Revista Opinión
Un año más y otro espectáculo añadido a ver en todos los medios de comunicación en este año 2015. Esta vez le ha tocado el turno a la Mercé, patrona sustituta de Barcelona. Otra vez se ha vuelto a ver la discusión de quién pone el mantel más bonito en la mesa. Una vez más, el ridículo está servido.
Enésima vez en lo que va de año que volvemos a ver una "estelada" en la ciudad de Barcelona durante unas fiestas tradicionales. Una vez más vemos como los súbditos independentistas silban a la bandera de España. Otra vez volvemos a escuchar la sempiterna y cansina discusión entre la masa independentista y el público catalán. Aunque, también, se incluye el resto de España.
Dicen que después de la tormenta llega la calma. Pero después de la fuerte lluvia que cayó la noche del día de la Mercé, patrona sustituta de Barcelona ya que la anterior era Santa Eulalia, de ahí que siempre llueve por estas fiestas, la zozobra no ha regresado ni a las calles de la ciudad condal ni al cerebro de los independentistas. Los catalanes, buscando esa paz que nunca llega, han tenido que ver otro espectáculo bochornoso por aquellos que se hacen llamar sus políticos.
Lo han visto todas las televisiones españolas, lo han observado millones de pares de ojos en Catalunya y España, tal vez, también, en el extranjero. Un nuevo episodio político entre catalanes e independentistas. Un nuevo tira y afloja con la bandera de España de por medio. Mientras, ciertos políticos y artistas de la farándula independentista reían en el Ayuntamiento al intento de quitar “La Rojigualda”.
Una vez más hemos visto el espectáculo de Artur Mas, presidente de los independentistas, mirando orgulloso a sus fieles y amados súbditos, sonrisita incluida, cual Julio César se tratara, apoyado en la barandilla pétrea del balcón, como silbaban a la bandera de España mientras el líder del Partido Popular en Catalunya, Alberto Fernández, la agarraba para que el primer teniente de alcalde de Barcelona, Gerardo Pisarello, como artista invitado de esta representación sin guión de la batalla del 11 de septiembre de 1714, no se la arrebatara de las manos. Aunque todo esta parafernalia la ha comenzado Alfred Bosch, diputado de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que luego pedía calma a la plebe enfurecida. Y no hablemos de lo que también han hecho los presentes a la fiesta, niño incluido. Solo han faltado los leones y el circo habría estado completo. Más que un comienzo por celebrar la “fiesta de la ciudad” esto parecía una película de los Hermanos Marx. Que cada cual elija el título que más le guste, seguro que acertará.
En esta batalla para ver quién la tiene más bonita, la bandera por supuesto, se ha vuelto a observar una ya interminable contienda a la conquista de territorio catalán. Por un lado, los independentistas, autodenominados “salvadores de la patria”, y por otro, los demás partidos democráticos catalanes que quieren seguir siendo parte de España, los bautizados “unionistas”, según palabras de los independentistas. Cada uno enarbolando su bandera al viento, con bocas por cañones y palabras por proyectiles. Cada frase, un bombazo. Por suerte sin pérdidas humanas, pero sí grandes pérdidas de dignidad y de sentido de lo absurdo.
Pero entre toda esta algarabía que hemos contemplado desde cierta distancia, ha faltado la estrella principal y protagonista de todo esto. Por la que, en teoría, se pelean unos y otros. Parece que nadie se ha acordado de ella, pero sí de las demás. La Senyera, la única bandera oficial de Catalunya desde hace siglos, ha sido olvidada por completo. Totalmente aislada de todo. Sin aparición estelar, sin fanfarria ni aplausos. No han dejado que aparezca. Ni los catalanes ni los independentistas. Nadie la quiere, nadie la respeta. Deshauciada.
La cuatribarrada se ha sonrojado a un nivel nunca visto hasta el momento, viendo como Catalunya se viene abajo y desprestigia por culpa de unos y por la gracia de otros. La bandera de Catalunya ha llorado, simbólicamente, observando cómo los que están bajo su protección se matan entre unos y otros sin que nadie sea vencedor y todos siendo vencidos. La Senyera ha visto una vez más como el ridículo se viste de “estelada”.
Enésima vez en lo que va de año que volvemos a ver una "estelada" en la ciudad de Barcelona durante unas fiestas tradicionales. Una vez más vemos como los súbditos independentistas silban a la bandera de España. Otra vez volvemos a escuchar la sempiterna y cansina discusión entre la masa independentista y el público catalán. Aunque, también, se incluye el resto de España.
Dicen que después de la tormenta llega la calma. Pero después de la fuerte lluvia que cayó la noche del día de la Mercé, patrona sustituta de Barcelona ya que la anterior era Santa Eulalia, de ahí que siempre llueve por estas fiestas, la zozobra no ha regresado ni a las calles de la ciudad condal ni al cerebro de los independentistas. Los catalanes, buscando esa paz que nunca llega, han tenido que ver otro espectáculo bochornoso por aquellos que se hacen llamar sus políticos.
Lo han visto todas las televisiones españolas, lo han observado millones de pares de ojos en Catalunya y España, tal vez, también, en el extranjero. Un nuevo episodio político entre catalanes e independentistas. Un nuevo tira y afloja con la bandera de España de por medio. Mientras, ciertos políticos y artistas de la farándula independentista reían en el Ayuntamiento al intento de quitar “La Rojigualda”.
Una vez más hemos visto el espectáculo de Artur Mas, presidente de los independentistas, mirando orgulloso a sus fieles y amados súbditos, sonrisita incluida, cual Julio César se tratara, apoyado en la barandilla pétrea del balcón, como silbaban a la bandera de España mientras el líder del Partido Popular en Catalunya, Alberto Fernández, la agarraba para que el primer teniente de alcalde de Barcelona, Gerardo Pisarello, como artista invitado de esta representación sin guión de la batalla del 11 de septiembre de 1714, no se la arrebatara de las manos. Aunque todo esta parafernalia la ha comenzado Alfred Bosch, diputado de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), que luego pedía calma a la plebe enfurecida. Y no hablemos de lo que también han hecho los presentes a la fiesta, niño incluido. Solo han faltado los leones y el circo habría estado completo. Más que un comienzo por celebrar la “fiesta de la ciudad” esto parecía una película de los Hermanos Marx. Que cada cual elija el título que más le guste, seguro que acertará.
En esta batalla para ver quién la tiene más bonita, la bandera por supuesto, se ha vuelto a observar una ya interminable contienda a la conquista de territorio catalán. Por un lado, los independentistas, autodenominados “salvadores de la patria”, y por otro, los demás partidos democráticos catalanes que quieren seguir siendo parte de España, los bautizados “unionistas”, según palabras de los independentistas. Cada uno enarbolando su bandera al viento, con bocas por cañones y palabras por proyectiles. Cada frase, un bombazo. Por suerte sin pérdidas humanas, pero sí grandes pérdidas de dignidad y de sentido de lo absurdo.
Pero entre toda esta algarabía que hemos contemplado desde cierta distancia, ha faltado la estrella principal y protagonista de todo esto. Por la que, en teoría, se pelean unos y otros. Parece que nadie se ha acordado de ella, pero sí de las demás. La Senyera, la única bandera oficial de Catalunya desde hace siglos, ha sido olvidada por completo. Totalmente aislada de todo. Sin aparición estelar, sin fanfarria ni aplausos. No han dejado que aparezca. Ni los catalanes ni los independentistas. Nadie la quiere, nadie la respeta. Deshauciada.
La cuatribarrada se ha sonrojado a un nivel nunca visto hasta el momento, viendo como Catalunya se viene abajo y desprestigia por culpa de unos y por la gracia de otros. La bandera de Catalunya ha llorado, simbólicamente, observando cómo los que están bajo su protección se matan entre unos y otros sin que nadie sea vencedor y todos siendo vencidos. La Senyera ha visto una vez más como el ridículo se viste de “estelada”.
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