo en el café.
Todos estos chantajes ocurrían mientras la consejera del ramo agachaba la cerviz, rogaba que no se mancillara la "Marca Asturias" y pedía sosiego al delincuente porque ellos eran los que se estaban encargando de sacrificar al enemigo.
Queridos bañistas indignados, preocupaos más de vuestros vecinos que del último bañito del verano. Al menos yo no estaría muy tranquilo si supiera que a mi lado hay varios individuos con machetes cortando cabezas de animales para lanzarlas a las piscinas y colgarlas de las señales.