Terrores nocturnos son los que nos entran a la Mamá y a mí últimamente, cuando se acerca la hora de ir a dormir. Con lo bien que iban a la cama hasta hace unos meses, los padawanes ahora cada noche nos dan –sobre todo a la madre– un recital de quejas, llantos y demás poderes de la Fuerza. Y es que desde hace unos días, cuando va avanzando la tarde y empieza la rutina, la liturgia diaria, se acerca el momento de enfrentarse al Reverso Tenebroso.
Se acerca la hora. A preparar el baño, recoger un poco los juguetes, chapotear un rato en la bañera, el pijama, una cena ligerita y un poco de leche, un cuento con Mamá, a lavarse los dientes, y a la cama. La rutina de siempre. Suena idílico, ¿verdad? No sabemos si hoy tocará la pequeña Leia, o será Luke. No sabemos si será una mala racha, otra fase transitoria. O si será porque sencillamente quieren seguir jugando. O porque el cansancio del día los pone en un estado difícil de aguantar. O porque el cuento de esta noche no es el que quería y su hermano sí. O porque están un poco molestos con los coletazos de la dentición, o porque tienen tos... La Fuerza es intensa en ellos.
Luke tiene un límite. Le encanta jugar, y es muy activo, pero llegando media tarde, el cansancio puede con él. Lo malo es que aún así, no quiere dejar de divertirse, que siga la fiesta. Y llega a un punto que no sabe controlar esa frustración y se pone muy, digamos, intenso. La pequeña Leia es más tranquila, o al menos no tan física, pero aguanta mejor. El problema con ella suele ser que no se cansa de los libros, los cuentos y las canciones. Como le decía el Maestro Yoda al joven Skywalker: "La Fuerza está arraigada en tu familia".
Cuando eran un poco más pequeños, no había problema en dejarlos en sus cunas, se quedaban tranquilos y a dormir. Pero después de este pasado verano los pasamos definitivamente a sus camas, y ahora hay que quedarse un rato a dormirlos. El cambio fue tan simple como con el chupete; un día lo tenían y al siguiente, bye bye, ni un llanto. Pero con el paso de las últimas semanas vimos que no ha resultado tan bien como pensábamos. Estos días, poco a poco ha ido apoderándose de nuevo de ellos el Lado Oscuro.
Esperamos que poco a poco esta etapa se vaya superando, pero parece que va a seguir costando. Y nuestros nervios ya empiezan a resentirse. Cuando tras completar la liturgia diaria de baño-cena-cuento –que tratándose de dos ya es una pequeña paliza– ahora tienes que echar un buen rato intentando que se queden tranquilos en la cama, relajados, y aún así, acaban levantándose en nuestra busca, y reclamando compañía o más juego, acabas completamente agotado, y lo que es peor, quemado. Han llegado a una edad en la que son conscientes de nuestra compañía, o nuestra ausencia, y tienen más necesidad de contacto. Es habitual que te pidan la mano para dormir, a veces hasta que te tumbes con él para echarse sobre ti. Si encima durante la noche se despierta alguno de los dos tosiendo o llorando, e incluso a veces acaba durmiendo con nosotros, últimamente se hace complicado dormir una noche completa del tirón –que también las hay–.
A esto se le añade que la situación te deja sin tiempo material para relajarte siquiera, o para llevar a cabo tus tareas y cosas con tranquilidad. No digamos ya alguna afición o algo de ocio. Y que normalmente de todo esto se encarga uno de nosotros en solitario, casi siempre la Mamá –yo estoy por las mañanas–. Quemado es la palabra que usé antes. Como Darth Vader. Esa es la razón por la que lleva ese traje, con esa máscara y el casco negro, porque tiene el cuerpo quemado.
Por suerte los padawanes al menos suelen turnarse para montarnos estos duelos de sables láser y Fuerza. Pero eso lo dejo ya para otra entrada. Dos contra uno es ya complicado como para resistirse al poder del Reverso Tenebroso. A ver si se les pasa rápido esta mala racha y vuelven pronto al Lado Luminoso de La Fuerza.