Parece que nunca va a ser suficiente todo lo que se ha dicho sobre el reposo después de la transferencia. Todavía hoy veo miradas de pánico en muchas de las pacientes cuando les levantamos de la camilla de transferencia. ¿Seguro que no se caen? ¿Puedo ir ahora al lavabo? Tengo que subir unas escaleras hasta llegar a casa, ¿hay algún problema? ¿puedo coger en brazos al otro niño que tengo? Como éstas, muchas otras preguntas aparecen de repente.
Imagínaos el endometrio como una red de pequeños vasos sanguíneos, formando una especie de “esponja de coral” con agujeritos casi microscópicos donde se va a depositar el embrión. Si pensáis en ello, entenderéis que los embriones no se podrán caer por el hecho de cambiar la posición corporal, ni por ir al baño, ni por subir escaleras, ni por coger a un niño pequeño en brazos… Otra cosa es que implanten o no, pero eso, desgraciadamente, no dependerá de nada de lo que hagamos. Y digo desgraciadamente porque ojalá la evidencia científica fuese otra, y pudiera decir que si la paciente se quedara estirada en la cama durante tres días aumentaría su tasa de embarazo. Pero nada más lejos de la realidad.
Por eso, cada vez más, la recomendación de los especialistas es la de mantener una vida normal. Al final, el sentido común (que es el menos común de los sentidos) debe prevalecer sobre ideas que no nos van a aportar nada, más bien al contrario, pueden ser perjudiciales porque aumentan la ansiedad de esos días de espera ya de por si desesperantes. La naturaleza es muy sabia, no lo olvidemos.