El rey Juan Carlos, durante su discurso en honor del presidente de Guatemala, Otto Pérez Molina, y su esposa, Rosa Leal, el pasado día 13 de enero. Llegado a este punto, el rey, tan alabado y loado en los últimos años por los españoles, ha pasado a ser el monarca más criticado y rechazado por los mismos. El caso más claro es el propiciado por “El Mundo”, en el que es tan denostado como encumbrado. Este periódico no da al rey por perdido, sino más bien, todo lo contrario. Un día después de que su director, Pedro J. Ramírez, clamara en su columna dominical por el regreso del “Rey batallador”, a quien ve como “el mayor activo de la democracia”, el diario publica una encuesta favorable al Monarca que refleja que el 82% de los españoles cree que debe recuperar el prestigio de la Monarquía y un 46% considera positivo el balance de su gestión. El artículo de Pedro J. Ramírez coincide en fecha con el de Luis María Anson, también en “El Mundo”, que carga contra el juez José Castro, instructor del caso Urdangarin y responsable de la imputación de la infanta Cristina. Anson califica al magistrado de “mediocre”, “de prestigio discutible” y de ansioso de “saltar al estrellato”. En el mismo medio, Federico Jiménez Lozanitos afirma que la Monarquía paró su reloj el 23-F.
Pedro J. Ramírez avala la afirmación del ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, quien dice que el rey es un “tesoro” para España. “Seamos conscientes de que la figura de don Juan Carlos continúa siendo, por su capacidad de interlocución dentro y fuera de España, el mayor activo de nuestra democracia. De él podrán decirse muchas cosas, y nadie se va a morder ya en este país la lengua, pero no hay un solo español de peso que no siga dispuesto a escuchar y ponderar los consejos del Rey que trajo y defendió las libertades”, escribe el director de “El Mundo”. Ramírez defiende que ha llegado “la hora de la reforma constitucional” y considera que “nadie mejor que el monarca podría ayudar a encauzarla. Pero el mero hecho de verlo de nuevo con la armadura puesta como su antecesor Alfonso I –“clamábanlo batallador porque en Espanya no ovo tan buen cavallero que veynte nueve batallas vençió”– ya me parece una gran noticia en medio de tanta desolación”.
Un sondeo de este periódico, publicado el lunes pasado, y acompañado de un editorial, apunta que un 72% de los ciudadanos quiere que el rey impulse un pacto anticrisis y la reforma constitucional, el 82% cree que debe intentarlo, y un 46% sigue valorando de bueno o muy bueno el balance de su reinado. Claro que otro periodista pone la nota discordante. Se trata de Federico Jiménez Losantos quien explica que el apego al rey y la idea de que puede ser todavía el salvador de España se debe al hecho de que la “única democracia conocida en España, aunque no en toda ella, lo ha sido con Don Juan Carlos I como rey”, por lo que ve “lógico el escalofrío ante la posible desaparición política del rey actual”. Pero, “asuntos al margen –continúa Losantos- hay un hecho inocultable: la crisis nacional e institucional que tiene en el Rey el símbolo de su descrédito y de la dificultad de su regeneración”. Mas que parársele el reloj en el 23-F, quien lo paró, según Losantos, fue la monarquía, “porque es muy cómodo vivir sin mirar la hora”.
Otros, apuntando a una la monarquía no ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos, prefieren esperar a que caiga por sí misma, convencidos de que la República vendrá forzosamente.