Estuvo lloviendo estrellas en la ciudad y yo me sigo preguntando qué fue de ti (la canción de Cristian Castro me tocará cantarla en la comedia musical que estamos haciendo este año –una relectura de una comedia de enredos de Shakespeare en tono, por supuesto, musical y levemente exagerado con el toque personal de María Vicens- pues ya repartieron los personajes), medio enfermo y con parciales por venir. Tengo, como siempre, mil cosas por decir y, para no complicar, quedarán, como siempre, para alguna otra ocasión. Sin embargo, déjenme sacarme las ganas haciendo una pequeña referencia. Tengo ganas de contarles de “Despertar de Primavera”, el exitoso musical de Hollywood que Cris Morena está produciendo aquí y que está en el Astral, protagonizado por Florencia Otero y Fernando Dente, y con la participación de un gran elenco que incluye una colega musical y gran cantante, Belén Pasqualini. Que Florencia es divina y es genial, que Fernando Dente resultó toda una sorpresa, que Belén la rompe y que Cris Morena puso mucho en juego para este emprendimiento; quiero hablar de cómo creo que funciona eso más ahora que comenzó (una vez más) “Casi ángeles” (el subtítulo "La Resistencia" es más que adecuado, y medio irónico, para un fenómeno que no parece terminar más). Por otro lado, tengo ganas de empezar a darle vueltas y detalles al mercado juvenil de Disney (lo más parecido a una invasión –de algún tipo- en todo nivel social y cultural): quiero hablar de sus estrellas más representativas, darle crédito a quienes lo merecen y desacreditar a los qué no (en los rubros que lo merecen y en los rubros que no), tratar de pensar algunos mecanismos y hacer ciertas predicciones. Finalmente, quiero hablar del BAFICI, pero todavía no terminó. Además, también les traigo críticas.
Directo y sin vueltas, el título del post habla de una referencia al director Peter Jackson. Agus Castelli y yo nos encontramos con “Criaturas celestiales” hace unos días, y las vacaciones de Semana Santa y un poco de tiempo libre (que en realidad no debió serlo) me trajeron algunas otras pelis que trataré de reseñar con compromiso.
Por ejemplo, las “Heavenly Creatures” de Peter Jackson son muy complejas porque no tienen absolutamente nada que ver con el cielo. La traducción al español es clara, y eso hace al título y al film aún más ambiguos. Desde el comienzo la idea es confusa. El guión se presenta como la adaptación de un diario, del de la protagonista Pauline (Melanie Lynskey), y uno puede intuir un relato autobiográfico; una historia real. Pero es todo ficticio, o no. Pauline Parker realmente existió y una tarde de junio de 1954 mató a su madre junto a su amiga Juliet Hulme (Kate Winslet, en su primera aparición cinematográfica mundial, y ya brillante). Sin embargo, y aunque el diario parece haber existido, el guión del director y su mujer Fran Walsh figura como una creación original. Y tal vez tenía que ser así, pues funciona mejor para los puntos fuertes de su película. Como espectador que no es tan fanático de la trilogía consagratoria de Jakson, creo fundamental decir que encuentro aquí la esencia del provecho que un hombre supo sacarle siempre a su país. Nueva Zelanda, en el cine, es Peter Jackson, y viceversa. Tuvo que venir James Cameron a visualizar, imaginar y finalmente crear Pandora más de una década después de “Heavenly Creatures”. Y es que resulta que en esta película lo que sobrevive es lo visual, y sobrevive –para otorgarle un cumplido al trabajo de guión, de trama y de historia- como muestra de las emociones de las dos protagonistas. Pauline y Juliet, más que dos chicas que encontraron afecto y compañerismo, son dos criaturas (y aquí encaja perfecto la palabra del título, pues son niñas jóvenes, inexpertas y en apariencia adorables; una en su aislamiento y la otra en su expresividad excesiva) que, tratando de combatir formas de vida que eran, al final del día, represivas, encontraron en la exageración y el delirio, en la creación imaginaria sin más sentido que la desesperación, la liberación más pura. Dañina también, por cierto; porque la vida no deja de avanzar y los problemas que cada una tenía antes de encontrar a la otra no pueden hacer más que incrementarse. Surgen algunas preguntas: ¿hasta cuándo alcanza este mundo alterno e imaginario para escapar de la realidad? ¿Se pueden confundir los dos mundos? Y si esto ocurre, ¿cuál prevalece? Y quién, por supuesto. Todo este sin fin de ideas acaba en la imaginación visual de Jackson, que logra otorgarle cualidades celestiales a los lugares más ordinarios. Esto quise decir al principio: en el mundo que Pauline y Juliet conciben, hay absolutamente ‘de todo’ (castillos, reyes, reinas, herederos, asesinatos, adulterio y mucha pasión), y que un director pueda traspasar todas estas ideas en papel, que vienen de la cabeza de estas niñas, para que uno pueda creerlas y vivirlas como ellas por medio de una pantalla, es un logro incomparable. Pero es un mundo que dista mucho de ser el cielo. Aunque si hay que ser honestos, para estas criaturas es un cielo provisorio.
---7/10
Y provisoria es la calma siempre para los funcionarios públicos como el congresista que Ben Affleck interpreta en “State of play”. Es un papel insignificante para Affleck, que en los momentos de dramatismo tiene que hacer demasiado esfuerzo porque sabe que este tipo de papeles todavía pueden ayudarlo a conservar aquello que conocemos como “credibilidad”. Su congresista sufre la muerte de su asistente, que también era su amante, y esto le sucede en un momento de tensión política importante. Al periodismo de investigación del más alto orden (cuidado con esto, vean el film que de periodismo tiene mucho) le huele a conspiración, y un equipo del diario comienza a indagar. Lo lidera Cal McAffrey, interpretado por Russell Crowe. Y puede que sea un papel de importancia para Crowe, bastante en la línea de lo que hizo en sus dos últimas colaboraciones con Ridley Scott. Lo que da a entender el periodista McAffrey, así como lo daba a entender, por ejemplo, el policía Richie Roberts en “American Gangster”, es que los buenos de este mundo están cansados, demacrados; van a contramano del avance tecnológico y de las novedades en general, y sobretodo viven contradiciendo a sus superiores, sin respetar los métodos tradicionales. En una palabra, son “mandados”; y tienen el acento de Russell Crowe. En fin, este McAffrey es el alma del primer largometraje de ficción de Kevin Macdonald desde “Last King of Scotland” (aquí mi crítica). “State of play” es un film que busca combinar varias cosas, manteniendo siempre una justa dosis de entretenimiento que sobrevuela el relato. Basándose en una mini-serie creada por Paul Abott, los guionistas arman una mezcla de denuncia política e integridad laboral, mezclándolo con un poco de amistad e intriga romántica, y una pizca de acción, suspenso…drama. Hay una Rachel McAdams que representa, moderna y hermosa como ella sola, la camada de nuevos periodistas “sabelotodos” que, en este caso, publican en un blog palabras y artículos sin mucha meditación. “Escupir palabras”, le dice McAffrey. Porque McAffrey no escupe nada. Él va a los lugares, interroga, presiona, se embarra, corre por las calles y se esconde detrás de los autos. Ojo, que esto es un dato pequeño pero importa: a McAffrey la gente lo respeta. El espíritu del film está ahí, y Macdonald intenta ser poco predecible y muy apasionado. Le sale bien, de a ratos, y hay momentos virtuosos como la secuencia de la muerte que dispara todo (bah, más de una secuencia de muerte le sale bien), y una interrogación cerca del final en la que Jason Bateman (siempre medido y encantador, aún cuando hace de hijo de puta) se luce. Por otra parte, sucede que al final McAffrey y su equipo tienen que entregar el artículo, no hay tiempo y el diario se va a empezar a imprimir. Entonces se atan los cabos sueltos de modo acelerado, y quedan cosas en el aire, que no siempre es bueno pero aquí sí porque durante todo el metraje se había dicho muy poco. Es interesante que un film que tiene en su centro una investigación y su resolución calle muchas cosas.
---7/10
Guy Ritchie, en cambio, parece no callar nada. Su primer película, “Lock, Stock and Two Smoking Barrels” es puro grito y disparos, puro ruido. Pero decir eso únicamente es bastante injusto. Es una película que tiene una historia, que tiene un desarrollo de personajes esquemático y bastante escaso pero que sirve para lo que se quiere contar. Hay gente que vive con lo justo y lo hace como puede; ese es el tipo de individuos que más que nada le interesan a Ritchie, y en esta película son cuatro. Son tipos que moralmente quedan bien parados, porque aunque roban y/o matan, no son muy inteligentes y uno puede ver que lo hacen porque realmente no les queda otra. Además, y esto es innegable cuando se exprime el carisma de actores como Jason Statham o Dexter Fletcher (por mencionar algunos), se aparecen simplemente como ‘buenos tipos’. Les sucede que apuestan su vida a un juego de póker, para ganar mucha plata y confiando plenamente en la habilidad de uno de ellos para las cartas. Esta situación, ya desde el vamos, es bastante triste (en el sentido de patético). Y se vuelve más triste con el pasar de los minutos, porque una constante del guión es que a la mayoría de los personajes -que aparecen como derivados de la historia de los cuatro principales pero van tomando diferentes niveles de protagonismo- les ocurren tragedias. Y como todos estos personajes son muy particulares -están descritos y detallados mediante una voz en off-, casi caricaturescos (un rasgo bastante ‘tarantinesco’), las tragedias funcionan a modo de comedia y aunque ninguna de ellas es hilarante, uno llega a sonreírse. Después hay un aspecto de selección musical que es sumamente acertado, así como lo son la fotografía que retrata este mundo de fracasados y desviados y la edición que acompaña la importante cuota de acción (otro rasgo bastante ‘tarantinesco’) con la que vive la película. Como dije, es un film ruidoso. Mi problema no es el ruido, ni los personajes, ni la acción, sino el hecho de que se siente todo el tiempo una necesidad por parte del director de marcar un antes y un después; de establecer una marca registrada en los diálogos, en las situaciones y en las imágenes. Entonces hay un regodeo visual que se hace excesivo y es innecesario, sobretodo porque hace más lento un desarrollo que intenta ser vertiginoso y que consigue una recta final –hay que decirlo- brillante. Pero mucho ya lo vimos antes en otros lados. Sé que parece que comparo únicamente con Tarantino, pero es que es innegable y es lo más directo. Aún así, el cine de Ritchie en su primera película marca un trazo grueso y se diferencia con Quentin en un aspecto que no es menor: donde allá muere gente y dentro de todo lo caricaturesco hay crueldades y hay tragedias (o al menos, para no confundir el uso de la palabra 'tragedia' en esta crítica, lo que se diría momentos perturbadores), aquí muere gente y lo caricaturesco es lo que es; un juego. Eso se percibe, y el inglés se posiciona como un director más dulce, menos terrible y perverso que su compinche americano.
---7/10
Ni americano ni inglés, Jim Sheridan filmó su primera película en su Irlanda natal, algo que siempre lo definirá y está en el corazón de su trabajo. La película en cuestión es “My left foot: The story of Christy Brown” (a Matsan le encanta el título), y está basada en las memorias de Christy Brown, un irlandés que nació con parálisis cerebral y luchó toda su vida para poder utilizar al máximo la única extremidad que podía mover: su pie izquierdo. Es difícil hablar de este film, ya pasados tantos años. La película es importante porque se inmiscuye en el micro universo de la familia Brown (por más que parezca, esto nunca cambia), a la que nunca llegamos a entender o a reconocer en su totalidad. Padres de muchos hijos (muchísimos quizá, la película nunca lo deja claro), el señor y la señora Brown (Brenda Fricker, co-protagonista absoluta) tuvieron a Christy y le dieron mucho amor, aunque sin alentarlo del todo. Resulta que la realidad que filma Sheridan, con una sorprendente economía de recursos y una incalculable confianza en sus actores, no es la más esperanzadora. Por lo tanto, parece lógico que el pequeño Christy tuviera que estar allí tirado en el piso sin muchas soluciones. El sufrimiento en su cara, desde chiquito, es fuerte pero emotivo. El director es tan austero en su puesta en escena y fotografía que no hay manera de que el espectador no se lo crea, y esto anula los golpes bajos (la música, un poco excesiva, resta puntos) que tan fácilmente pueden emerger de un relato de este tipo. Pero el punto de esta mini-crítica no puede ser juzgar una ópera prima por lo bien o mal que esquiva (o no) los lugares comunes de un género como en este caso la “biopic”. Al contrario, hay que analizar cómo decide contar esta vida y a qué se aferra para hacerlo. De este modo, los resultados de “My left foot” aparecen como algo muy básico y puro, dominado por los sentimientos. En una lectura simple de las dos películas base de Sheridan, lo que en “In the name of the father” era el amor de un padre un hijo, se vio aquí primero con la figura femenina. Pero lo básico y puro que menciono vale aquí mucho más que en el otro film, pues las cosas que lo definen se encuentran menos exploradas y expandidas. Irlanda, los bares, la familia, la hermandad, el trabajo duro, la plata, Irlanda. Se cuenta la vida de alguien, sí. Un hombre que escribió, pintó y –detalles poéticos del film- entregó flores con su pie izquierdo. Una historia extraordinaria, sí…un milagro. Pero dentro de un contexto pequeño, pequeñísimo y sin repercusiones a grandes escalas. Por eso el milagro es todo lo demás: la devastadora actuación de Daniel Day Lewis y el acompañamiento del resto del elenco, las calles vacías de algún pueblo en el que un niño diferente nunca quiso ser visto como tal. La acertada decisión de un director en su primera película de contar la historia de Christy Brown pero leída por otros ojos; ojos femeninos que se van enterando de lo que pasó mientras que el protagonista se ríe, preguntando si su escritura es muy cursi y a la vez preguntándole a ella cosas cursis. Mirando en retrospectiva, no es cursi la vida de Christy Brown, pero sí es cursi la forma en que conquistó a la que luego sería su mujer, Mary. No sé lo demás, pero el amor siempre es cursi.
---8/10
Y si hay que hablar de la falta de lo cursi en el buen sentido, de lo que es noble, se me ocurrió definir y redactar una mini-crítica de "Crazy Heart" en 5 ítems. No supe y no pude escribir algo largo, lindo y comprensible como los pedazos de crítica que sacaron Damián y Xavier Vidal, a quienes felicito.
1-No hay falsas emociones acá, la película es honesta de verdad (la contracara de la hipocresía de" The Wrestler", por poner un caso reciente)
2-Lo de Maggie Gyllenhaal es excepcional, se roba el corazón a pura garra
3-Después de tantos años, creo que encontre las dos palabras que definen a Jeff Bridges como actor, y no tengo dudas: nobleza y bondad
4-Hay canciones muy bellas, y es todo como una "ficcion verdadera" o "Verdad ficcional" que es muy interesante, porque Bad Blake nunca existió, y sin embargo la película nos hace aparecer un mundo donde realmente creemos que el tipo anda por ahí
5-Esto es colgado, pero por alguna razón tenía que decirlo, y creo que habla por sí solo, sin necesidad de detalles y pelotudeces: no es "Walk the line"
---7/10
Saludos Sospechosos!