Revista Cultura y Ocio
Saltó a la palestra en el momento más inoportuno incendiando trajes de bomberos, llegando tarde antes que nadie, repartiendo infortunio cual gafe perfecto y fatal. En cambio, su actitud era de orgullosa incomprensión, de ingenua grandiosidad. Se sentía luminoso en medio del apagón, fascinante ante la vulgaridad, fervorosamente imprescindible. Pero la realidad era otra, tan grande como su ignorancia. Cerrar los ojos no hace desaparecer el mundo. Y el mundo está lleno de maestros del desastre desangrando ciudades, errando respuestas, infectando heridas sin querer. Vino a malgastar y pensó que enriquecía. Vino a deambular y pensó que pisaba con firmeza. Un cerebro estropeado es lo que piensa. Todo lo que toca lo convierte en fracaso. Y para él brilla por el estercolero. La incapacidad de aprendizaje es su capacidad más innata. Tuvo mil oportunidades de no ser un viejo bastardo, pero nunca le quedó otra. Los inútiles han llegado para quedarse. Todos tenemos una labor: descubrir lo que somos o al menos saber lo que queremos ser. Todos empezamos con las cortinas cerradas y la oscuridad lo envuelve todo. La luz se gana si matamos al rey del desastre, si conseguimos salir de la piel, si nuestro propio antro no nos ahoga.
El otro día vi a un monstruo al afeitarse.