Revista Creaciones
Hace ya meses desde aquellos asfixiantes 15 días y la ciudad no parece haber cambiado. A ella no paran de llegar refugiados y de extranjeros que abarrotan las calles y que acampan en cualquier rincón. Alrededor de la ciudad ha crecido un gran manto de chabolas y campamentos que se apiñan contra la montaña, en cambio, las tierras de labrado y los pueblos están abandonados. Ningún campesino quiere quedarse en sus casas por miedo a las Bestias del Caos que todavía pululan por Middenland o por miedo a las bandas armadas, que han aumentado considerablemente su número tras el asedio. Son pocas las ciudades que producen alimento y el invierno está al caer. El flujo de mercancías está al borde del colapso, ya que, los precios de los comestibles han subido desmesuradamente y ha crecido el número de los vendedores de baratijas, que afirman tener poderes mágicos o que corresponden a grandes hechiceros.
Aun habiendo frenado a las fuerzas del caos en los muros de Middenheim, la provincia sigue siendo un caos. Aunque los asediados ganaron la batalla y la guerra, los ciudadanos siguen muriendo dentro de las murallas, la guardia de la ciudad no da abasto, parece que los cadáveres nunca se agotan. Tal es la gravedad, que los pregoneros anuncian recompensas por la recogida de los cuerpos y más aún cuando son cuerpos de las Abominaciones del Caos o Flayerkins, que aún siguen colgando en paredes de muros y casas. Al menos las Cuatro Calzadas principales siguen en pie, pero llenos de agujeros y grietas, en las que se agolpan decenas de mendigos. El intenso combate a dejado al descubierto, parte del alcantarillado y ancestrales túneles por los que refugiados, maleantes y bestias se esconden del frío y del sol. La Puerta del Norte sigue derruida y las demás puertas y murallas están llenas de las cicatrices del intenso combate.
Todavía, no hay seguridad de que, ni el Graf ni el Ar-Ulric vuelvan a la ciudad, ya que siguen luchando por desbandar a las hordas caóticas fuera de los límites del Imperio e intentando restablecer el orden en pueblos y ciudades que encuentran a su paso. El Comandante de la Guardia, Ulrich Schutzmann, sigue gobernando la ciudad en nombre del Graf y sustituyendo al Ar-Ulric, sigue Claus Liebnitz, líder de la Hermandad del Hacha. Al igual que antes de la tormenta, la ciudad está bajo el mando de los Tres Mariscales, Maximilian von Genscher, Johann Schwermutt, y Ulrich Schutzmann. Von Genscher se encarga de la defensa de la ciudad, comanda las murallas y puertas de Middenheim, junto con la guarnición de la ciudad, también tiene poder sobre, piezas de artillería fija, la milicia de la ciudad y todas las demás fuerzas de defensa. Schwermutt comanda el ejército permanente de Middenheim, que aunque aún siga bastante mermado, principalmente se encarga de controlar las inmediaciones de la ciudad, asegurando caminos y poblaciones cercanas. Por último, Schutzmann comanda la Guardia de la Ciudad y es responsable de mantener el orden dentro ella, aunque en los últimos meses se ha encargado de los trabajos de reparación. Aunque la situación en la ciudad es tan convulsa que el poder de los mariscales ha mermado mucho, incluso teniendo que compartir efectivos y tareas. Todavía en la ciudad siguen afincadas compañías mercenarias y destacamentos de aliados, que no han partido a su hogar debido a distintas razones, ya sean económicas, políticas o de la precaria salud de alguno de sus miembros. Así, estas fuerzas han conseguido bastante influencia en la ciudad, en ocasiones ayudando la reconstrucción de la ciudad o como en la mayoría de casos, complicando el trabajo a los mariscales para restablecer el orden público. Aun así Middenheim sigue su historia ya que sus habitantes luchan por sobrevivir entre sus muros e intrincadas calles. Fuente:-Las Cenizas de Middenheim - Warhammer Rol - (IGARol)