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1304, Robert The Bruce obligado a coronarse rey de Escocia tras la muerte de William Wallace se convierte en proscrito al comprobar que Inglaterra no aceptará sus pretensiones de autodeterminación. Netflix cuenta su historia desplegando un buen diseño de producción que ambienta adecuadamente la época y David MacKenzie logra una narración entretenida trufada de política medieval y batallas. El caso es que a la película le falta el "alma" y la magia de "Braveheart" con la que es inevitable compararla por ser su continuación argumental. Aquí la emoción, la intensidad y el primer plano de aquella dan lugar a una visión más general que resulta más fría, menos apasionada y que cojea un poco porque pretendiendo tener rigor histórico y dar una visión más amplia no logra describir adecuadamente las complejas subtramas y conflictos que deberían aportar los personajes secundarios, quizás también porque su metraje pasó de tres horas filmadas a las dos que dura. El caso es que se ve con interés, pero te deja un tanto indiferente y eso no debería ocurrir con un argumento tan sugerente.