Este verano, una de nosotras encontró, en uno de los altillos de los armarios de la playa, una estructura metálica de color turquesa muy bien empaquetada... Rápidamente la liberó de sus ataduras, al igual que a las tres cestitas compañeras, que también aparecieron en el mismo altillo. Cuando quedó todo montado, la una de nosotras que lo encontró no podía entender cómo, aquel frutero, tan monísimo de la muerte, podía haber quedado en el olvido. Lo peor de todo es que su dueña no tenía ni idea de que existiera... ¡Ni la más remota idea, vaya! Sin embargo, ahí estaba el pequeño carrito metálico, de lo más coqueto y funcional, y para nada dispuesto a volver a las penumbras del armario... Ahora luce muy contento en la cocina, conteniendo los paños de la misma, pero quién sabe si, en un futuro, cambie de uso, pues después de indagar un poco por la red, mirad cuántas posibilidades le hemos encontrado...
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Lo dicho, a polivalente no le gana nadie, ¿verdad?