No hace mucho, los tribunales se cargaron a UBER en España siguiendo con el proteccionismo del TAXI. Yo siempre había pensado que los organismos como la CNMC (Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia) intentaban evitar monopolios para que hubiese una mayor y más sana competencia empresarial en pro y beneficio de los usuarios/clientes, pero curiosamente aquí parece que va contracorriente, o por lo menos no es lo contundente que tendría que ser. Sí que parece ser que, en esta ocasión, el presidente de la CNMC ha amenazado con llevar el decreto del gobierno que protege a los taxistas, ante la Audiencia Nacional, porque no hace otra cosa que blindar el [absurdo] monopolio. Y no es la primera vez que se posiciona en contra, pero yo ya dudo de si es por convicción o es una mera pose, porque si realmente quisiera actuar, ya lo habría hecho. ¿Qué le impide cumplir con su amenaza? ¿Por qué se tolera esa legislación monopolística?
Con independencia de todo, lo que parece evidente es que el regreso de UBER es una realidad, cierto que con estrategia renovada (como no podía ser de otro modo dado el varapalo judicial que se llevaron), pero regreso al fin y al cabo. Y a los taxistas no les ha sentado nada bien y exigen (de nuevo) que se haga uso de todas sus prebendas y que los usuarios SOLO podamos utilizar su servicio (sea bueno o malo) con unas tarifas cerradas, cosa que sigo sin entender también, y ahora intentaré explicarme.
El regreso de UBER, el intrusismo, los colegios profesionales y las tarifas mínimas
A estas alturas de la película creo que ya debiéramos saber qué es lo que conviene más a la sociedad o no y actuar de manera coherente sobre las regularizaciones profesionales. Y lo digo porque aquí cada cosa parece ir en un sentido distinto. Mientras los taxistas tienen reguladas sus tarifas y licencias [recordemos que también pasa con los estancos] y NO EXISTE LA LIBRE COMPETENCIA, los colegios profesionales y asociaciones profesionales vieron hace unos años cómo se les prohibía disponer de unas tarifas unificadas para sus colegiados/asociados. De hecho el otro día hablaba del colegio de administradores de fincas que, pese a esa prohibición, seguía haciéndolo. Pero mi pregunta es muy simple: ¿Dónde está la diferencia? ¿Qué tienen los señores taxistas que no tengan otros profesionales (no voy a decir más cualificados porque hay de todo), para que dispongan de unas tarifas que no se pueden discutir, que nadie puede reducir y que, cuando se intenta, montan un pollo ante la sede de la CNMC exigiendo que se ahuyente a la competencia de sus campos de cultivo. Ya les gustaría a otros muchos empresarios/profesionales poder hacer eso cuando alguien, más barato o más competente, les quiere escamotear algunos clientes.
Recordemos que no solo es UBER; también está CABIFY que supo meterse en el mercado de manera más sutil y contra la que no se ha podido actuar tan drásticamente como contra con UBER, pero que a los taxistas les gusta lo mismo: NADA.
De todos modos, esto de los colegios, asociaciones, gremios, etcétera, creo que ya lo he dicho más de una vez. Cuando alguien quiere entrar en el mercado... le molestan, pero cuando consigue entrar, lo promueve, porque eso mismo que le ha dificultado a esa persona alcanzar la posibilidad de desarrollar su profesión, luego lo puede utilizar para minimizar la competencia del que viene a la zaga. La gente somos así.
O sea, que el hecho de que sea igual de caro para todos los ciudadanos es lo que los legitima. Con dos cojones...
Ramón Cerdá