Revista Cultura y Ocio

El retrato de Dorian Gray de Oliver Parker no logra captar la esencia de Wilde

Publicado el 14 junio 2010 por Carol

Antes que nada he de decir que leí El retrato de Dorian Gray de Oscar Wilde más o menos cuando tenía 17-18 años y fue una novela que me encantó y que me animó a sumergirme más y más en el universo del autor: La importancia de llamarse Ernesto, El abanico de Lady Windermere, El fantasma de Canterville o De profundis, fueron pasando por mis manos. Ya de pequeña, mi madre me leía sus cuentos, El príncipe feliz siempre ha sido uno de mis cuentos favoritos de todos los tiempos, aunque me producían una extraña sensación, siempre le pedía que me los leyera una y otra vez. Y es que Oscar Wilde no es un autor al uso, se habla mucho de su persona, sus citas, su carácter, pero todo ello, no debe ensombrecer el hecho de que estamos ante uno de los mejores autores de la literatura universal. Wilde muestra en todas sus obras dos caras, una superficial, en la que encontramos una historia fácilmente adaptable a la literatura infantil en el caso de sus cuentos, o al cine, como sucede con sus novelas u obras de teatro; y luego una esencia más profunda, que incluye una crítica mordaz a la sociedad y en especial a sus hipocresías, una habilidad para jugar con el lenguaje y un cinismo, que es prácticamente imposible reproducir en el cine. Y eso es ni más ni menos lo que sucede con la adaptación a la gran pantalla que ha hecho Oliver Parker. La ambientación es perfecta, tanto decorados como vestuario nos trasladan inmediatamente al Londres de la era industrial; los actores están correctos, en especial Colin Firth y el guapísimo Ben Barnes; y los efectos especiales del cuadro muy conseguidos. Pero le falta alma, le falta todo lo que tiene de bueno la novela, todo lo que ella nos induce a reflexionar. De todos modos, fui al cine sin especiales pretensiones, para ver una película entretenida sin más, y eso sí que lo cumple. Si vais a verla hacedlo olvidando la novela, como si se tratara de una película comercial más, y si aún no habéis devorado El retrato de Dorian Gray, no podéis dejar que pase ni un día más sin leer una de las novelas más extraordinarias que nos ha dado la literatura.

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