Revista Cultura y Ocio

El rey a quien ridiculizó shakespeare

Publicado el 26 marzo 2015 por Catgo
Estos días estamos asistiendo a un verdadero funeral de estado por fascículos en Inglaterra, pero lo interesante del caso, es que el monarca sobre el que gira el hilo argumental murió en 1485, y sus restos estuvieron en paradero desconocido hasta hace dos años.
El rey Ricardo III de Inglaterra nació en el castillo de Fotheringay (Northamptonshire), el 2 de octubre de 1452, y murió en la batalla de Bosworth (Leicester), el 22 de agosto de 1485, en medio de la Guerra de las Dos Rosas. Fue el último monarca de la Casa de York, lo que acabó con la dinastía de los Plantágenet y dio lugar a la llegada de los Tudor a la corona inglesa, en la figura de Enrique Tudor, que gobernó como Enrique VII.

EL REY A QUIEN RIDICULIZÓ SHAKESPEARE

Reproducción del busto del rey (Foto: Imágenes Google)

EL REY A QUIEN RIDICULIZÓ SHAKESPEARE


EL REY A QUIEN RIDICULIZÓ SHAKESPEARE

Foto: National Geographic


Es uno de los tres reyes de la historia de Inglaterra que murieron en el campo de batalla, y el único que todavía no había recibido sepultura real. La leyenda, incentivada por la imagen de un tirano, cojo y deforme, que William Shakespeare plasmó en su tragedia histórica The Life and Death of King Richard III, siempre lo ha descrito como un monarca ambicioso y sin escrúpulos, a quien se le atribuye la desaparición y muerte de los Príncipes de la Torre, es decir, el rey Eduardo V y su hermano Ricardo, duque de York, con la finalidad de usurparles el trono. No obstante a pesar de las leyendas, los historiadores actuales le atribuyen el mérito de haberse ganado cierta reputación entre el pueblo inglés por haber impulsado leyes de considerable modernidad para la época, como fue la de la presunción de inocencia.
Los análisis de los restos, además de certificar que son los del monarca, han descartado que tuviese la pronunciada joroba con la que le describió Shakespeare y ha revelado, además, algunas curiosidades sobre la dieta alimenticia que siguió durante los últimos años de su vida, donde destaca el consumo diario de grandes cantidades de vino y de carnes exóticas como cisne, grulla, garza y garcetas, propias de los miembros de la alta aristocracia.
Debido a que fue vencido y muerto en el campo de batalla, se supone que no se siguió el protocolo medieval de los funerales de las altas autoridades donde el cuerpo debía llegar a la iglesia un día antes del entierro, con la finalidad de que pudiese estar presente durante la liturgia de las horas, tras la cual se celebraba una misa réquiem previa al entierro, al que asistían caballeros y cortesanos. Según sostiene el historiador John Ashdown-Hill, autor de Los últimos días de Ricardo III, parece ser que el cuerpo desnudo de este rey estuvo expuesto públicamente durante dos días, con la finalidad de evitar cualquier especulación sobre un posible asesinato, y que fue entregado a los frailes franciscanos del lugar para que lo enterrasen en su priorato, por lo que fue envuelto en un sudario y colocado directamente en la tierra, sin ningún tipo de ceremonial. No obstante, aunque no existe evidencia de que se celebrase el consabido réquiem antes del entierro, se deduce que sí que lo tuvo que haber dado los ritos religiosos básicos de la época. Y respecto al entierro, por la posición de los restos encontrados, se reconoce el cumplimiento de los requisitos de la tradición cristiana como es colocar la tumba orientada este-oeste, y el reconocimiento de la figura del monarca por parte de los monjes al enterrarlo en el coro, que era el lugar más honorable de las iglesias mayores de los prioratos, reservado en exclusiva para las personas ilustres.
En definitiva, y bajo la opinión de los expertos, el entierro del rey Ricardo III fue totalmente coherente con el protocolo establecido para los reyes depuestos de Inglaterra. Eduardo II fue enterrado en el coro de la Abadía de Gloucester (tumba que posteriormente se le dio el trato de tumba real), Ricardo II en el coro del Priorato de Kings Langley (trasladado posteriormente a la Abadía de Westminster) y Enrique VI en el de Chertsey Abbey (trasladado posteriormente a la capilla de San Jorge del castillo de Windsor). En el caso de Ricardo III, se cree que fue su propio sucesor quien mandó dignificar la tumba cubriéndola con alabastro, de acuerdo al formato que seguían las tumbas de las clases altas de aquella época, aunque la confiscación de los bienes eclesiásticos de Enrique VIII dió pie a que se perdiese durante 500 años.
La escenificación de su segundo entierro ha querido acercarse a la de un verdadero funeral de Estado, por lo que se ha incluído salva de honores, cortejo fúnebre y misa de réquiem, pero evitando que se convirtiese en una representación teatral medieval. Dado que es el primer funeral “oficial” de un monarca británico desde 1952 (exequias del rey Jorge VI), a las ceremonias han asistido el actual duque de Gloucester y la condesa de Wessex, en representación de la monarca británica.
Para la inhumación de los restos, en un ala de la catedral de Leicester, se ha preparado un sarcófago de piedra caliza cubierto por un lecho de mármol oscuro, con una profunda cruz incisa y el epitafio “Loyaulte me lie” ("Juramento de lealtad"). Como curiosidad, mencionar que la fabricación del ataúd se ha encargado a un ebanista canadiense, descendiente de Ana de York (hermana del rey), quien ha prestado su ADN para poder identificar los restos encontrados.
Entre los elementos materiales imprescindibles en el funeral de estado de un monarca está su estandarte y la corona. Debido a que no se conserva ninguna corona de la época -o que hubiera pertenecido al monarca-, se ha optado por hacer una reproducción, diseñada a partir de la que hay en un dibujo de Anne Neville (consorte del monarca) y de la que se tiene de Margaret de York, duquesa de Borgoña (hermana del rey Ricardo). Aunque en ese momento de la historia (siglo XV) estaban de moda las coronas cerradas, se ha optado por un diseño abierto como el que se supone llevaba el rey sobre el casco de su armadura en el momento de su muerte. Entre la simbología utilizada, se han elegido zafiros y granates para representar el color azul y el color granate de la Casa de York, así como rosas blancas.
El programa de las exequias, que se han celebrado a lo largo de cinco días, ha incluido el traslado del féretro hasta la catedral llevado en un carro de artillería tirado por caballos y escolado, varios servicios religiosos, una capilla ardiente, que ha permanecido tres días abierta al público, y una misa réquiem previa a la ceremonia final de inhumación de los restos.

EL REY A QUIEN RIDICULIZÓ SHAKESPEARE

Foto: International Business Times


EL REY A QUIEN RIDICULIZÓ SHAKESPEARE

EL REY A QUIEN RIDICULIZÓ SHAKESPEARE

Foto: Lonely Planet


Dado que el monarca profesaba la fe católica romana, porque murió antes de la creación de la Iglesia de Inglaterra, los servicios religiosos los ha celebrado el prelado católico de Inglaterra.
En definitiva, todo un reconocimiento a un rey que se ha convertido en una estrella mediática del siglo XXI, a pesar de la aparente impopularidad de la que gozó durante su reinado.




EL REY A QUIEN RIDICULIZÓ SHAKESPEARE
EL REY A QUIEN RIDICULIZÓ SHAKESPEARE

EL REY A QUIEN RIDICULIZÓ SHAKESPEARE

Para saber más:
Confirmado: son los restos de Ricardo III
King Richard in Leicester
Fit for a King: The Burial and Reburial of Richard III with John Ashdown-Hill

Volver a la Portada de Logo Paperblog