Señor:
La mayoría de los españoles son monárquicos. Pero solamente empíricos: intuyen que con esta Institución les va mejor que con otra forma de Estado. Todavía les queda el recuerdo del sangriento final de la II República, y de varias décadas posteriores cargadas de tristes secuelas.
Tras ser aprobada por la Constitución, la Monarquía demostró en 1983 su utilidad y su poder civil y militar evitando un golpe de estado. Después, enmendó discretamente los numerosos yerros de los gobiernos españoles, y resolvió problemas externos que nos enfrentaban a distintas naciones, y otros internos, como tendrá que hacer nuevamente para evitar la ruptura del país.
Aún desconociendo esas mediaciones concretas, algo le dice a la ciudadanía que el Rey y la Reina lo están haciendo bien, en líneas generales. Señal de ello es la alta valoración que les conceden a la Monarquía en todas las encuestas.
Pero de vez en cuando se detectan desaciertos, especialmente en momentos dolorosos para el país. Como el de que S.M. estuviera cazando en Botswana el día en el que cayó o fue derribado un helicóptero con militares españoles en Afganistán.
A muchos ciudadanos les gustaría creer que su acecho por el desierto del Kalahari era, en último extremo, solo fotográfico. Pero temen que tratara conseguir algún trofeo extraído de animales que, aunque allí abunden, en otras áreas están extinguiéndose. El acoso a los animales africanos es cada día más impopular, igual que la caza de osos en Rumanía.
Lo que necesita Botswana de sus visitantes es ayuda: el 25 por ciento de su población padece SIDA y la esperanza de vida es de 30 años. Sus bosquimanos también están en peligro de extinción.
Señor:
La mayoría de los españoles son monárquicos empíricos. Les gustaría seguir siéndolo. Por eso debe decírsele, y también a los herederos, que ciertas aficiones reales son poco recomendables.