Entre los siglos XVII y XVIII el café irrumpió con fuerza en los mercados europeos. Los habitantes del Viejo Continente le habían cogido el gusto a esa estimulante bebida, y el consumo se había disparado.Fue entonces cuando el café se convirtió en objeto de debate entre los científicos del momento: científicos franceses e ingleses advertían que el consumo de café acortaba la vida y producía graves problemas de salud, sin embargo, algunas personalidades como Linneo, el autor de la clasificación de los seres vivos, estaba convencido de que era beneficioso para la saludParadójicamente, fue el país natal de Linneo, Suecia, el que más combatió el consumo de café. De hecho, a lo largo de los siglos XVIII y XIX se produjeron varias prohibiciones contra esta bebida.
Este es Linneo. Menuda cara de cafetero tenía el pájaro.
Por mucho que Suecia trató de erradicar el consumo del café, las subidas de impuestos y las prohibiciones no dieron fruto. Al contrario, todas estas medidas no hicieron sino incrementar su consumo, y quizá por ello hoy Suecia sea el tercer país europeo en consumo de café (9,4 kilos por habitante al año, el doble que España), tan solo por detrás de Finlandia y Holanda.Fue el rey de Suecia Gustavo III el que trató de resolver la situación ordenando un experimento científico que dio lugar a una de las historias más absurdas que se conocen. Y aunque hoy muchos autores ponen en duda su veracidad, instituciones suecas como la Universidad de Uppsala la recogen.Este es Gustavo. Él inventó lo de "café y cigarro...".
El experimento fue idea del propio monarca, convencido de que a través de él podría demostrar científicamente que el café era perjudicial para la salud. No podía prohibir todas las bebidas estimulantes en el país, pero podía demostrar que el té era mejor que el café.Con este objetivo, propuso a dos presos que eran hermanos gemelos y habían sido condenados a pena de muerte conmutar sus penas. A cambio tan solo tendrían que participar del experimento bebiendo uno tres tazas de café al día, y el otro tres tazas de té.Por supuesto, los hermanos aceptaron el trato. Y para asegurarse de que todo se hacía con rigor, el rey encargó a dos médicos que hicieran el seguimiento de los gemelos.Señores mayores experimentando con café.
El rey esperaba que el hermano que consumía café enfermase y muriese pronto, desde luego antes que su pariente. Pero ya habrás adivinado que esto no ocurrió.De todos los participantes en el experimento, los primeros en morir fueron los propios médicos que supervisaban a los hermanos. Suponemos que por causas naturales. Y a ellos les siguió el monarca.En 1792 fue asesinado Gustavo III de Suecia, y no por un adicto al café con mono, sino por una conjura de nobles en un baile de máscaras (todo muy peliculero). El caso es que el rey no pudo ver concluido su experimento.Y casi mejor que así fuera, porque el siguiente en fallecer fue el hermano que consumía té. Muertos los médicos, el rey y el hermano tetero, contra todo pronóstico, el único superviviente fue el hermano cafetero (qué de Zapeando nos ha quedado esto).Retrato del hermano superviviente.
No se tiene registro de la edad a la que murió el gemelo del café, pero sí se sabe que su hermano murió a los 83 años, así que el café no solo no le mató, sino que igual alargó su vida mucho más de la media por aquel entonces (eso si es que no sigue vivo en la actualidad).Ya hemos dicho que hoy en día muchos dudan de la veracidad de la historia, pero cierta o no, todos los científicos rechazan la idea de que tal experimento pudiera demostrar los beneficios o perjuicios de nada. Lo único que demostró Gustavo fue que una bala te mata antes que una taza de café.- Inglis-Arkell, Esther (19/12/2013): “The cursed coffee experiment!”, en io9.
- Mateo, Gerard (12/07/2017): “Estos son los europeos que toman más café, ¿vivirán más?”, en Crónica Global.
- “Coffee – rat poison or miracle medicine?”, en Linné on line, Uppsala Universitet.
- Weinberg, Bennett Alan y Bealer, Bonnie K. (2001): The world of caffeine, Psychology Press, Routledge.