Nada que objetar a la petición de perdón del Rey. Es un gesto decente y un ejemplo para la clase política española, incapaz de hacer lo mismo. Pero sólo cabe resaltar un matiz: Su petición de perdón es incompleta, ambigua y le ha faltado espontaneidad. Su gesto no ha sido producto del arrepentimiento, sino un gesto forzado por el clamor popular, asumido con profesionalidad por un señor que quiere conservar la Corona y sus privilegios. Lo más importante del gesto real no fue pedir perdón, sino prometer que "nunca volverá a ocurrir". El arrepentimiento y el propósito de enmienda son vitales para obtener el perdón. El problema es que sólo los iniciados le entendieron. Algunos debieron preguntarse: ¿Que ha hecho este hombre? ¿Por qué pide disculpas? ¿De qué se arrepiente? ¿Que es lo que nunca volverá a hacer? ¿Se refiere a que ha casado mal a sus hijas? ¿Estaba pensando en que no volverá a irde de fiesta mientras persista la crisis? ¿Está prometiendo que nunca más aceptará regalos?
Ojalá ese rostro compungido y humilde haya sido sincero y producto del arrepentimiento. Personalmente, me inclino a pensar que fue una impecable operación de imagen protagonizada por un buen profesional motivado, aunque demasiado ambiguo y poco claro.
Hay una forma de comprobar si el gesto es sincero o no. Si el rey estuviera convencido de que hizo mal al practicar la caza y el lujo mientras la España que le paga el sueldo sufre privaciones y humillaciones por culpa de los políticos y malos gobernantes, entonces debería exigir, como jefe de Estado, a sus "colegas" poderosos que hagan lo mismo, que se dirijan al pueblo al que han vejado y arruinado para pedir perdón.
Veremos si Zapatero, Rubalcaba, Camps, Urdangarín y los miles de canallas y ladrones que han robado, despilfarrado, endeudado el país hasta la locura, mentido con alevosía, saqueado las cajas de ahorro y hasta esquilmado al ciudadano y al mismo Estado también piden perdón y cambian de conducta.