Por: Marco Antonio Aguilar González*
CIUDAD DE MÉXICO (CNNExpansión) — Cuando se funda una empresa familiar, es común observar en ellas una muy fuerte inclinación hacia el mantenimiento de las estructuras familiares dentro de la organización de la empresa. De tal manera, se puede observar fácilmente cómo se interrelacionan estrechamente la problemática familiar con la problemática propia de los negocios.Organización, en el contexto de la ciencia administrativa, es “un sistema estructurado de reglas y relaciones funcionales diseñado para llevar a cabo las políticas empresariales…” (Diccionario de Administración y Finanzas, Océano Administración, 2011). Esto quiere decir que las personas que fundan el negocio familiar definen una serie de funciones y tareas para lograr sus objetivos, creando una estructura bajo la cual se definen autoridad y responsabilidades, mismas que guiarán las acciones diarias de la empresa. Estas estructuras, hablando de negocios familiares, reflejan la mayor parte de las veces, la organización tradicional de una familia.
En los cargos altos, que implican toma de decisiones, estarán, por consecuencia, los jefes de la familia; mientras que en los puestos más operativos se encuentran los empleados que pueden ser desde los parientes más jóvenes o distantes hasta personas ajenas al núcleo familiar. La formalización pues, existe, pero siempre reflejando una estructura patriarcal y centralizada.
Estadísticamente hablando, de acuerdo con el Primer Reporte de Resultados del Observatorio Pyme (CIPI, Secretaría de Economía, 2002), más del 50% de los microempresarios mexicanos se ubican en el rango de los 40 a los 59 años, mientras que 30% se ubican entre los 26 y los 39 años, sin distinción de género (ver Cuadro 1). Esto quiere decir que la gran mayoría de los empresarios son cabezas de familia desde jóvenes hasta de mediana edad, lo cual marca un ciclo de vida paralelo entre familia y empresa.
Cuadro 1.
Otra variable importante a tener en cuenta para apreciar la organización de un negocio familiar es el nivel de estudios alcanzado, ya que se estima que a mayor nivel de estudios los empresarios tenderían a establecer organizaciones más estructuradas. De acuerdo con la misma fuente, 50% de los empresarios tienen la licenciatura terminada, quedando en segundo lugar los empresarios que terminaron la preparatoria o una carrera técnica (ver Cuadro 2).
Cuadro 2
Las estadísticas disponibles no especifican cuáles son las licenciaturas que estos empresarios de la mayoría educada han estudiado, y cuántas de ellas son relacionadas con los negocios, sin embargo, existe la impresión generalizada de que al sector le hacen falta conocimientos elementales en dos áreas fundamentales: cultura financiera y gestión administrativa.
La cultura financiera abarca temas que van desde la contabilidad hasta el manejo de las inversiones, valuación de proyectos y un sinfín de posibilidades más, sin embargo, hablando del tema que nos ocupa y en lo que se refiere a la gestión empresarial, existen dos factores recurrentes en la organización típica de las pequeñas empresas familiares, aunque no son limitativos para este tipo específico de negocios: la toma de decisiones centralizada y la división del trabajo simple.
Con respecto a la centralización en las decisiones, es normalmente el socio fundador y director general, además de ser generalmente el padre o madre de familia, quien resuelve y determina sobre prácticamente todos los asuntos de la empresa. Su autoridad es incuestionable y, aunque en ocasiones tome una figura benevolente o paternalista, permitiendo opinar al resto del equipo de trabajo sobre determinadas cuestiones, siempre tendrá la última palabra, que será la definitiva.
En lo que se refiere a la división del trabajo, normalmente se forma un inventario de tareas que luego son repartidas entre los operarios del trabajo, a veces de acuerdo a sus capacidades individuales o la naturaleza de su puesto nominal, o en ocasiones según la carga de trabajo individual asignada, que les permite tomar más o menos número de tareas. Difícilmente encontraremos en un negocio familiar de tamaño micro o pequeño una división del trabajo funcional o departamentalizada, debido principalmente a que la suma total de las tareas no hace viable, ni por costos ni por operación, lo que a los ojos de un microempresario sería tan sólo una complicación extra.
Si se pidiese a estudiantes del área de administración de negocios dar el primer paso para fundar una empresa, muchos de ellos comenzarían de inmediato a trazar un organigrama y a departamentalizar las actividades; algunos empezarían a elegir los colores corporativos y a diseñar uniformes. Otros comenzarían a establecer objetivos y a elaborar reglamentos y políticas, mientras otros cuantos, los menos, se aplicarían en elaborar planes financieros. ¿Quiénes estarían en lo correcto?
Todas las actividades mencionadas y muchas otras más deben llevarse a cabo en algún momento a partir de la fundación de un negocio, pero resulta fundamental establecer prioridades, aún cuando todo resulta a la vez importante y urgente. Lo importante de la fase de organización es precisamente que es en ella que se establecen esas prioridades y donde se asignan las tareas.
Cuando hablamos de organización es preciso hablar de personas, ya que no podemos siquiera considerar en organizar algo, lo que sea, sin estar siempre conscientes de con quién contamos y cómo son esas personas, qué pueden y saben hacer y, todavía más importante, a qué están dispuestos. Si bien cuando hablamos de empresas familiares necesariamente deberemos considerar vínculos estrechos que implican el afecto, esto de ninguna manera garantiza la obtención de resultados positivos.
En lo que se refiere a la organización, el empresario deberá analizar con toda la objetividad posible si los miembros de la familia que van a trabajar en el negocio están capacitados y comprometidos con las tareas asignadas. Es una suma de poder y querer en donde ninguna de las partes es necesariamente más valiosa que la otra, donde lo importante es dar a cada quien el lugar que le corresponde.