En lo que va de este régimen y en todas sus campañas electorales el presidente Andrés Manuel López Obrador ha insistido en su opción por los pobres, es decir, por la gente más desprotegida de México.
Y para demostrarlo ha emprendido una serie de programas sociales en los que trata de apoyar a jóvenes y adultos mayores, ya sea con becas de estudio, de capacitación o con subsidios directos.
Con esta política, aunada a sus reiterados ataques al neoliberalismo, que efectivamente durante muchos años sólo ayudó a los ricos, el presidente López se ha ganado la fama de izquierdista, es decir, un presidente que favorece al pobre en tanto que limita la ambición del rico, algo así como un “Robin Hood” moderno.
Sin embargo, yo siempre dudé de López Obrador como hombre de izquierda, pues en el fondo lo que hace es reforzar a la derecha para que sobreviva sin problemas sociales, cosa que, para su propia decepción, no entienden los ricos.
En otras palabras, AMLO sólo abre válvulas de escape para desahogar presiones sociales, pero sin intentar resolver problemas de fondo, como es el caso de la pobreza, que agobia a más de la mitad de la población.
La pobreza, como bien se ha dicho, no se combate con dádivas sino con trabajo, con facilidades de empleo para el empresario que lo fomenta y para el trabajador que lo demanda.
Así se hace hoy en el mundo entero, incluso en los países llamados socialistas, de suerte que quienes atacan a Obrador por socialista pueden dormir tranquilos: el socialismo desapareció de la faz de la tierra hace muchos años.
El mejor ejemplo de combate a la pobreza, que la ONU debiera adoptar para el mundo entero, se lleva a cabo en China Popular, donde desde hace más de 30 años se olvidaron del comunismo, para interesarse sólo en el desarrollo económico.
En 2016 tuve oportunidad de visitar ese gran país y vi que el rescate de los pobres se hace ahí de la manera más sencilla: el gobierno localiza las áreas marginadas, censa a los pobres e investiga por qué lo son (casi siempre es por falta de trabajo), luego invita a los empresarios a crear fuentes de empleo de acuerdo a la vocación económica de cada zona; si la vocación es turística, el gobierno habla con los desarrolladores, quienes aceptan invertir si el Estado abre caminos, y los abre. De esta manera, todos se ponen a trabajar y todos prosperan.
Cuando vi esta maravilla económico-social le pregunté a un dirigente del Partido Comunista Chino qué ideología aplicaban ahí: “La del desarrollo”, respondió sin titubeos.
En efecto, China tiene hoy el record mundial de 300 millones de ricos, y su meta para los próximos años es hacer ricos a todos sus habitantes.
Artículo publicado por la revista Portada de Mèxico en su edición de julio de 2019.