La primera vez que vi a Stephen King fue en Boston, en 1992. Estuve en su suite de hotel, conocí a su mujer, Tabitha, Tabby cuando la conoces, y sus entonces adolescentes hijos, Joe y Owen, y hablamos sobre escribir y sobre autores, sobre fans y sobre fama.
“Si viviera mi vida de nuevo”, dijo King, “haría otra vez lo mismo. Incluso las cosas malas. Pero no habría hecho el anuncio de American Express ‘Do you Know Me?’. Después de eso, todo el mundo en América supo cómo era físicamente”. Era alto y con el pelo oscuro, y Joe y Owen parecían clones jóvenes de su padre.
La siguiente vez que vi a Stephen King, en 2002, me sacó al escenario para tocar el kazoo con los Rock Bottom Remainders, un grupo de autores que saben tocar instrumentos y cantar y, en el caso de Amy Tan, imitar a una dominatrix mientras cantan ‘These Boots Are Made for Walkin” de Nancy Sinatra. Después hablamos en el pequeño cuarto de baño en la parte de atrás del teatro, el único lugar donde King podía fumar un cigarrillo furtivo. Parecía frágil, entonces, y gris, solo recientemente recuperado de una larga estancia en el hospital tras ser atropellado por un idiota en una furgoneta, y las infecciones en el hospital que siguieron. Se quejó del dolor al bajar escaleras. Me preocupé por él, entonces.
Y ahora, otra década, y cuando King sale del parking en el Cabo Sarasota para saludarme, tiene buen aspecto. Ya no parece frágil. Tiene 64 años y parece más joven que hace una década.
La casa de Stephen King en Bangor, Maine, es gótica y gloriosa. La conozco aunque nunca he estado allí. He visto fotografías en internet. Parece el tipo de lugar en el que alguien como Stephen King tiene que vivir y trabajar. Hay murciélagos de hierro y gárgolas en el portal.
La casa de Stephen King cerca de Sarasota, Florida, por otro lado, en un pedazo de tierra sobre el borde del mar y alineada con grandes casas, es fea. Y no fea de una manera encantadora. Es un gran bloque de cemento y cristal, como una enorme caja de zapatos. Fue construida, explica Tabby, por un hombre que construía centros comerciales, con materiales de un centro comercial. Es como la idea de una Apple Store de una McMansion, y no es bonita. Pero una vez que estás dentro las paredes con ventanas de cristal tienen una vista perfecta sobre la arena y sobre el mar, y hay una puerta de entrada titánica de metal azul que se disuelve en la nada y estrellas en una esquina del jardín, y dentro hay pinturas y escultuas, y, lo más importante, está la oficina de King. Tiene dos mesas en ella. Una bonita mesa, con una vista, y una mesa nada impresionante con un ordenador en ella, con una silla desgastada de tanto sentarse y que no mira la ventana.
Es la mesa en la que King se sienta cada día, y es donde escribe. Justo ahora está escribiendo un libro titulado Joyland, sobre un asesino en serie en un parque de atracciones. Bajo la ventana hay un parche de terreno verde bien vallado, con una tortuga gigante africana olisqueando por ahí, como una roca monstruosa en movimiento.
Mi primer encuentro con Stephen King, mucho antes de conocerlo en persona, fue en la estación de East Croydon aproximadamente en 1975. Tenía catorce años. Cogí un libro con la cubierta totalmente negra. Se titulada Salem’s Lot. Era la segunda novela de King; me había perdido la primera, Carrie, sobre una adolescente con poderes psíquicos. Me quedé hasta tarde leyendo Salem’s Lot, me encantaba la dimensión dickensiana de una pequeña ciudad americana destruida por la llegada de un vampiro. Después de eso compré todo lo que King escribió en cuanto salía. Algunos libros eran geniales, otros no lo eran. Estaba bien. Confiaba en él.
Carrie fue el libro que King empezó y abandonó, y el que sacó Tabby King de la papelera, leyó y le animó a escribir. Eran pobres, y entonces King vendió Carrie, y todo cambió, y siguió escribiendo.
Conduciendo hacia Florida escuché, durante unas treinta horas, el audiobok de la novela de viajes en el tiempo de King, 11/22/63. Trata sobre un profesor de inglés de instituto (como lo era King, cuando escribió Carrie) que viaja del 2011 a 1958, a través de un agujero de gusano en el tiempo localizado en el almacén de un antiguo restaurante, con la misión de salvar a John F. Kennedy de Lee Harvey Oswald. Es, como siempre con King, el tipo de ficción que te obliga a que te importe lo que ocurre, página tras página. Tiene elementos de terror, pero son casi un condimento a algo que en parte es una novela histórica con mucha investigación, en parte una historia de amor, y siempre una meditación sobre la naturaleza del tiempo y el pasado.
Dada la grandeza de la carrera de King, es difícil describir nada de lo que hace como una anomalía. Existe en el borde de la ficción popular (y, en ocasiones, no ficción). Su carrera (los escritores no tienen carreras, la mayoría de nosotros. Solo escribimos el siguiente libro) es particularmente plana. Es un novelista popular, que solía ser, quizá todavía lo es, una descripción del autor de cierto tipo de libro: uno que te recompensará por leerlo con placer y con argumento. Pero no es solo un novelista popular: No importa qué escriba, parece, siempre es “un escritor de terror”. Me pregunto si eso le frustra.
“No lo hace. Tengo a mi familia, y están bien. Tenemos dinero suficiente para comprar comida y tener cosas. Ayer, tuvimos una reunión de la King Foundation (la fundación privada que King financia que colabora con varias causas benéficas). Mi cuñada, Stephanie, la organiza y todos nos sentamos y damos dinero. Es frustrante. Todos los años damos el mismo dinero a gente diferente… es como meter dinero en un agujero. Eso es frustrante.
Nunca he pensado en mí mismo como un escritor de terror. Es lo que piensan otros. Nunca he dicho nada sobre ello. Tabby tenía orígenes humildes, yo tenía orígenes humildes, estábamos aterrorizados de que nos quitaran esto. Así que si la gente quería decir “Eres esto”, mientras los libros de vendieran, estaba bien. Pensaba, voy a callarme la boca y escribir lo que quiero escribir”. Luego se publicó su libro de cuatro historias cortas, Different Seasons (Las cuatro estaciones), que incluía una historia de una cárcel, “Rita Hayworth and the Shawshank Redemption (Rita Hayworth y la Redención de Shawshank)”, un cuento basado en la infancia de King titulado “The Body (El cuerpo)”, y otros dos, consiguió buenas críticas. “Fue la primera vez que la gente pensó, guau, esto realmente no es algo de terror”.
Aún así, no todos quedaron convencidos. “Estaba en el supermercado, y esta señora mayor gira la esquina. Dijo, ‘Sé quien eres, eres el escritor de terror. No leo nada de lo que escribes, pero respeto tu derecho a hacerlo. Me gustan las cosas más genuinas, como eso de ‘Shawshank Redemption (Cadena Perpetua)’. Y le dije, ‘Escribí esa’. Y dijo, ‘No, no lo has hecho’. Y se fue y siguió su camino”.
Ocurre, una y otra vez. Ocurrió cuando publicó Misery, su crónica del fanatismo tóxico, ocurrió con Bag of Bones, su historia de fantasmas gótica sobre un novelista, con guiños a Rebecca de Du Maurier. Ocurrió cuando le premieron con la Medalla por Contribución a las Letras Americanas de la National Book Foundation.
Estamos sentados al lado de la piscina de una casa más pequeña que los King compraron como casa de invitados para su familia. Joe King, que escribe con el nombre de Joe Hill, está ahí. Todavía se parece a su padre, y ahora tiene una carrera de éxito por su cuenta como escritor de libros y novelas gráficas. Lleva su iPad a todas partes. Joe y yo somos amigos.
En Bag of Bones, Stephen King tiene un autor que deja de escribir pero sigue publicando libros que tenía guardados. ¿Me pregunto cuánto tiempo podrían mantener en secreto su muerte?
King sonríe. “Alguien me dijo que cada año Danielle Steel escribía tres libros y publicaba dos, y yo sabía que Agatha Christie guardaba un par, para darle un impulso final a su carrera. Así que ahora mismo, si yo muriera y todos lo guardaran en secreto, podría durar hasta 2013. Hay una nueva novela de La Torre Oscura, The Wind Through the Keyhole. Sale pronto, y Dr Sleep está terminada. Así que si me atropella un taxi, como a Margaret Mitchell… Joyland no estaría terminada pero Joe podría hacerlo en un momento. Su estilo es casi indistinguible del mío. Sus ideas son mejores que las mías. Estar alrededor de Joe es como estar al lado de una Catherine Wheel echando chispas, todas estas ideas. Quiero ralentizarlo. Mi agente está discutiendo con los editores sobre Dr Sleep, es la secuela a The Shining (El Resplandor), pero quise esperar a enseñarle el manuscrito porque quería tiempo para respirar.
¿Por qué escribir una secuela a The Shining (El Resplandor)? No le digo cómo me asustó ese libro cuando tenía dieciséis, ni cuánto me encantó y a la vez decepcionó la película de Kubrick.
“Lo hice porque era una cosa tan idiota que hacer. Decir que vuelves al libro que fue tan popular y escribir la secuela. La gente lo leyó cuando eran niños; luego como adultos podrían leer la secuela y pensar, esto no es tan bueno. El desafío es, puede que sea igual de bueno – o diferente. Te da algo contra lo que luchar. Quería también ver qué le iba a ocurrir a Danny Torrance cuando creciera. Sabía que sería un alcohólico porque su padre era un borracho. Pensé, vale, empezaré con Danny Torrance a los cuarenta. Va a ser una de esas personas que dicen ‘Nunca voy a ser como mi padre’. Luego te despiertas a los 37 o 38 y eres un alcohólico. Entonces pensé, ¿qué tipo de vida tiene una persona así? Hará muchos trabajos rastreros, será despedido, y ahora, realmente quiero que sea un trabajador de un hospicio porque él tiene el resplandor y puede ayudar a la gente a cruzar cuando mueren. Le llaman Dr. Sleep, y saben que tienen que llamarlo cuando el gato va a la habitación de alguien y se sienta en su cama. Esto es escribir sobre el tipo que conduce el autobús, y está comiendo en un McDonalds, o en una noche especial puede que en Red Lobster. No estamos hablando de un tipo que va a Sardi’s (un restaurante mucho más caro).
Stephen y Tabitha se conocieron en los estantes de la biblioteca de Maine en 1967, y se casaron en 1971. No pudo conseguir un puesto de profesor cuando se graduó, así que trabajó en una lavandería industrial, una gasolinera, y también como cuidador, complementando sus magros ingresos con historias ocasionales, en su mayoría de terror, vendidas a revistas masculinas con nombres como Cavalier. Eran muy pobres. Vivían en un bungalow, y King escribía en una mesa improvisada entre la lavadora y la secadora. Todo cambió en 1974, con la venta de Carrie por 200.000 dólares. Me pregunto cuánto tiempo ha pasado desde que King dejó de preocuparse por el dinero.
Lo piensa un momento. “1985. Desde hacía mucho tiempo Tabby entendió que no teníamos que preocuparnos por esas cosas. Yo no lo hacía. Estaba convencido de que me quitarían todo eso, que iba a vivir con tres niños en una casa de alquiler de nuevo, era demasiado bueno para ser verdad. Alrededor de 1985 empecé a relajarme y pensar, ‘Esto está bien, va a ir bien’”.
“E incluso ahora esto” (hace un gesto hacia la piscina, la casa de invitados, el Cabo de Florida y todas las McMansions) “es todo muy extraño para mí, incluso aunque [solo estamos aquí] tres meses al año. Donde vivimos, en Maine, es uno de los condados más pobres. Mucha gente que vemos y con la que tratamos corta madera para sobrevivir, lleva basura, esas cosas. No quiero decir que tenga don de gentes, pero soy una persona normal, y tengo este talento que utilizo.
“Nada me aburre más que estar en Nueva York y cenar en un gran restaurante de moda, donde uno tiene que estar sentado tres jodidas horas. Sabes que la gente tomará unas copas antes, vino después, luego tres platos, luego quieren café y todo el resto de esa mierda. Mi idea de lo que está bien es conducir aquí e ir a Waffle House, pedir un par de huevos y waffle. Cuando veo la primera Waffle House, sé que estoy en el sur. Eso está bien.
“Me pagan cantidades absurdas de dinero”, observa. “Por algo que haría gratis”.
El padre de Stephen King salió a por cigarrillos cuando King tenía cuatro años, y nunca volvió, dejando a King a cargo de su madre. Steve y Tabby tienen tres hijos: Noemi, la ministra unitaria; Joe y Owen, ambos escritores. Joe está terminando su tercera novela. La primera novela de Owen se publica en 2013. Me pregunto sobre la distancia y el cambio. ¿Cómo de fácil puede ser escribir sobre personajes obreros en 2012?
“Definitivamente es más difícil. Cuando escribí Carrie y Salem’s Lot, estaba a poca distancia del trabajo manual. También es verdad que cuando tienes niños pequeños de cierta edad, es fácil escribir sobre ellos porque los observas y los tienes en tu vida todo el tiempo. Pero tus hijos crecen. Es más difícil para mí escribir sobre esta niña de doce años en Dr. Sleep que lo fue escribir sobre Danny Torrance de cinco años porque tenía a Joe como modelo para Danny. No quiero decir que Joe tenga el resplandor como Danny pero sabía quién era, cómo jugaba, qué quería hacer y todo eso. Pero mira, aquí está en pocas palabras: si puedo imaginar Magic Doors entonces seguro que puedo poner mi imaginación a trabajar y decir: mira, así tiene que ser trabajar diez horas al día en un trabajo de obrero”.
Estamos haciendo lo de los escitores, ahora: hablar sobre lo que hacemos, inventar cosas para vivir, y como vocación. Su nuevo libro, The Wind Through the Keyhole, es una novela de La Torre Oscura, parte de una secuencia que King planeó y empezó cuando era poco más que un adolescente. La terminó ayudado por sus asistentes, Marsha y Julie, que estaban cansadas de recibir cartas de fans pidiendo que la completara.
Stephen King es un personaje en el quinto y sexto libro, y Stephen King el autor de no ficción se cuestiona si meterse en el próximo borrador. Le he hablado sobre la peculiaridad de investigar la historia en la que estaba trabajando, que todo lo que necesitaba, en la ficción, era esperarme cuando lo buscara. Asiente, mostrando su acuerdo.
“Completamente – llegas ahí y está ahí. La vez en que ocurrió de forma más clara fue cuando Ralph, mi agente entonces, me dijo, ‘Esto es un poco loco, pero ¿tienes idea de lo que podría ser algo como una novela serial como las que Dickens solía hacer?’, y yo tenía una historia que luchaba por tener aire. Era La Milla Verde. Me adapté a los plazos de forma muy cómoda. Porque…” duda, intenta explicarlo de manera que no suene tonto, “…cada vez que necesitaba algo, estaba ahí al alcance de mi mano”.
“Cuando John Coffey va a la cárcel – va a ser ejecutado por asesinar a dos niñas. Sabía que no lo había hecho, pero no sabía que el tipo que lo hizo iba a estar ahí, no sabía cómo ocurrió, pero cuando lo escribí, estaba ahí para mí. Solo lo tomas. Todo encaja como si existiera antes.
“Nunca he pensado en historias como cosas inventadas; pienso en ellas como cosas encontradas. Como si las arrancaras de la tierra, y solo las recogieras. Alguien me dijo una vez que yo estaba menospreciando mi propia creatividad. Pero aún así, en la historia que estoy trabajando ahora, tengo algunos problemas sin resolver. No me mantiene despierto por las noches. Siento que cuando llegue, estará allí…”
King escribe cada día. Si no escribe no es feliz. Si escribe, el mundo es un buen lugar. Así que escribe. Es así de simple. “Me siento, puede que a las ocho y cuarto de la mañana y trabajo hasta las doce menos cuarto y durante ese rato, todo es real. Y luego se apaga. Creo que pobablemente escribo de 1200 a 1500 palabras. Son seis páginas”.
Empiezo a contarle a King mi teoría, esa de cuando la gente en un futuro lejano quiera darse una idea de cómo eran las cosas entre 1973 y hoy, mirarán a King. Es un maestro en reflejar el mundo que ve, y grabarlo en la página. El auge y caída de la grabación de vídeo, la llegada de Google y los teléfonos inteligentes. Todo está ahí, tras los monstruos y la noche, haciéndolos más reales. King es confiado. “No puedes decir lo que va a durar y lo que no”.
Los autores pueblan las grietas de una conversación con Stephen King. Y, me doy cuenta, todos ellos son, o eran, autores populares, personas cuyo trabajo ha sido leído, y leído con disfrute, por millones de personas. “¿Sabes lo que es extraño? Fui a la Savannah Book Fair la semana pasada… Esto me ocurre cada vez más. Salí y tuve una ovación en pie de todas esas personas, y da miedo… como si te hubieras convertido en un icono cultural, o estuvieran aplaudiendo el hecho de que no estés muerto aún”.
Le cuento la primera vez que vi una ovación en pie en América. Fue para Julie Andrews en Minneapolis en un tour de Victor/Victoria. No fue muy bien, pero tuvo una ovación por ser Julie Andrews. “Es tan peligroso, sin embargo. Quiero que a la gente le guste mi trabajo, no yo”.
¿Y los premios en reconocimiento a una carrera? “Les hace felices dármelos. Y se van al cobertizo, pero la gente no sabe eso”. Entonces Tabby King aparece para decirnos que es hora de cenar, y, añade que en la gran casa la tortuga enorme africana acaba de descubrir cómo intentar violar a una piedra.
Fuente: Sonia unleashed