(viene de http://eugenioolivares.blogspot.com/2011/06/el-reviniente-de-anantis-1.html)
El párroco decidió convocar tanto a sabios como a religiosos para un encuentro en su casa, a celebrarse el Domingo de Ramos. Había que encontrar una cura para aquella calamidad, y ofrecer consuelo a todos los que estaban padeciendo la epidemia. Tras pronunciar un sermón y concluir las ceremonias religiosas, el párroco ofreció un almuerzo en su casa. Mientras tanto, dos jóvenes hermanos – hijos de una victima de la plaga – decidieron que no iban a esperar por más tiempo: el monstruo había matado a su padre y ellos, por su propia seguridad y por vengase, desenterrarían a aquel azote y lo echarían a las llamas.Llevando palas, se encaminaron al cementerio, preguntándose si tendrían que cavar muy profundo hasta dar con el cadáver. Para su sorpresa, apenas habían dado algunas paladas, cuando encontraron el cuerpo, cuya mortaja estaba hecha jirones. Además, el cuerpo estaba anormalmente hinchado y su cara, enrojecida. Arrebatados por la ira, hincaron la pala en el cuerpo; de la herida abierta manó abundante sangre. Después, llevaron el cuerpo fuera del pueblo y se prepararon para quemarlo en una hoguera improvisada. Pero antes, uno de los hermanos pensó que aquel pestífero cadáver no se consumiría, a menos que se le sacara el corazón. Así se hizo: tras abrir el costado al cuerpo, se extrajo la víscera con la mano. Para cuando el cuerpo estaba en llamas, llegaron el párroco y sus acompañantes, pues habían sido informados.
La pestilencia terminó, tan pronto como aquella bestia infernal fue destruida.