En el siglo XVIII la relojería preindustrial ha alcanzado su pleno desarrollo y madurez. El caso de John Harrison resolviendo en Londres el viejo problema de la determinación de la longitud en el mar, o el de las maravillas mecánicas realizadas por Abraham Louis Breguet en París, son muestra de la perfección alcanzada. El de relojero es metáfora del oficio de Dios para los teósofos.
En los Apartamentos de Napoleón en Fontainebleau se muestra un reloj de péndulo con doce funciones en nueve esferas y una semicorona para el zodiaco. La imagen inferior da muestra detallada del virtuosismo mecánico. Realizado el trabajo de medición por los astrónomos, el relojero lo transforma es aritmética.
Resulta curioso como la esfera de los días de la semana va marcada con los viejos signos planetarios de los dioses astrales que llegaron a ser también símbolos alquímicos.