Revista Viajes

El Rey y yo

Por Malche
El Rey y yoComo alguna vez les conté, llegué a Daoukro, Costa de Marfil, en agosto de 2005, para trabajar en unas elecciones que, hasta ahora, no han tenido lugar. Había sido asignada como coordinadora interimaria en la región, y junto con dos compañeros de trabajo, nos habíamos instalado en la ciudad.Nuestra zona de responsabilidad era toda la región de N'zi Comoé, pero se había elegido Daoukro como nuestra sede porque se encontraba a mitad de camino entre otras ciudades, y por  otros motivos de índole política que no vienen al caso ahora. Nuestra tarea era entablar relaciones con las distintas autoridades (políticas, comunitarias, sociales), realizar una evaluación de estado actual de las estructuras electorales, de ventajas, problemas y posibles desafíos, para así poder brindar nuestra ayuda cuando hiciere falta. Este trabajo, como pueden imaginar, requería que esas mismas autoridades nos tuvieran confianza y, generarla, era una tarea lenta. El desafío se complicaba aún más porque estábamos insertándonos en una cultura distinta, con códigos diferentes, lo que incrementaba las posibilidades de un traspié. Habíamos sido informados de aspectos básicos de la cultura, claro, pero percibíamos que teníamos que tener cuidado con ciertas sutilezas para no quedar mal y hechar por la borda la misión.En este marco pasamos nuestro primer mes de trabajo presentándonos a las distintas autoridades regionales. Costa de Marfil está dividida políticamente respetando el modelo francés: en regiones, divididas en prefecturas,  éstas a su vez en sub-prefecturas, y éstas últimas en comunas. Los intendentes comunales son elegidos por voto popular, pero los prefectos y sub-prefectos son nombrados por el gobierno central. Asimismo, se han respetado ciertas estructuras del "derecho tradicional", como son los jefes de pueblo (chef de village), mientras que a otras, si bien se permite que permanezcan, se han privado sus actos de relevancia jurídica.  En esta última categoría se encuentran los reyes tradicionales, que a pesar de no ser reconocidos dentro de la estructura estatal conservan, claro está, gran influencia en su reino. N'zi Comoé es una región que, en su gran mayoria, pertenece a lo que se denomina "pais Baoulé" y, dentro de la misma, existen varios reinos con sus respectivos reyes. Como los límites políticos internos no se corresponden en todos los casos con los límites de los reinados tradicionales, suele ocurrir que el territorio de un rey determinado no coincide exactamente con la prefectura en la que se encuentra, por ejemplo. Aproximadamente un mes y medio después de haber llegado a Daoukro y, habiendose incorporado a nuestro equipo tres nuevos compañeros,  el jefe de campo de nuestra organización me llamó aparte y me dijo que no se nos fuera a ocurrir olvidarnos de visitar al rey de Daoukro para presentarle nuestros respetos y pedir su colaboración en nuestra misión. "El rey es una persona muy poderosa" me dijo " y caerle mal al rey o no tenerlo en cuenta es un error que se paga caro. Si el se enoja con ustedes se les pueden cerrar puertas". Yo le pregunté inmediatamente cómo y a quién le pedíamos una audiencia con él y qué formalidades había que cumplir. "Nada más llevarle un regalo que es muy específico: vino de palma. Por lo demás, nada, te va a recibir, va a bendecir tu mision y listo"Inmediatamente salimos a pedir audiencia con el rey, que habia resultado vivir a unas pocas cuadras de nuestra casa. Nos atendió muy cordialmente su hija, que era también su secretaria, y nos dió una audiencia para la semana entrante. Con el primer paso cumplido, nos abocamos al segundo: conseguir el mejor vino de palma que pudieramos encontrar. Pensabamos que no debia ser dificil de encontrar dado que era el regalo tradicional para el rey. Y aquí las cosas empezaron a sonar raras: el vino de palma se vendía sólo en el mercado, en botellas de plástico de agua mineral, y costaba MUY pero MUY barato: 100 francos CFA la botella (algo asi como 3 dolares). ¿El regalo para el rey podía ser tan barato? ¿y sin estar debidamente envasado? Preguntamos nuevamente y el jefe del campo reiteró "si, vino de palma". Y bueno, nos dijimos, será que lo aprecia por ser un producto tradicional de su tierra, y lo usará en alguna ceremonia...igual nos sonaba muy raro, pero al no tener aun mucha confianza con nadie del pueblo, ni encontrar información en internet acerca de protocolos ni regalos apropiados, nos presentamos con nuestra botellita el día que nos habían dado audiencia.Lo recuerdo como si hubiera sido ayer: bajamos de nuestra camioneta, todos emperifollados y trajeados, subimos las escaleras de la casa del rey (en cuyo living opera la Corte) y nos dirijimos hacia su hija, preguntándole si el regalo debíamos entregarselo personalmente al rey o debíamos darselo a ella. "No, dejenmelo ver a mi" nos contestó, y le entregamos la botella. Ella abrió la bolsa en la que se encontraba y abrió los ojos bien grandes "¡¿Qué es esto?!" nos preguntó con el ceño fruncido. Palidecimos y, con un hilito de voz alcanzamos a decir "Vino de palma? Nos dijeron que era el regalo que se le hacía al rey..." "¡¿Quién les dijo eso?! El regalo que se le hace al rey es una botella de gin!" Nos aclaró. "Pero ahora no hay tiempo, el rey los está esperando, después traen el regalo indicado, ya veré cómo le explico al rey ésto"
Nos quedamos mudos. Yo me debatía internamente entre querer meterme abajo de las baldosas, salir corriendo a matar al que nos había dicho y repetido que el regalo para llevarle al rey era vino de palma o martillarme la mano por boba y por no haber preguntado a la hija misma del rey acerca del protocolo adecuado. Nos hicieron pasar a la Corte y nos indicaron dónde sentarnos. En el salón había una silla  toda labrada en plata (que supusimos era el trono) y a sus costados, otras dos sillas importantes. En frente, a unos metros, había tres sillas más y a los costados de éstas, más sillás, formando un rectángulo entre todas. Nos preguntaron quien estaba a cargo e indicamos que esa persona era yo (¡rogando que no fuera problema el hecho que fuera mujer!)- Me hicieron sentar en una silla que se encontraba en la hilera a la derecha del rey, y a mis compañeros en aquellas que se encontraban frente a él. Un hombre, que luego nos dimos cuenta era el encargado de la ceremonia, se sentó frente a mí. Otra gente del pueblo se fue acomodando en las sillas que se encontraban en la hilera de la izquierda del rey, y allí nos quedamos en silencio unos minutos, muertos de nervios, hasta que la hija del rey apareció indicando que nos pusieramos de pie.En ese momento hizo su entrada el rey, seguido de otros dos hombres (uno de los cuales estaba vestido como Gandhi). El hombre que estaba a la derecha del rey habló entonces en su lengua tradicional y se dirigió al hombre que estaba sentado frente mío, quien luego tradujo. Lo más llamativo era que el hombre traducía diciendo "el rey dijo que" "el rey quiere" "el rey pregunta" cuando el rey no había abierto la boca. Entre los nervios por el incidente con el regalo, el desconocimiento del baoulé y del protocolo y ceremonial de la corte, y la confusión por el hecho que el rey no hablara pero se le atribuyeran frases creo que nuestros ojos deben haber estado abiertos grandes como platos. La ceremonia en sí fue muy interesante, más allá de nuestra ignorancia y nuestro asombro. Nos preguntaron qué veníamos a hacer, cómo estaba compuesto nuestro equipo, si estabamos bien en la ciudad, y luego nos dirijieron al parque de la casa, donde se realizó una ceremonia. En la misma, luego de decir distintas frases en baoulé, la persona encargada de oficiarla echaba agua a la tierra tres veces, pidiendole a ella - la tierra- que bendiga nuestra misión de paz. Me hizo pensar en el culto a la pachamama y en cómo pueblos distintos en todos los confines comparten el amor y el respeto por la tierra.Una vez que la ceremonia terminó y nos autorizaron a retirarnos salimos corriendo al almacén de ramos generales a comprar el gin más caro que encontramos, lo envolvimos en papel de regalo y, unos 15 minutos después, estábamos de vuelta en la casa del rey, entregándoselo a su hija, que largó una carcajada enorme al vernos llegar tan rapidito con el regalo apropiado. Pedimos disculpas una vez más y nos retiramos rumbo a la oficina.Siempre fui conciente que, para superar esa gran gaffe, contamos a nuestro favor con el buen humor y la hospitalidad baoulés (que son famosos) y con la buena voluntad del rey y el resto de la Corte. Y salimos airosos. Por un pelo. Por eso, esa tarde, lo primero que hicimos fue enviar un reporte oficial a nuestros jefes, para que informaran debidamente a nuestros compañeros en otras regiones que, si visitaban al rey, debían llevar GIN. Gin, nada más y no otra cosa. Gin. Todavía me lo recuerdo a mí misma cada tanto, por si acaso la vida vuelva a ponerme en esa circunstancia.

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