De todas las visiones futuristas que invaden la cultura popular, tal vez ninguna esté tan visiblemente ausente hoy en día como el coche volador. Otras fantasías de la ciencia ficción como la capa de invisibilidad al mejor estilo de Harry Potter, las armas láser, los traductores universales, las impresoras 3D y muchos otros avances más, existen y están casi completamente desarrollados hasta cierto punto, pero el coche volador, por alguna extraña circunstancia, simplemente nunca ha podido alzar el vuelo.
Pero ahora, por primera vez desde la era de Henry Ford, el coche volador parece comenzar a renacer de sus cenizas. Y no es esto gracias a ningún millonario excéntrico como Tony Stark o a un inventor de garaje demasiado entusiasta. Detrás del posible renacimiento del coche volador, se encuentra nada más y nada menos, que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos.
En abril, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos lanzó una convocatoria de propuestas para un vehículo con algunas características que invitan a la reflexión: capacidad de uno a cuatro pasajeros, suficientemente robusto para salirse de la carretera y, lo que es más intrigante de todo, la capacidad de volar con despegue y aterrizaje vertical, al mejor estilo de los mundialmente famosos aviones Harrier.
Este programa del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, llamado “Transformer”, busca la movilidad absoluta independientemente de la clase de terreno, no sólo para que los soldados puedan sortear las obstrucciones físicas, sino también para ayudarles a evitar las emboscadas y las amenazas más comunes en los campos de batalla.
En esencia, el Departamento de Defensa de los Estados Unidos tiene serias intenciones de construir un vehículo todoterreno volador y van a invertir el dinero que sea necesario para conseguirlo.
Poco a poco han comenzado a aparecer diversas iniciativas con dibujos conceptuales futuristas pero de aspecto completamente factible. Vehículos equipados con rotores de helicóptero plegables o enormes ventiladores con conductos o alas plegables o una combinación de todo lo anterior, que son capaces de transitar por toda clase de terrenos y de volar sobre aquellos por los que un vehículo convencional nunca podría cruzar.
Hace poco, AAI Corp., con sede en Maryland, obtuvo una subvención del Departamento de Defensa de los Estados Unidos por $3.05 millones para desarrollar su vehículo Transformer con alas y rotores. Luego Lockheed Martin obtuvo un contrato similar para desarrollar su propio diseño alternativo de Transformer, empleando un enorme ventilador en cada ala para proporcionar elevación y empuje. Poco después, el fabricante de motores a reacción Pratt & Whitney Rocketdyne recibió 1 millón de dólares para desarrollar un motor diesel ligero para propulsar el vehículo. Las tres empresas ya se han puesto de acuerdo sobre el proyecto. Con incentivos económicos suficientes y una nueva estrategia en mente, parece ser que el coche volador finalmente está despegando.
Hay varias explicaciones de por qué el coche volador no se ha convertido ya en una realidad, pero lo más evidente es que parece que nos hemos quedado sin imaginación. En los días de la década de 1920, el coche volador era algo más que previsible. Para ese entonces la aviación avanzaba a un ritmo tal que casi era posible imaginarse a todas las personas recorriendo las carreteras aéreas. Henry Ford aparecía junto a su compacto avión híbrido, el "Ford Flivver" qué, según el mismo Ford, "estaría al alcance del bolsillo de cualquier hombre". Sin embargo, finalmente se terminó desarrollando el ya muy conocido Modelo T y los autos voladores fueron archivados por completo.
Al final de este artículo, encontrará una recopilación de las ideas que rondaban la mente de los inventores en las décadas previas a la segunda guerra mundial y que, finalmente, nunca pudieron ver la luz.
Cuando terminó la Segunda Guerra Mundial, el infinito optimismo de la década de 1920 había desaparecido, primero por la Gran Depresión y luego por las luchas geopolíticas de la década de 1940. Tras la vuelta a la normalidad en la posguerra, reinó un optimismo diferente, atenuado por las crecientes ansiedades de la Guerra Fría. Un complejo militar-industrial, hambriento de los mejores ingenieros aeronáuticos, promovió una nueva visión del cielo, no como un lugar para ser cruzado por el hombre común, sino como un importante territorio estratégico dominado por temibles bombarderos de largo alcance y cohetes destinados a cruzar el espacio.
Por otra parte, el combustible era muy barato, el asfalto era abundante, y con un nuevo y masivo sistema de carreteras interestatales que conectaba todos los lugares a los que la gente quería ir, el automóvil que hoy en día conocemos se convirtió en el rey de las carreteras y el transporte. Pese a esto, una serie de diseños híbridos de autos voladores con alas desmontables, aparecieron durante los años 40 y 50, claramente sin poder despegar lo suficiente del suelo y llegando a convertirse tan solo en fuente de inspiración para los escritores y soñadores de ciencia ficción. A mediados del siglo XX, las máquinas voladoras personales pasaron de ser algo factible a convertirse tan solo en simples fantasías.
Pero a pesar de todos estos reveses, la idea del auto volador nunca murió. El encanto del vuelo personal nunca se ha perdido en las agencias reguladoras del gobierno y en los visionarios de la aviación. Hoy en día, en muchos países es muy fácil conseguir una licencia para pilotar aviones pequeños bajo condiciones favorables, lo que les ha abierto las puertas a iniciativas como el Terrafugia Transition, que no es otra cosa más que un avión con cuatro ruedas, con alas plegables, que también se puede conducir por las calles de la ciudad y que encaja perfectamente en cualquier garaje de cualquier hogar.
Sin embargo, el Terrafugia Transition es más un “avión de carretera" y no un coche volador, y lo que el Departamento de Defensa de los Estados Unidos quiere, es justamente un vehículo de modo dual que no requiera ninguna pista de aterrizaje o consideraciones especiales de infraestructura para poder operar.
Aunque no está estipulado específicamente, lo ideal sería que estos nuevos autos automaticen el despegue y el aterrizaje para que así cualquier persona, primero los soldados y luego los civiles, puedan operar estos aparatos sin necesidad de ser pilotos. Este nuevo vehículo debe ser altamente eficiente, con un alcance de 250 millas náuticas con un solo tanque de combustible e inicialmente debe construirse pensando en salvar las vidas de los soldados en el campo de batalla. Toda una meta noble por el momento.
El Departamento de Defensa de los Estados Unidos está dispuesto a invertir hasta 54 millones de dólares durante la vida útil del programa, y eso es una gran cantidad de dinero que seguramente motivará a los diseñadores para tratar de ir más allá.
En las concurridas vías aéreas del futuro, una idea que nuevamente comienza a rondar la imaginación de muchas personas, la seguridad sería claramente la principal preocupación. Nadie quiere que la misma cantidad de autos que hoy en día transitan y se accidentan en las carreteras, comiencen a transitar y accidentarse justo encima de las cabezas de todas las personas.
Si bien este es uno de los mayores retos y preocupaciones existentes, los sistemas automatizados a bordo para simplificar el despegue y el aterrizaje, están cada día siendo más perfeccionados, y los sistemas de control de tráfico aéreo en red son cada vez más poderosos y capaces de controlar el vuelo en cielos urbanos abarrotados de vehículos voladores que viajen por trayectorias seguras.
El progreso del programa Transformer del Departamento de Defensa de los Estados Unidos, apunta con optimismo hacia un futuro cada vez más aéreo para el conductor común. Si se logra proporcionar a los militares un automóvil con capacidad de vuelo, es difícil imaginar un escenario en el que esa tecnología no se comercialice con facilidad en algún momento. Al fin y al cabo, muchas de las invenciones que usamos las personas del común cada día, vieron primero la luz en el ámbito militar.
Ciertamente este proyecto no sucederá de la noche a la mañana, e incluso es posible que no alcance a verse hecho realidad en la próxima década, pero con la tecnología avanzando de la manera vertiginosa en que lo hace, seríamos tontos si mantuviéramos nuestra mirada puesta únicamente en el suelo, en lugar de comenzar a mirar hacia los cielos.
Ya se dijo en 1926: "La rapidez con la que volaremos nuestras propias máquinas depende, según los expertos, de la rapidez con la que las máquinas a prueba de fallos puedan captar la confianza del público. Una vez que se haya ganado esa confianza y se haya creado la demanda pública, será posible la producción de autos voladores en grandes cantidades y a precios más bajos. La maravillosa historia del automóvil se reescribirá por completo nuevamente desde el aire".
Algunas de las ideas más novedosas y alocadas surgidas a comienzos del siglo pasado que nunca lograron hacerse realidad y que mucho menos lograron llegar a producirse en masa, son las siguientes:
Los autos voladores de Eddie Rickenbacker: julio de 1924
El célebre piloto Eddie Rickenbacker predijo que la gente se movería en autos voladores para el año 1944. La máquina estaría equipada con alas plegables de 25 pies, una hélice frontal e incluso pontones para el transporte de agua. La carrocería del "roadster volador" sería más aerodinámica para reducir el peso, y su motor sería ligero, pequeño y sobrealimentado. Para reducir los accidentes y el tráfico aéreo, las ciudades construirían campos de aterrizaje gigantescos sobre los tejados de los edificios, conectados unos con otros a través de puentes. Después del aterrizaje, los coches voladores tomarían un ascensor especial hasta el nivel de la calle, donde conducirían como si fueran vehículos terrestres normales.
Autoavión Curtiss: julio de 1927
El renombrado aviador Glenn Curtiss, rival de los hermanos Wright y fundador de la industria aeronáutica estadounidense, también podría ser llamado el padre de los coches voladores. En 1917, diseñó el Autoavión Curtiss, que es ampliamente considerado el primero de su tipo. El autoavión de aluminio tenía una carrocería tipo Ford T, cuatro ruedas, una envergadura de 40 pies y una hélice gigante de 4 palas montada en la parte trasera. Aunque el autoavión sólo logró realizar algunos saltos sobre el suelo, la gente elogió la "limusina aérea" de Curtiss como la precursora de los vehículos personales que supuestamente aparecerían en el futuro.
Tanques voladores: Julio de 1932
En respuesta a los horrores de la guerra, los inventores corrieron para desarrollar tanques voladores que pudieran aterrizar en el campo de batalla y estar listos para el combate inmediato. El ingeniero estadounidense J. Walter Christie imaginó un vehículo blindado de cuatro toneladas equipado con un motor de 1.000 caballos de fuerza, una hélice y alas desmontables. Cada tanque estaría comandado por dos hombres. Al aterrizar, el conductor tiraba de una sola palanca, soltando las alas, y avanzaba en la batalla. Mientras tanto, la Fuerza Aérea Soviética diseñó sus propios tanques alados, como el Antonov A-40, que era esencialmente un tanque ligero T-60 con grandes alas de biplano y una cola gemela. A pesar de los esfuerzos de los ingenieros, los tanques voladores nunca llegaron a ser realmente efectivos, por lo que los esfuerzos adicionales fueron desechados y en gran medida olvidados.
Waterman Arrowplane: mayo de 1937
Este vehículo anónimo es el Arrowplane de Waldo Waterman, un monoplano de tres ruedas inspirado en el autoplano de Glenn Curtiss. El Arrowplane, también conocido como Arrowbile, tenía un motor y una hélice en la parte trasera. Dos décadas más tarde, Waterman presentó el Aerobile como una actualización del Arrowplane. Se construyeron cinco Aerobiles y se completaron dos vuelos de Santa Mónica a Ohio, pero nadie los compró. Eventualmente, uno de los Aerobiles terminó en exhibición en el Museo Smithsonian, y hoy en día, el vehículo es conocido como uno de los 50 peores autos de todos los tiempos de la revista Time.
Autoavión Windmill: junio de 1935
Aunque no se ha escrito mucho sobre esta máquina, su diseño similar al de un autogiro le ayuda a diferenciarse de sus competidores. En vuelo, la máquina funcionaría como cualquier otro autogiro. Al aterrizar, sin embargo, sus cuchillas se doblarían hacia abajo, permitiendo que la máquina condujera a lo largo de la carretera sin, aparentemente, ningún problema.
Aerobile: diciembre de 1940
Este vehículo en forma de torpedo, llamado "Aerobile", fue fabricado por un inventor anónimo de Dayton, Ohio. En teoría, una hélice de empuje conduciría el avión durante el vuelo, y decimos "en teoría" porque en realidad nadie intentó nunca volar en esta cosa. En el mejor de los casos, el Aerobile fue uno de los prototipos más estéticos lanzados a mediados del siglo XX.
Coche familiar de la posguerra: noviembre de 1942
Aunque la guerra estaba aún bastante lejos de terminar en 1942, las personas de la época no podían evitar imaginarse lo impresionante que sería la vida después de la inevitable victoria de los Aliados. Sin lugar a dudas, los descubrimientos realizados durante el período de investigación en tiempos de guerra revolucionarían las industrias del transporte. Los soldados que llegaban a casa de la guerra probablemente preferirían viajar en su propio avión privado en lugar de conducir. La demanda fomentaría una relación entre las industrias del automóvil y la aviación, que entonces cooperarían para hacer que los aviones ligeros fueran tan omnipresentes como los coches familiares. Las pistas de vuelo discurrirían paralelas a las carreteras, mientras que las gasolineras se rediseñarían para acomodar los espacios de los hangares. El carro aéreo familiar, se parecía mucho más a un Ford Flivver que a un auto volador, pero sus aletas de gran altura permitirían despegues empinados y sin problemas, desde las calles de la ciudad.
El avión que volaría después de la guerra: marzo de 1945
En el otoño de 1944, Ray Ring, de Framingham, Massachusetts, presentó el diseño que se aprecia en la imagen , el cual, al igual que todos los demás diseños dela época, nunca pudo hacer realidad el sueño de las personas de volar de un lugar a otro, con la ayuda de su propio automóvil.
ConvAirCar: abril de 1946
Después de la guerra, Convair puso en servicio un coche volador apto para el uso diario. Con la ayuda de Tommy Thompson, Ted Hall desarrolló el Convair 116 de tres ruedas, un biplaza con alas desmontables, cola, alerones y hélice. Este modelo hizo su primer vuelo en 1946, y completó otros 66 vuelos exitosos. Posteriormente, Hall ajustó el modelo 116 para darle un motor más potente y una carrocería más refinada, produciendo así el modelo 118, conocido como el ConVairCar. Aunque Convair planeaba producir 160.000 modelos 118, el proyecto se cerró después de que un vuelo de demostración de una hora de duración fallara arruinando el prototipo y lastimando al piloto que lo conducía.
El Airphibian: abril de 1946
Mientras desarrollaba su Airphibian, el famoso inventor estadounidense Robert E. Fulton tomó una ruta diferente a la de la mayoría: en lugar de alterar un automóvil para que volara, adaptó un avión para que transitara por las carreteras. La idea de Fulton de un coche volador surgió de su frustración por tener que encontrar transporte terrestre después de aterrizar en un aeropuerto. Al igual que nosotros, pensó que sería mucho más conveniente poder aterrizar donde cada persona así lo quisiera. El Airphibian podría volar a 12.000 pies de altura a 110 mph y conducir a 56 mph en tierra. Se inventor se jactaba de que las alas desmontables de la máquina podían ser desmontadas en cinco minutos por un solo hombre. Aunque el Airphibian fue el primer coche volador en recibir la certificación de la Administración de Aeronáutica Civil (predecesora de la FAA), las dificultades financieras obligaron a Fulton a cancelar el proyecto antes de que los Airphibian pudieran comenzar a ser producidos en masa.
El Jeep volador: mayo de 1958
Aunque el Jeep volador, o Piasecki Airgeep, no es lo que normalmente se imagina al oír las palabras "coche volador", era un coche que podía flotar cerca del suelo y volar varios miles de metros por encima de él. A diferencia de las otras máquinas mostradas anteriormente, la falta de alas del Airgeep le permitía volar entre los edificios, los árboles y otros espacios estrechos. El Airgeep II, terminado en 1962, fue equipado con un asiento eyectable para pilotos, dos motores Artouste y un tren de aterrizaje de tres ruedas para mejorar la conducción en tierra. A pesar de su versatilidad, el Airgeep no causó una impresión duradera y fue eclipsado por la investigación y el desarrollo de aviones mucho más convencionales.
¿Cree usted entonces que los coches voladores tendrán una nueva oportunidad y renacerán de sus cenizas?, déjenos conocer su opinión en la caja de comentarios.