En un reino lejano había un hombre que se vanagloriaba de conocer todos los idiomas, caracteres, valores, costumbres, virtudes y defectos. Allí por donde iba todos se admiraban de la facilidad con la que generaba amigos y se adaptaba a los hábitos del lugar. Si pisaba ciudades en poco tiempo protagonizaba plazas e iglesias, si viajaba a pueblos todos se confiaban a él, y si andaba con nómadas sus labores eran las que mejor descubrían la belleza de la Naturaleza. Tanto se extendió su fama que el rey le mandó traer a la corte para ver si verdaderamente era como decía ser.
Cuando se presentó ante él, el joven muchacho le confesó: "permítame decirle que veo en sus ojos la tristeza de quien tiene todo lo codiciable por el género humano pero le falta lo que más anhela."
"¿Y qué es eso que más deseo?" - respondió intrigado el rey.
Aquello que ningún mortal puede conseguir.