Revista Opinión

El rey de las camas

Publicado el 25 mayo 2018 por Manuelsegura @manuelsegura

El rey de las camas

Recordaba el actor aguileño Paco Rabal que la primera frase que pronunció en el cine fue una réplica a su amigo Fernando Rey y que por aquello le abonaron 125 pesetas de la época. Años después, en 1961, ambos rodaron Viridiana’, a las órdenes de Luis Buñuel, coprotagonizando la película con la actriz mexicana Silvia Pinal y obteniendo el público reconocimiento con la prestigiosa Palma de Oro en el Festival de Cannes.

Apenas un año después, en 1962, los dos actores se subieron a las tablas del Teatro Español, en una excelsa versión de ‘Becket’, de Jean Anouilh, bajo la dirección de José Tamayo, en la que el murciano daba vida a Enrique II y el gallego, al arzobispo de Canterbury. En su crítica en el diario ABC, Alfredo Marqueríe hablaba de que “Francisco Rabal, lleno de vigor y de ímpetu, de viril arrojo y de arrebatada pasión, de rudeza unas veces y de contenida ternura otras, y Fernando Rey, sutil cortesano y fervoroso arzobispo marcando la transición de su papel con magistrales matices, fueron los héroes del estreno”. Y concluía: “¡Esto sí que es teatro, del bueno!”

Fueron estas algunas de las ocasiones en las que ambos actores, de lo mejor que ha dado nuestra escena, coincidieron trabajando. Sin embargo, fuera de las pantallas y las tablas, se contaba una anécdota desternillante protagonizada por ellos en plena Gran Vía madrileña, ocurrida en un día en el que paseaban un tanto efusivos y digamos que algo chispeantes. Fernando Rey había protagonizado en la década de los 80 un anuncio de colchas en TVE que contenía un sugerente eslogan, y que luego explotaría el también actor californiano Lorenzo Lamas. Una mujer los abordó y, equívocamente, se dirigió a Rabal: “Vaya, es un placer conocer en persona al rey de las camas”. Mas el actor aguileño la sacó de su error con una de sus genialidades que, no por resultar acaso un tanto procaz, pareciera menos inopinada. Con su voz grave y su gesto osado, le espetó: “No señora, el rey de las camas es este señor. Yo, lo que he sido y aún soy es un gran follador”. Cabe imaginar la cara de tan aturdida y confusa admiradora.

Sí, fueron grandes amigos. En 1994 Fernando murió de un cáncer, pero Paco no acudió a su entierro en el cementerio de La Almudena. Según confesó su hija Teresa, se encontraba destrozado por aquella dolorosa pérdida. En 2001, en Burdeos, de regreso desde Montreal, Rabal sufrió un ataque irreversible en el propio avión que lo trasladaba a España. A ambos, que murieron casi con la misma edad, los unieron tantas cosas… Compartieron la devoción que por ellos sentía Buñuel, el genio de Calanda, y hasta el mismo representante artístico, Omar Butler.

Cuando el realizador estadounidense William Friedkin, que dirigió ‘French Connection’, pidió que le trajesen a “aquel actor” que tanto lo maravilló al verlo en ‘Viridiana’, se refería a Rabal, pero le trajeron a Rey. Hubo quien quiso ver en ello una confusión, pero la realidad fue que este sí dominaba el inglés para enfrentarse a los diálogos, una circunstancia que catapultó internacionalmente su carrera, tras el Óscar que obtuvo esa cinta en 1971. A Paco le llegaría ese reconocimiento en Cannes, en 1984, tras bordar su papel del inolvidable Azarías en la adaptación que de ‘Los santos inocentes’, de Miguel Delibes, hizo Mario Camus. “Quien tiene un amigo, no sabe lo que tiene”, decía Juncal, otro recordado personaje de Rabal, quien, con Fernando Rey, fueron dos rebeldes con causa en aquella España de centinelas y reclinatorios; eso sí, cada uno, a su manera.

[‘La Verdad’ de Murcia. 25-5-2018]


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