Revista Cultura y Ocio

El retrato inquietante

Por Isabel Martínez Barquero @IsabelMBarquero
En la última década del siglo XIX, Óscar Wilde publica su magnífica novela “El retrato de Dorian Gray”, uno de los clásicos de la literatura occidental. Quien la haya leído bien sabe que su huella permanece a través de los años. Ya expuse en otra entrada mi fascinación por esta novela y, ahora, en este mes de febrero que está a punto de concluir, los amigos del blog “Esta noche te cuento” lo dedican al retrato partiendo de la excelente obra de Wilde. Allí se dan cita un buen número de microrrelatos y allí he acudido con uno para rendir homenaje al autor irlandés. Son varios los relatos que he escrito a lo largo de mi vida donde la imagen reflejada –el retrato, la fotografía, la pintura...– es la protagonista esencial, quizá por la influencia de la inmejorable novela de Wilde y la atracción del tema “faústico”, lo que me lleva a recordar otra excepcional novela: “Doktor Faustus”, de Thomas Mann; quizá porque es fácil que mi imaginación se enrede con estas tramas. Pero no me extenderé más y, tras recordar para quien no la haya leído la magnífica reseña que de “Linaje oscuro” hace Amando Carabias María en la prestigiosa revista “ALENARTE”, paso a transcribir el relato publicado en “Esta noche te cuento”:
EL RETRATO INQUIETANTE
 EL PERFIL OCULTO DE PALOMA  Hoy recuerdo las palabras de mi amigo Jaime, antiguo novio de Paloma, aquellas que me susurró en el hospital y que aludían a que ella poseía aureola, pero no como la de los santos, sino negra y amenazante. «Quien la ve, se encuentra con el demonio, está condenado», me confío poco antes de morir.La intensa atención que le presté a Paloma a consecuencia de la muerte de Jaime, consiguió que estrecháramos lazos y desaparecieran de mi mente aprensiones. Era luminosa y encantadora, digna de mi amor y respeto. Sólo tenía una rareza: que no la fotografiara. Pero hoy he disparado mi máquina sobre su perfil distraído: los auriculares la marginaban de los ruidos exteriores. He contemplado en el visor la toma y no me ha gustado una mancha negra que la envolvía, así que he disparado de nuevo. La mancha seguía allí, nunca en el mismo sitio, pero siempre ciñendo su perfil ignorante, ajustada a su cuerpo como una segunda piel. Ni con el revelado he podido evitar aquella sombra oscura.Lleno de pánico, recuerdo las palabras de Jaime y huyo a toda prisa mientras un sudor gélido me advierte de que empieza mi cuenta atrás.

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