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He aquí al hombre, al hijo de dios que alimenta a las masas y se nutre de sus carnes.
El aclamado, el deseado. El que escupe al cielo y no se moja porque en su mundo no existe la gravedad. Salvo la del dinero, claro, la del mercado, la del más fuerte, la que sólo entiende el éxito.
El nombre completo de este señor que en la foto parece estar recibiendo su ración exclusiva de soma del mismísimo cielo es José Mario dos Santos Félix Mourinho y es el rey del mambo futbolístico.
Su desafiante mirada -al contrario, al público, al árbitro o a quien sea- habla de su concepción del deporte. Es la táctica del campeón colmado de halagos indigestos pero que devora con glotonería. "Nadie es mejor entrenador que yo", repite como un mantra, como si esa invocación contuviera la fórmula que transforma el deseo en realidad. Insulta, se mofa del contrario, Mourinho se pierde en el éxito.
Criado en el seno de una familia adinerada del Portugal de Salazar, creció en una finca con quince habitaciones y una rígida educación católica y fascista. La caída del régimen en 1974 cambió la vida de la familia, que lo vivió como un trauma. "Ser de derechas en Setúbal, como yo, era como ser del Oporto en Lisboa", dijo una vez Mourinho, que tiene totalmente vetado en sus declaraciones el tema de la política. Él traslada la batalla a los estadios, que es donde se mueve como pez en el agua.
Su última conquista de verdad fue la Copa de Europa, esta vez con el Inter de Milán. Antes había eliminado al Barcelona con un estilo de juego más oscuro de lo que muchos esperaban, pero ya se sabe que en esto del fútbol lo que cuenta es el resultado. El tiempo es un aliado del olvido.
José Mourinho, el provocador, el ególatra, sabía lo que decía cuando pidió acaparar todo el poder de su actual equipo, el Real Madrid. Es el dios carnal en este olimpo del siglo XXI que entre todos hemos convertido el fútbol. Todos le ríen, todos le tocan, todos le envidian. A muchos descerebrados les gustaría ser como él y así va el mundo. Tan listo, tan guapo, tan estrella. Su nombre suena a gloria. "Special one", se autodefinió al llegar al Chelsea.
Y para los elegidos como él no existe el perdón. Siempre arrogante con el rival, reparte dardos y olvida. Mastica y escupe. Como la ley del mercado, la del más fuerte, la que que no entiende de justicia ni pone un juego a la altura del juego. El fútbol es la mercadería en la que Mouriño mide su cuenta de resultados, su burbuja en tiempos de crisis, la guerra donde sólo le vale ganar. El fútbol es su Cielo. Y en ese paraíso, Mourinho es el rey del mambo. Aunque a veces ponga cara de vencedor triste. Hoy el Atlético de Madrid le ha abierto la puerta de salida de España para que vaya a enseñar donde le aguanten. Bye, mister.
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