Rajoy se "escaquea" del saludo a Sánchez, el 6 de febrero de 2017. Foto EFE.
La incertidumbre es nuestro pan. Desde que tenemos conciencia de tener conciencia, la posibilidad de que las cosas pudieran ser de otra forma ha devenido una forma de ser, basada en una gran certeza: vivir es lo que importa. Y un convencimiento íntimo, un afecto: amar es vivir. La política es uno de los terrenos más problemáticos y vidriosos, pero es un terreno inexcusable. Lo condiciona todo. Es el terreno de la acción que influye en nuestras vidas de forma casi incontrolable.
En ese contexto, el relevo, acaso sorprendente, que se ha producido hoy en las esferas del poder político supone algo más que un cambio de personas, de tendencias políticas, de generaciones. Es un relevo de tiempos históricos, el primer fruto indudable de una nueva época que se viene fraguando desde hace años y que hoy ha conseguido abrirse paso y ha desembocado en un paisaje inédito.
¿Qué ocurrirá? No lo sabemos. Sí somos conscientes —nos damos cuenta de que— ha empezado otro tiempo. Y a todos nos toca, a cada uno en su puesto y con sus fuerzas, contribuir a que la vida sea mejor para todos. Todos.
Por lo demás, con tranquilidad, también con algo de escepticismo, y en lo más profundo de mis deseos con entusiasmo, proclamo mi esperanza. El relevo debe ser relevante. Y, si fuera posible, revelador de que es posible encauzar nuestra historia por caminos no predecibles ni, sobre todo, trágicamente repetidos. Viva la esperanza.