Para narrar la historia de cómo llegaron los persas al apogeo de su poder y a la instauración de un gran imperio, comenzaremos hablando de la historia de Ciro el Grande. Su mismo nombre, hace ostentación de un gran soberano de la antigüedad, y en efecto lo fue, ya que dio inicio a un país que dominaría territorios desde la India hasta los límites con Grecia y Egipto en occidente. Como iniciador de una nueva dinastía y a la vez dueño de gigantescos dominios, Ciro no podía llegar a tener un origen lejano de lo fantástico y mítico. Por ello, la corte creó toda una vida dramatizada que justificara una especie de posición mesiánica en el trono.
Todo empezó con Astiages, el último rey del Imperio Medo citado más arriba. Una de sus hijas, Mandane había dado a luz a un hijo. Su padre era Cambises I, y se le llamó Ciro. Sin embargo, según la tradición Astiages recibió malas noticias. Algunas fuentes dicen que fue a través de un sueño, mientras que otras alegan que fue una profecía. Sea cual haya sido el medio, el mensaje era totalmente indignante para el monarca, pues se le informó que su nieto algún día le causaría la muerte. Obviamente, a Astiages esto no le hizo ninguna gracia, y sin contemplación alguna, ordena el asesinato de su nieto. La orden recayó sobre uno de sus cortesanos, llamado Harpago, el cual no pudo concretar la misión, pues le dio pena llevar a cabo semejante homicidio. Al parecer lo abandonó en las montañas a su suerte, y una perra cuidó del bebé hasta que fue encontrado por un pastor de nombre Mitradates.
Pero la historia no terminó allí. Ciro había sobrevivido y creció en un hogar humilde. Empero llevado por el destino, hace que un día cualquiera se encuentre con Astiages, el cual tuvo sus sospechas y exige explicaciones ante Harpago. Cuando éste último confesó no haber perpetrado el asesinato, el rey medo lo hizo castigar, según se cuenta celebrando un banquete donde el hijo del mismo Harpago era parte del buffet. Éste huye humillado y busca a Ciro, quién había recibido el indulto real de Astiages y al parecer tenía ya contacto con la familia real. Sin embargo el incitador logró convencerlo para que se rebelara ampliamente contra su abuelo. Ciro reunión varias tribus identificadas como persas y empezó la guerra, la cual duró alrededor de tres años. El error de Astiages fue el haber elegido a Harpago como su comandante para dirigir la guerra. Obviamente, esto hizo que los ejércitos medos traicionaran a su rey y se uniera a los persas, marchando hasta Ecbatana, destronándolo con éxito. Astiages, como ya dijimos, fue perdonado y gobernó como un noble vasallo a su nieto. Así entonces dio inicio al gobierno de Ciro I, el Grande. Pero como vemos esta historia, a pesar de ser citada en fuentes consideradas de confianza (como Herodoto), obviamente parece muy difícil de creer. Está claro que Ciro I no tenía un origen noble, o al menos tan importante y cercano a la corte meda, es por eso su necesidad de justificar su posición con una gran historia al mejor estilo Rómulo y Remo.
Una versión más pegada a la realidad es que gobernaba Anshan pues era hijo de Cambises I. Al igual que su padre, era un rey vasallo de los medos por entonces, si bien de todos tal vez eran los "mejor tratados", por así decirlo. Además esto es lógico, pues insistimos, ambos grupos, tanto medos como persas, eran "primos-hermanos". Sus costumbres y patrones culturales, sobre todo la lengua, era la misma. Entonces estalló la guerra civil, la cual, debió ser solamente algo así como un proceso de "cambio dinástico", más que el de una nación contra otra. En el año 559 a.n.e. Ciro finalmente declaró a Anshan independiente. Además, la primera expedición enviada por Astiages fue derrotada. Se dice que en el lugar de su primera victoria, Ciro construyó la futura ciudad de Pasagardas, como fortaleza de Persia. La consagró como su nueva capital de ahí en más. Por otra parte, los triunfos resonantes del nieto sobre el abuelo, llegaron hasta a oídos de Nabónido de Babilonia, el cual, contento, decidió apoyar a Ciro diplomáticamente, pues estaba interesado en que Media se debilite. Es más, el rey caldeo fue tan lejos que hasta arrebató la ciudad de Harrán a los medos aprovechándose de su debilidad. Ciro pronto fue haciéndose más famoso. Obtuvo apoyo y hacia el año 550 a.n.e. se calcula que marchó sobre Ecbatana, la cual estaba situada a escasos 500 km al norte de Ansham. Finalmente, su abuelo fue derrotado y derrocado. Allí, además- es decir en Ecbatana-estableció la nueva capital del creciente reino Aquémenida, el cual se transformó de un día para el otro en un imperio. La guerra había durado alrededor de tres años, máximo cuatro, lo cual sorprendió a los babilonios. La noticia inclusive debió haber llegado a Egipto y Lidia. En efecto, ahora los medos desaparecían como estado-nación independiente, y en el horizonte los persas se hacían como los nuevos amos de una potencia en la región.
A propósito, en algunas inscripciones se han hallado otros dos nobles cuyos nombres son Ariaramnes y Arsames, padre e hijo, los cuales son señalados como "reyes de Persia". Empero, sus supuestos períodos de gobierno chocan con la de otros aqueménidas, por lo cual los historiadores creen que en realidad fueron parte de la familia real. En efecto, la Inscripción de Behistún (algo así como la Piedra Roseta en el mundo persa), hace mención de ellos como monarcas, lo cual genera una disyuntiva. Sin embargo, sí es de conocimiento que Arsames fue el abuelo del futuro Darío el Grande.
Sea como sea, la situación dentro del núcleo de gobierno persa estaba bien establecida, y permitió a la dinastía expandir sus fronteras en pocos años, es por ello que Ciro es recordado como "el Grande". En efecto, si las naciones aledañas creían que este monarca había dado por satisfechas sus ambiciones, se hallaban equivocadas. Luego de asumir oficialmente el título de rey de Persia en el año 546 a.n.e., Ciro colocó a vasallos y familiares fieles en diferentes partes de sus extensos dominios. Los títulos que llevaban estos gobernadores locales eran los de "sátrapas". Ahora bien, tras la conquista y toma de Media, los ojos del soberano persa se dirigieron hacia Lidia. Como recordaremos, Creso era cuñado del depuesto Astiages, y por ello se mostró sorprendido por la actitud de Ciro, considerándolo un "usurpador". El primer enfrentamiento se llevo a cabo en la Batalla de Pteria o Batalla del río Halys librada en el 547 a.n.e., en la cual los persas alcanzaron la victoria. Los civiles a menudo eran tratados con ignominia por Creso, mientras que Ciro invitaba a los vasallos de su enemigo a rebelarse contra Lidia abiertamente. Luego siguió la Batalla de Timbrea librada en el mismo año, donde la caballería lidia fue destrozada, tal vez porque los aliados espartanos y egipcios de Lidia no llegaron a tiempo. Al parecer, esto fue muy desalentador para el resto de los ejércitos de Creso, el cual fue capturado tras la batalla. Las versiones acerca del futuro del rey lidio no encuentran consenso. Por una parte algunas fuentes citan que fue tratado con clemencia y se le nombró algo así como un asesor de la corte aquémenida. Otra hipótesis establece que fue asesinado. El hecho es que para el año 546 a.n.e. Lidia y su capital, Sardes, ya estaba subyugada a los persas, lo que permitió a estos tomar casi toda la península de Anatolia y poner en alarma por primera vez a los helenos, con quiénes se empezó a compartir fronteras. El único problema por entonces fue Pacties, un sublevado quién lideró una rebelión que asedió Sardes. Fue reprimida y el sátrapa de esos territorios, Mazares, se encargó de organizar los territorios, empero también murió al poco tiempo. Harpago, su sucesor, dirigió las conquistas que siguieron sobre las urbes griegas de Asia menor, marcando así el inicio del conflicto persa-heleno que duró más de dos siglos.
El siguiente paso de Ciro, fue Babilonia y el Imperio Caldeo. Como recordaremos allí gobernaba Nabonido, un rey bastante decadente y muy poco querido por el pueblo. Ciro venció a los babilonios en la Batalla de Opis en el 539 a.n.e. y Sippar cayó ante los persas. El 12 de octubre de ese mismo año, según la tradición, tras haber descendido las corrientes de los ríos que protegían a la célebre ciudad refundada por Hamurabi, los aqueménidas ingresan sin necesidad de asediarla ni someterla a un saqueo o destrucción vergonzosa. Además, toda la aristocracia sacerdotal de la urbe se plegó a los persas pues no simpatizaban con las reformas religiosas, consideradas liberales, que tanto Nabonido como su hijo Belsasar o Baltasar habían llevado a cabo. No se sabe el destino de estos dos, y lo más probable es que hayan sido muertos o sencillamente relegados hasta desaparecer de escena. Pese a todo, las costumbres de esta capital cultural de la época, como el culto a Marduk, se respetaron bastante. Los persas tomaron también la escritura cuneiforme, empero, rechazaron totalmente adaptar el idioma acadio (el cual quedó relegado a un papel parecido al latín en la actualidad), prefiriendo el propio. Además estimularon la difusión del arameo.
Con la adhesión de los territorios neo-babilonios del Imperio Caldeo, Ciro entones se había hecho con un territorio extensísimo. La zona de Siria-Palestina que formaba parte también de los territorios caldeos, fue sometida sin guerras ni derramamiento de sangre. Es más, Ciro, al igual que sus futuros sucesores, eran muy tolerantes con la religión, y es célebre el permiso que dio a los judíos para retornar a su querida Jerusalén con el fin de reconstruir su Templo y su reino, siempre, claro está, subyugados al poder político de Persia. Sin embargo sólo fueron unos pocos, pues la gran mayoría decidió quedarse en Babilonia, a la cual ya consideraban su patria y donde se asentaron los siguientes siglos, desarrollando una cultura híbrida. Otros grupos pequeños de arameos también regresaron a sus pueblos nativos. En cuanto a los fenicios, habitantes de aquellos lares, siempre oportunistas, tampoco se mostraron renuentes a la nueva dominación y continuaron con su independencia política y comercial pagando un, para ellos al menos, modesto tributo. Por otro lado sus lazos comerciales en el Mediterráneo permitieron un gran intercambio de manufactura y cultura en general entre India, Medio Oriente y Occidente.
Ahora bien, otro aspecto importante, y con muy pocos datos, es la extensión de los dominios persas orientales. Allí había diversos pueblos como los partos en el norte, los Sogdianos en la zona noreste, en la región este central estaban los bactrianos, así como también en diversas naciones indias, arias, etc. Tal parece que, si bien no son registradas las conquistas de Ciro por dichos lares, para el año 521 a.n.e., estos territorios ya estaban incorporados y en el este la frontera estaba dada con India. Así llegamos hasta la muerte de este gran rey caudillo. Existen varias versiones. La más respetada es la planteada por Herodoto, quién afirma que Ciro falleció víctima de una campaña contra los masagetas en Asia central. Al parecer estos pertenecían al grupo de los escitas. No se sabe dónde acabó su cuerpo. Por otro lado Jenofonte en su Ciropedia, menciona que Ciro no murió campaña, sino apaciblemente en su capital. Sea cual sea la verdad, el deceso debió haber sucedido alrededor del año 530 a.n.e. Supuestamente, su sepulcro se ha mantenido hasta la actualidad. En efecto, gran mayoría de expertos creen que la llamada Tumba de Ciro en Pasargade, el actual Irán, es el recinto donde se hallan los restos del rey persa. Sin embargo, para otros, resulta un poco difícil que se haya mantenido intacta durante tanto tiempo sin que haya sido saqueada y los restos esparcidos o desaparecidos. Finalmente agregamos que una de las fuentes que se tiene para reconstruir la vida del iniciador del Imperio Persa Aqueménida es el llamado Cilindro de Ciro, el cual señala algunos de sus actos, aunque siempre con una óptica benéfica. Pese a todo, su política de buena vecindad, así como su tolerancia de cultos y de costumbres de las naciones sometidas.
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