La esencia de la vida contemporánea puede sintetizarse en aquel aforismo muy conocido: "por fuera flores y por dentro temblores". Los seres humanos crecemos con esa consigna de querer aparentar felicidad, belleza, bienestar a costa de todo, sin que importe mi felicidad, mi belleza ni mi bienestar. Entre ser y aparacer no existe ya ninguna relación.
Es lo que ha causado la cosmovisión moderna cuando quitó de lado la idea de trascendencia, cuando quitó a todos los entes su fundamento. Ya no hay Dios, no hay algo así como la esencia, ni siquiera nada verdadero. Desligados los hombres de algo trascendental, entonces son empujados al mundo de la apariencia, a una filosofía solamente del ente, es decir, positivista.
Pero es muy fácil darse cuenta que es mejor preferir ser feliz que aparentar ser feliz. Uno luego se pregunta, ¿por qué entonces nos aferramos ahora más a la apariencia? De ahí le proliferación de fotografías sueltas en internet, donde los individuos buscan aparecer bien en la foto muy a pesar de perder todo lo que soy verdaderamente, las gordas quieren aparecer flacas, los feos quieren aparecer guapos, o sea, dejar de ser lo que son, y aparentar ser otro.
Las mujeres y los homosexuales son en su mayoría muy apegados a la apariencia. Es por eso que este mundo está dominado por estos seres. Basta ver los programas de televisión y encontrarán una gran fila de afeminados y mujeres poniendo su rostro en la pantalla e imponiendo de manera subliminal los valores que se deben seguir.
Los valores de la apariencia están dominados por su rechazo a lo trascendental, lo que importa es el presente, el instante y el olvido de lo transcurrido. Esto hace posible que se pierda la fe en la palabra. Otra vez, son las mujeres y los homosexuales los que en su mayoría no tienen palabra y como esto no pertenece a sus virtudes nadie se lo reprocha. La palabra dicha es pasado, y el pasado no importa. Por eso ya no hay algo así como "palabra de hombre".
Incluso los varones se están afeminando con este mundo de la apariencia. Hay más homosexualidad debido a que la mujer se fue a trabajar y a su rebeldía frente al hombre, lo que ocasiona las separaciones dejando niños sin imágenes paternas. Los hombres han cedido a la mujer, ellos "deben" enamorar, como si se estuviera conquistanto algo más que él. El romanticismo es una corriente cultural que endiosa a la mujer, nosotros diríamos, que endiosa la apariencia, algo que en el mundo antiguo no existía. El hombre, la verdad, Dios eran adorados.
Ahora se adora el instante, el punto y no el fondo.
Cuando nosotros vemos videos de cómo viven los habitantes de los países desarrollados, nos deleitamos de ello. Vemos bonitas casas, con parques, supermercados, alta tecnología, y nos admiramos. Pensamos que así se debe vivir, pero lo que no sabemos es cuánto ha costado levantar eso y a costa de quién. Todo "aparece" como bonito, pero en el "fondo" millones de hombres, de los países tercermundistas, han sufrido una barbaridad para poder levantar esas casas de los gringos, se han gastado los árboles, los ríos, el aire, la vida humana. Solo el dos por ciento de la población mundial da la idea con su forma de vivir que la VIDA MODERNA es lo ideal, mientras que los temblores lo sufrimos nosotros. Los latinos, los africanos, los asiáticos, los árabes.
Y todos queremos vivir como ellos, queremos estar en oficinas, gozando. Si todos fuésemos ingenieros, ¿quién sembraría nuestra comida? Es imposible que todos trabajen en oficinas, que anden haciendo negocios. Los campos se hacen urbes, se pone cemento sobre la tierra. ¿De qué comeremos? Si los estados pobres dictan en sus gobiernos una vida semejante a la de los gringos, donde haya puras ciudades, donde nadie tenga que trabajar la tierra, porque eso es antimoderno, donde nadie crie animales, en donde todo sea vidrio, metal, cemento, sin pizca de tierra, pues el polvo es para los pobres, para los antimodernos, para los antiguos.