Revista Cultura y Ocio

El reto de la semana: Lucha por la vida

Publicado el 12 mayo 2021 por Ana Escudero @_AnaEscudero
El reto de la semana: Lucha por la vida

El reto de esta semana estaba basado en el cuadro " Lucha por la vida", de Rafael de la Torre y Estefanía.
Y ahora os dejo con Damián y Flor, los protagonistas del nuevo relato de Adelina GN.

ERA ELLA
Adelina GN

Damián era un bohemio pintor, joven, con todas las ambiciones, habidas y por haber.
En la ciudad donde se ubicaba y realizaba su trabajo, arrasaba de éxito. Nada se le resistía, tenía como peculiar estilo el desnudo y la costumbre de pintar a sus modelos, desprovistas de ropa, pero ocultando su rostro.
Aquella mañana, la joven sería una bella muchacha que vendió sus vergüenzas a Damián por mucho más que un puñado de monedas.
La belleza de Flor, que así se llamaba ella, perturbó la mente del pintor, que mientras creaba su obra, a cada pincelada que copiaba de su musa, se excitaba.
Su pulso temblaba al ver sus curvas desnudas, y a pesar de que su rostro seguía vestido, recordaba sus carnosos labios y sus negros ojos. Ansiaba acariciar, y no solo con el pincel, su cuerpo despojado de vestiduras.
Se acercó a ellas, despachando a su acompañante, pese a la necesidad y tener que mostrarse así a un pintor para dar de comer a su familia, su tía la acompañaba por custodiar la honra de la niña.
Sin duda el incremento de jornal por aquellas horas sería suficiente, y la tía esperaría fuera, seguro su honradez no sufriría tanto como la propia honra de la joven Flor.
Aquella historia fue sucediendo en cada lugar que el artista visitaba. Muchachas hubo tantas como desnudos pintaba y vendía con rapidez por el morbo de ocultar sus rostros. Pero sin duda era ella la que levantó la piel del pintor en esa habitación en la que desfloró valga la redundancia su flor.
La repetición de ciudades para realizar su trabajo era lo normal en Damián, en ocasiones se quedaba o repetía con asiduidad los lugares y sus musas. Pero en aquella ocasión no había ocurrido así, nada más llegar buscó a Flor, pero sin éxito, alguien le dijo que la joven había muerto.
Preparó el estudio y esbozó en el lienzo la figura de una mujer, para cuando llegase el modélico cuerpo adaptar el dibujo a este.
Pidiendo permiso la joven con la misma necesidad que las otras tuvieron siempre, entró.
Desde detrás del caballete Damián le pedía que se desvistiese, estirando el brazo le dio sin mirar un chal para que cubriese su rostro. Simplemente sus cejas se arquean, y solo llega a ver su pelo negro.
Comienza ahora su trabajo, su artística mirada recorre el busto pulcro que yace en el diván, pronunciando todavía con el lápiz la curva de una juvenil cintura que continúa en una insinuante cadera.
Algo en aquel cuerpo le era familiar a Damián, que intentaba centrar su conocimiento en el dibujo. No podía apartar de sus pensamientos a Flor, pero sabía que era casi imposible que continuase conservándose tan bien después de aquellos quince años que habían pasado.
Secándose el sudor, respiraba jadeando al pasar el carboncillo oscureciendo la aureola del pecho de la joven. Ya era inevitable su agitada respiración, asustó a la joven que se descubrió el rostro, descubriendo que quien la estaba inmortalizando se encontraba delante de ella...
¿Sabéis qué ocurre en ese momento?
Pensar mal desde este punto de la lectura es más fácil que pensar bien. Y así es de lógico que ocurra, pero la agudeza visual caracterizaba al pintor.
La buena fisonomía y un lunar que descubrió Damián, en el rostro de la joven, le hicieron suponer qué... Eso y que alguien entró en aquel momento, diciéndole que ni todo el oro del mundo le serviría ahora para desvirgar a la moza...
¿El motivo? Él que se puede imaginar.

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