Hay personas tan dañinas
en este jodido mundo que ni ellas mismas se soportan, a la vez que
van de guay por la vida, colgando en sus muros posta litas de niños
pobres y compartiendo escenas de violencia para conseguir apaciguar
su paz interior. Esas mismas personas acuden los domingos a misa o
culto como lo llaman ustedes aquí, pero solo es un papel mas para
aparentar que ellos son importantes ante la mirada de los feligreses
o hermanos. Lo cierto que son esas personas las que se aprovechan de
los demás para florecer ellos solos cuando luce el sol, dejándonos
al resto a la sombra, son esas personas que pasan por encima de todo
para conseguir su plata, son esas personas las que crean mala fama en
un pueblo como el Paraguay.
Yo nací en el seno de
una familia pobre y humilde, cuyos padres tenían unos valores éticos
y una sobrada educación que con la misma humildad trasmitieron a sus
hijos y nosotros a su vez a los nuestros. Si mi difunto padre que en
paz descanse, por un casual estaría vivo y ve a uno de sus hijos
hacer el mal para perjudicar a otra persona estoy seguro nos daría
un coscorrón, posiblemente el mismo que me daría a mi si leyera
esta carta de repulsa hacia esas personas, su lema era hacer el bien
sin mirar ni protestar. Y esos valores me los trasmitió pero señores
es que una cosa es joder y otra muy distinta es tirar de los pelos.
Mi único mensaje para
esas personas y pensando un poco en los valores que me trasmitieron
seria el siguiente.
“Comiencen a criticar
mi vida o las de los que me rodean, cuando la suya sea un ejemplo”
Y dejen de joder a los
demás o aprovecharse de su nombre en beneficio propio, si son
ustedes tan valiosos para buscarse la vida solos demuestren y no usen
a las personas que trataron de ayudarles para unicamente sacar
beneficio propio. Que con doce años viajaba yo 12 kilómetros para
comprar los alimentos que consumía mi familia en una semana, con
quince comencé a trabajar y seguía estudiando por que mi familia
necesitaba mi apoyo, con veinte fui a servir a mi país durante trece
meses y a los veintidós monté mi propia empresa, con treinta y
cinco enferme del mal de parkinson y luché y sigo luchando por y
para mi familia. Nunca me hizo falta salir a ningún país a ganarme
la vida por fortuna para mi, pero estoy seguro que sabría agradecer
a las personas que intentaran ayudarme en mi cometido.
Por ética, educación y
por respeto a mis semejantes.
José Ortega García.